miércoles, 28 de diciembre de 2022

El camino más largo

 La primera hez que la suerte nos unió, ambos estábamos en puntos muy diferentes de nuestras vidas. Lo pongo por escrito como lo viví, para que nunca lo olvidemos, para que podamos revivirlo.
Una vez me contaste que recordabas que la primera vez que me viste, estaba muy asustada. Acababa de empezar a trabajar en mi primer empleo, fueron días difíciles que traté de disimular con unos fieros labios rojos y ropa oscura. No sabría decir mucho más, me gustaría poder poner en pie aquel momento, qué aspecto tenía, qué dije; pero sé que era cierto.
Algunos días más tarde, mis rizos rubios culebreaban hasta el suelo de una peluquería barata de los Remedios. No me gustó el resultado, pero me pinté los labios de rojo y fui a trabajar con orgullo al día siguiente. Él, que siempre tenía una palabra amable para mí, se detuvo junto a mi escritorio con expresión comedida y se entretuvo más de la cuenta en desenvolver el chicle de melocotón que le ofrecí. Parecía cansado y triste. Se mesó el cabello para apartárselo del rostro y sentí deseos de decirle que estaba muy guapo, pero solo le miré desde mi asiento, esperando que arrancara a hablar.
Fingió un horror exagerado cuando me preguntó que qué había hecho con mi cabello y yo sentí una oleada de vergüenza y respondí iracunda que nadie le había pedido su opinión, pero lo cierto es que el comentario me había escocido y no quería admitir que era lo bastante egocéntrica como para ofenderme de no recibir apreciaciones positivas por su parte. Quería que me encontrara bonita. Me arrepentí de lo dicho nada más abrir la boca; él solo se disculpó quedamente y se marchó.

Creo que le eché de menos, por absurdo que suene. Ese día, y todos los que no tomó el camino más largo para saludarme. Sin embargo, seguí llevando chicles de sabores exóticos a trabajar... Aunque solo fuera por si acaso.

martes, 27 de diciembre de 2022

My best bet

 Ana. Tres letras preciosas. Ana, como mi abuela, como mi madre, como mi hermana. Un nombre con historia, un nombre amable.
Casi medio kilo de piel, de hueso, de músculo, de órganos. Tan pequeña, tan grande en mi mente, tan fuertemente enraizada en mi corazón. Ana, aún no sé cómo será tu rostro (menudo, rosado, con rizos rubios y diastema), pero estoy deseando conocerlo.

No sabes aún la suerte que tienes, mi amor. En la lotería de la vida no tendrás las mejores cartas, pero te ha tocado una madre de 10. La mujer más luchadora, amorosa, inteligente y buena de este mundo para acunarte, para abrazarte, aconsejarte y guiarte en la vida. Ana, qué maravillosa mujer para protegerte con su buen juicio de las opiniones de los demás, de las absurdas exigencias de los que tienen más poder que tú.

Ana, pequeña, ojalá seas eterna y muy feliz. Tanto como yo lo fui, creciendo bajo su mirada atenta.

yo nunca dije eso

 Un silbido bitonal y el trote pesado y ágil de mi perra dejando surcos en la arena húmeda. El sol se inclina desde el cénit, buscando el horizonte hacia un mar en calma que lo imprega todo con su olor húmedo y salado. Creo que lo huelo en sueños, en las baldosas del pasillo oscuro, en las cortinas del apartamento.
Qué momento tan efímero y tan dulce. Como las células que se dividen rápidamente en el útero de mi hermana, mi pequeña sobrina Ana, tan delicada y fuerte al mismo tiempo. Tan hermoso como su risa escandalosa lanzando un eco que rebota en la playa vacía. Tan único como el latido febril e hipertrofiado del corazón obstinado de mi madre.

Anoche soñé que me lanzaba desde el balcón y los huesos se me astillaban por fuera de la piel en un dolor indescriptiblemente cruel, el de quien ansía descanso y solo encuentra más sufrimiento, inesperado y agudo. Al despertar, sentí que el funcionamiento mecánico y coordinado de la sangre que fluye y reparte vida y oxígeno y nutrientes por nuestros delicados tejidos era un milagro. Su respiración tenue en mi nuca se me antojó tan leve que podría apagarse en cualquier instante y sentí miedo de ver morir a las personas a las que amo, miedo de quedarme sin él; tan solo quise verle replegar los párpados y sonreírme, lleno de la vitalidad que le caracteriza. A veces pienso que han pasado tres décadas por él y me asusta perderle, siento el bombeo rápido de su corazón y quiero retroceder y regalarle más latidos.

Se me vino a la mente la imagen de un cerebro sonrosado y blando. Parecía un chicle gomoso y húmedo, me inspiró grima. ¿Cómo es posible que un órgano constituido casi solo de agua encierre tantas cosas hermosas y únicas? Un chispazo eléctrico entre neuronas, sus ojos oscuros viendo el mundo. Sus expresiones. Te va a mover de aquí un guarda. Pavaritos. Peteña. ¡A la cárse! Su amor. Wiglú, grumetillo. Todo lo que sabe, todo lo que recuerda, todo lo que es. Sus despistes, su sueño ligero, sus aspiraciones. Su forma de acariciarme, de sostenerme. Su sabor a hogar. Lo hábil que es moviéndose por terrenos difícil y sus antojos frecuentemente absurdos.

El amor me llenó el pecho. Denso, inexplicable, único. Si quisiera definirlo, no podría, pero sería capaz de reconocerlo en cualquier sitio. Podría cerrar los ojos, pensar en él y saborearlo vivamente cuando quisiera.

En ese momento la imagen se hizo añicos, se desvaneció abruptamente en la trampa cálida de sus brazos, y el sueño me arrastró consigo a un nuevo día...

jueves, 22 de diciembre de 2022

Three moms and three dads.

    Tener dos mamás, tres papás y una abuela muy intensa - o, como dice Fátima, tres madres y tres padres, para equilibrar - puede alterar mucho las dinámicas de una persona. Mis dinámicas. Muchas exigencias que parten de seis personas con distintas posiciones, edades, valores y aspiraciones.
Mis exigencias también están, claro. Presentes, vivas, claras y palpables; pero, aún así, en segundo lugar.

He intentado ser una hija correcta, educada, cariñosa, bonita y delgada.

Una hija creativa, ingeniosa, espontánea y alegre.

Una hija dura, trabajadora, resiliente, multitarea, pulcra, ordenada.

He intentado ser desinhibida y amable como mi hermana y superarme como hace mi hermano. He intentado cumplir las expectativas de un esposo paternalista que quiere verme en la cumbre académica. Ha sido tan difícil que he colapsado, me ha podido. ¿Cuántas de mis aspiraciones vitales son mías y no aprendidas?
Hoy, ahora, ya solo quiero ser una persona capaz de poner límites, capaz de priorizar y recuperar la magia de las cosas que la hacen feliz. Capaz de emocionarse con una historia y no volver a avergonzarse de reír o llorar leyendo, alguien que pueda disfrutar de sus pasatiempos sin desdeñarlos por el mero hecho de ser propios.

Es hora de reformular los conceptos. De ser fuerte, sí, pero a mi manera, por y para mí..., no por y para los demás. Es hora de dejar ir a La Niña, de reconsiderar la importancia que tiene lo que los demás piensen de mí.

lunes, 19 de diciembre de 2022

Sadxmas.

     Comienzo a pensar que estoy luchando contra las leyes de la naturaleza al amar la navidad.

No parecía una época festiva cuando la pasaba en salas de esperas de UCIs o en sombrías habitaciones de hospital. O en casa de mi abuela, deseando el único regalo de ir a ver a mamá. 

Supongo que el año pasado no fue más que un breve destello en lo que se supone que debería ser la navidad. O lo que podría ser, con tiempo, y dinero, y cariño. Estos días emborronados de pastillas y náuseas y ganas de desaparecer han tenido poco de feliz. En el pueblo no hay luces, pero en casa tampoco.

Estoy sola, me pesa el alma, mi hermano no me habla y siento de todo, menos ilusión.

domingo, 11 de diciembre de 2022

Brothers in arms.

     Es extraño estar de vuelta por aquí. Supongo que había perdido el hábito de sincerarme frente al papel y hoy siento que lo hago a trompicones, torpemente.

La vida ha seguido girando vertiginosamente este último mes, inalterada por los fieros vaivenes de mi existencia. Este mes, por primera vez, he considerado seriamente quitarme la vida. Tanto era así, que he gastado demasiado dinero, pensando que pronto no me iba a hacer más falta; y he trabajado más intensamente en casa, perseguida por dejarle a Diego un entorno lo más disfrutable posible..., pero cada día que pasaba me decía que quería vivir una jornada más a su lado, un viaje más, un fin de semana más. Ese conjunto de "últimas veces" me han dado un motivo para seguir durante estas semanas, y hoy siento que es mi motor, y mientras esté a su lado tengo razones suficientes para continuar mi viaje en este mundo. Supongo que nunca tendré suficiente de él, que, sin saberlo, me está salvando la vida.


También ha sido un mes de vivir más intensamente el duelo por la muerte de algunos pilares fundacionales de mi vida tal y como los conocía. Es una historia larga, complicada y dolorosa, pero que también me está enseñando mucho acerca de mí misma, mis valores y las creencias más arraigadas de mi corazón. Ahora entiendo que algunas relaciones son más volubles y frágiles de lo que jamás sabremos, y comprendo algunas de las cosas que mi madre me contó sobre ella, su familia y su proceso. Perdona por no haberte dado suficiente crédito, mamá.

Sí. Este otoño, demasiado cálido y extraño, estoy aprendiendo que absolutamente nada es inalterable.

Todo se me antoja ajeno. 

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Euphoria

     Cecilia me contó un día que ella había sido muy presumida y le encantaba emperifollarse para salir, pero un poco por etapas. Yo sabía que su delineado negro, grueso y felino y sus labios color frambuesa eran algo así como su sello de identidad, pero no conocía nada de sus fases más alocadas y la revelación me sorprendió. Decía, mientras sorbía delicadamente un té a todas luces demasiado caliente, que una de estas fases de mayor relax estético coincidió con un bache en su relación y su novio le echó en cara que se hubiera dejado llevar con su apariencia. Que echaba de menos a la chica de la que se enamoró.

Ella me habló de una convivencia tranquila y cómoda donde ya no había lugar para los secretos, la euforia, la pasión o las mariposas en el estómago. A ella le gustaba esa serenidad que sentía tan estable y madura, pero echaba de menos la magia.

En aquel momento bajé la mirada, preocupada. Me faltaban apenas siete o diez días para mudarme con mi novio (mientras escribo la palabra no puedo menos que reírme...) y, tras mi ruptura, estaba viviendo una especie de furor tremendo por lo físico. Siempre llevaba maquillajes, adornos, las uñas impecablemente pintadas y el pelo arreglado, cosa no muy habitual en mí; además, mi brusca pérdida de peso me había llevado a asumir más riesgos en mi forma de vestir y ya nunca salía sin tacones. Yo sabía que eventualmente regresaría a mi yo: a la cola de caballo, a la ropa holgada, a las Vans, a mi complexión grande. Me debatía entre el miedo y una tímida seguridad en dos hechos:

a) Él no es tan superficial.

b) En caso de que mi apariencia fuera un factor determinante para la continuidad de la relación, ahí no es.

Por suerte, el tiempo me ha dado la razón

Y aquí estamos, más de año y medio después, instalados en la cómoda y pacífica serenidad de dos personas que se aman con locura, sin tapujos, sin secretos, con una confianza ciega..., y no exenta de mariposas, de nervios, de pasión, de toda la euforia del primer beso.

jueves, 3 de noviembre de 2022

Fav season approaching!

     Cuando me he levantado de la cama -tarde, para no variar - y he sentido la necesidad, al fin, de ponerme una sudadera sobre el camisón de verano que aún uso para dormir, algo me ha vibrado por dentro. El cambio de estación se produce a la manera sevillana, es decir, de golpe y porrazo, y yo no puedo menos que celebrar por fin el fin de la monotonía de sol de justicia y cielos deslavados mientras cambio los vaporosos vestidos de algodón por vaqueros y jerseys, aunque finos aún, no vayamos a fliparnos.

Mientras disfrutaba de mi café (¡caliente!), no he podido menos que pensar en las navidades pasadas. Y no es que piense en las navidades per se, sino en el tono maravilloso de las fechas. Mi esposo me recogía del trabajo a las seis de la tarde y me llevaba a nuestro piso compartido, nuestro primer nido de amor, donde nos pasábamos las tardes comiendo turrón y panettone y viendo películas conmigo acurrucada bajo el edredón, entre sus piernas. Un día húmedo y frío de finales de noviembre fuimos a un bazar y compramos un arbolito pequeño y un montón de adornos, pusimos villancicos flamencos para honrar a la tradición y nos jartamos de hacer fotos y de atiborrar al pequeño arbolillo plastiquero de bolas y guirnaldas.

Luego, la noche de navidad, pusimos los regalos bajo el árbol y dormimos apretados y nerviosos, mirando cada tanto de reojo los bultos en el suelo de nuestra habitación, donde hacía un calor inusitado para esa época del año cuando se llenaba de la luz del sol. Yo pasaba tardes enteras trabajando en los regalos, envolviéndolos con mimo y comprando paleles, tarjetas y lazos bonitos para adornar los paquetes, porque es una de mis tradiciones navideñas preferidas. El contenido siempre es lo de menos.

Lo que él me regaló de verdad las navidades pasadas fue mucha, mucha ilusión. Una vibración nerviosa en el vientre que aún persiste. ¡Ah, cómo me gusta! y ya nace, la siento a medida que los días se acortan y se vuelven más y más frescos. Se viene una época feliz, ya lo presiento..., aunque con él, ¿qué fecha no lo es?

domingo, 30 de octubre de 2022

The missing piece I need.

     Sé que este dolor tan preciso en el centro puro del pecho es porque te echo de menos. Como en una ruptura, ni siquiera puedo escuchar las canciones que solían unirnos; me refugio en recuerdos más felices y menos dolorosos, recuerdos sin intrusas, sin terceras partes. Memorias de ti y de mí encerrados en una casa demasiado grande para lo mucho que nos necesitábamos. Reconectando en el jardín en las noches cálidas, con dos Coronas por delante, rodeados del olor de la tierra recién regada y del silencio de un mundo expectante.

Dime, ¿qué nos ha pasado? ¿tú también piensas en mí?

Yo intento no pensar en ti. Duele demasiado

miércoles, 19 de octubre de 2022

Sí, ¿quién?

     A menudo revivo aquel primer fin de semana en mis recuerdos. Dios, qué nerviosa estaba. Me costó horrores manejar la expectación, la ilusión y la culpa en un mar de incertidumbre mientras disponía todos los detalles. Al menos estaba segura de estar haciendo las cosas bien, creando una sólida sorpresa, una primera vez para él..., para ambos.

Siento que es injusto que le dedicara una entrada tan escueta, demasiado preocupada por factores ajenos a nosotros dos.

Hoy por hoy, de ese fin de semana en Aracena me quedo con el magnetismo. Había algo indefinible y mágico que atraía nuestras pieles la una contra la otra en una sensación maravillosa. En la música o en el silencio, nuestros ojos se encontraban y la habitación se llenaba de electricidad estática..., los labios chocaban, los cuerpos se buscaban, y en un nudo apretado intentábamos expresar con placer aquello para lo que no nos daban las palabras. Incluso cuando era físicamente imposible seguir, nuestros poros parecían anhelarse a cada segundo que no estaban llenos el uno del otro.

Ah..., casi dos años, ya. ¿Quién lo hubiera dicho?

domingo, 16 de octubre de 2022

Links

     No me sentí más joven la noche del sábado, con la copa en los labios y la cabeza difusa por el alcohol. Al contrario: me sentí más mayor si cabe, más cansada, más anhelante de dormirme temprano y ver amanecer que de imitar a mis amigas, que perreaban, bailaban, y compartían besos hambrientos con sus rolletes. Tenía razón al afirmar que eso ya no me atrae y me sentí aliviada: no es que me sintiera vieja en casa, con Diego; no me sentía vieja en absoluto, en realidad. Solamente necesitaba un respiro, un descanso.

Casi paradójicamente, fui de las que más aguantó despierta. Dormí poco y mal, me sentí sola sin su cuerpo cálido a mi lado, sin el pulso constante y sólido de su corazón bajo mi oído derecho. Finalmente terminé por desvelarme en medio de una madrugada silenciosa y fría como una cuchillada en mi rostro caliente y salí al porche, si es que aquella antesala enlosetada podía considerarse como tal, temerosa de que mis incesantes vueltas en el saco de dormir terminasen por despertar al resto en el dormitorio comunal.

La cachorra de gato calicó se levantó de la silla de plástico donde estaba enroscada y se me acercó ronroneando. No podía tener más de dos meses, aunque parecía un poco más grande entre todo aquel largo pelo tipo pompón; el rostro era dulce y armonioso, el intenso patrón coloreado no se parecía más que vagamente al de mi gata, pero por algún motivo, sus hermosos ojos verdes me recordaron a ella y me hicieron sentir en casa. Era una auténtica beldad que encandiló mi corazón desde el primer vistazo. ¿Dónde estaba su mamá? me pregunté mientras la acariciaba, dormida ya sobre mis piernas. Podía sentir sobre mí los ojos adormilados de los otros cachorros menos amigables de la manada; la gatita se estiró felizmente buscando mi mano y supe que estaba hecha para mí. Era mía como lo era Leia..., ¿o acaso era yo suya?

Es cierto que no me gustan demasiado los animales, pero cuando ocurre esa conexión mágica, son más familia de lo que cabría esperar. Ocurrió por primera vez con Matcha, a quien siento mío, aunque esté a decenas de miles de kilómetros de mí. Ocurrió con Leia, que me robó el sentido con sus ojitos ciegos y su pelito despeluchao con apenas seis semanas de vida. Ha ocurrido con Padme, a quien acariciaba y abrazaba contra mi pecho mientras un amanecer tardío pintaba acuarelas en el cielo de otoño.

viernes, 7 de octubre de 2022

Veneno.

     Se marchó. No se llevó con él la culpa, sin embargo.

No sé qué palabras dedicarle a una criatura que, en un sentido práctico y legítimo, no formaba ya parte de nuestras vidas. Más lágrimas le he dejado de las que yo misma pensé.

Puedo jurar que sentía que la calle era su sitio. Su libertad, sus cielos abiertos. Alimentado, acompañado y (quiero pensar), feliz. No debió morir como lo hizo, entre cuatro estrechas paredes blancas, sedado y con un un gotero enganchado a su patita derecha. No lo supo, pero lo acaricié por las veces que no me dejó hacerlo, y por papá, que no estaba allí.

A decir verdad, me vi muy sola. Me sentí muy sola. No supe pedir ayuda, pero lo cierto es que la necesitaba.

Rígido, espasmódico, con la lengua extrañamente inflamada y marrón fuera del morro, él me miró fijamente como si me viera de verdad, todo pupilas, y su corazón se apagó, llevándose los temblores. En menos de dos minutos ya estaba flojo y frío, en mis brazos.



Bueno, Do. No te quise como debería, pero tampoco me dejaste muchas opciones. Siento que fuera yo, y no papá, quien te sostuvo por última vez. Espero que te llegara su amor a través de mí. Siento no haberlo sabido hacer mejor, perdóname. Espero que haya más allá, para poder sentir que de alguna manera sigues vivo, y espero que estés donde estés seas feliz.

Adiós.

sábado, 1 de octubre de 2022

Sentido

 ¿Qué más puede ofrecerme la vida, cuando cada día es más duro vivirla?

Las sensaciones son solo eso: estímulos efímeros de placer, dolor, curiosidad o nervios. El mindfulness ha tenido a bien dejarme toda una colección de sensaciones en las que sostener el peso de los sentimientos y emociones que me faltan.

Sin poder ponerle nombre al peso opaco que me atormenta en el pecho, la realidad más tangible es que en estas fechas me voy a dormir deseando que sea la última vez, con la satisfacción plena de quien ha comido suficiente y tiene el estómago lleno. No en paz, pero sí con ganas de no empeorarlo más. Luego me despierto enrarecida, decepcionada ante la luz de un nuevo día, pero decidida a seguir buscando sensaciones con las que justificar el paso de las horas.

Así, se me va la vida. Una nostalgia engañosa pinta un gran trampantojo de pasado feliz con recuerdos artificiales creados a partir de fotos edulcoradas y textos de motivación. Consigo mentirme a mí misma y, en mi deseo de retroceder, siento miedo y desidia de mirar hacia adelante. ¿Qué experiencias me quedan por vivir y motivan que siga empujando las ruedas de este pesadísimo mecanismo? ¿Ser madre?
Solo se me ocurre una respuesta. Dulce como su sonrisa o el brillo de sus ojos. Solo siento el profundo y anhelante deseo de robar un día tras otro a su lado. De algún modo, su mera existencia acabó por darle sentido a todo.

lunes, 19 de septiembre de 2022

Rock your baby sis

     Un niño le canta a su hermana recién nacida, poniendo su pequeño pie bajo la rueda del carrito para mecerla. Dos niños jugando en una alfombra con diseño de entramado urbano. Dos niños jugando con Warhammer del Señor de los Anillos, pintándolos a mano mientras escuchan SoaD, siempre juntos. Dos niños jugando a la Playstation 1, 2, luego 3 y, por último, 4. Dos adolescentes en una habitación de estudio: el juega al ordenador, ella le lee. Dos jóvenes en la misma habitación, él le toca el piano, ella duerme.

Creo que una de las mejores cosas cuando te haces mayor junto a tus hermanos es disfrutar de cada uno de los planes según van cambiando. Una no lo espera mientras lo vive, pero un día se encuentra tomando un café con su hermana, o yendo a la ópera con su hermano y piensa, contenta, que es un gusto.

También piensa, en las veladas menos agradables, que nunca se verá sola o sin ellos. Cuando tres chiquillos asustados lloran cogidos de la mano, una no se espera que ese vínculo pueda verse amenazado jamás. Cuando tres adultos duermen apretados en el mismo sofá por no verse solos, la conexión parece de hierro, dura, fuerte e inmutable.

Pero hasta el hierro se puede oxidar y corromper. Una se toma un café en la terraza del piso de su hermana y se pregunta qué ha podido pasar para que su hermano no quiera verla ni hablarle. Una medita sobre lo que ha hecho mal. Piensa en sí misma, en la niña que fue, siempre persiguiendo a la persona a la que más admiraba y quería sobre la faz de la tierra. Ahora todo ese mito fundacional, ese origen de lo que ambos eran, se ha desplomado. Resulta que solo era humano y, como buen humano, se equivoca. Ella ya no puede admirarle como solía, pero sí que puede dolerle y añorarle.

Porque una parte de ella todavía es una niña y solo quiere que la acunen.

sábado, 17 de septiembre de 2022

The gathering

 Same people, same setting, eight years later. It's hot and the school grounds are boiling.

It's pretty easy from a few interactions that dynamics are pretty much the same as well. Even tho a lot of us are missing.

A couple of words here and there. What are you doing now? What did you study in the end?

Same sense of failure.

A Porsche was parked right on the gate.

viernes, 16 de septiembre de 2022

Mindfulness.

     Todos los psicólogos parecen tener una extraña obsesión por eso del mindfulness, la terapia de la mente consciente de sí misma y de su entorno y bla bla bla. Solo escuchar el término ya me da una pereza inconmensurable. Solo de pensar en tumbarme boca arriba, respirar rítmicamente y contraer y relajar los músculos..., ya empieza a picarme todo, desde la raíz del cabello. Siempre me han parecido chorradas de yoguilates wannabes, pero...

Pero resulta que no. Dos técnicas se suman a mi abanico de estrategias antiestrés: centrarme en el aquí y ahora (qué va bien, qué me gusta de este momento, qué cosas me causan bienestar) y trasladarme mentalmente a mi lugar feliz.

Así que ya sabes, es posible que no responda. Si me ves con la mirada perdida, probablemente es que estoy chapoteando en la piscina natural de Punta Mujeres, bajo el sol suave de principios de otoño, soñando quizá con el paisaje espinoso, negro y verde de Lanzarote y saboreando una patita de pulpo antes incluso de la hora de comer. Si me necesitas, allí estoy. Por qué no.

sábado, 10 de septiembre de 2022

Ca-ca de cambios.

 La vida parece bullir dentro de mí, pero también lo hace el miedo. Como soy una mujer segura de mí misma, no estoy acostumbrada a renegar de mis decisiones; pero me asustan las expectativas. ¿Dónde estaré dentro de 5 años? ¿a quién decepcionaré si no cumplo con lo que esperan de mí?

La respuesta está tan clara que no sé cómo decirla en voz alta.

Se avecinan cambios. Lo sé porque me siento incómoda conmigo misma por primera vez en un año. Con ganas de que cambien las cosas. Con iniciativa y voluntad. Buscando, mirando, obviando la inercia de seguir el camino establecido. Pero aún no sé qué quiero hacer y me asusta que cambiar de rumbo signifique que voy a tirar por la borda todo el trabajo de los últimos siete años de mi vida.

Por otro lado, el mes de agosto ha supuesto un terrible salto atrás en mi proceso de recuperación. No pasa nada, nadie dijo que fuera fácil... o lineal. Ahora me esperan varios meses muy complicados: tiempos de asumir toda la carga. La mía, la suya y la ajena. Va a ser muy duro, pero necesito demostrar que soy capaz de hacerlo. Necesito sentirme fuerte, firme, segura, fiable y fuente de apoyo. Necesito sentirme necesitada, más que protegida.

Ha llegado la hora de volver a ser adulta.

¿Soy lo suficientemente valiente?

viernes, 19 de agosto de 2022

El primer cambio: 12 de noviembre de 2020.

     Si lo piensas, no tendría mucho sentido que me despertara la mañana del 13 de noviembre de 2020, porque entonces el grueso de los acontecimientos ya habría sucedido durante la madrugada de nuestra primera conversación.

Así que me sitúo en el 12 de noviembre, un jueves cualquiera sin mucho que contar. Me despierto a mediodía con la melodía impertinente del despertador y los ojos hinchados de haber dormido poco. Me tomo unos instantes en la cama para hacer memoria de las cosas que tendría que hacer este día, pero es una época tan confusa para mí que termino por consultar el móvil con un deje de sorpresa -¡wow, mi viejo Xiaomi! - para verificar, aliviada, que no tengo clase hoy. Qué conveniente. Una notificación de Twitter con una "exclusiva" del diario El País tiene la amabilidad de recordarme todas aquellas pesadas normativas de desplazamiento COVID como el toque de queda y la pared invisible que desconectaba los municipios entre sí.

Me levanto con energía, aunque el frío me sacude rápidamente los huesos.

La cocina huele a un guiso cálido y reconfortante para un otoño inusualmente frío. Mi padre, solícito y dulce como solo él sabe ser, me sirve un cuenco humeante de un puchero denso, oscuro, donde nadan patatas, zanahorias en abundancia y unos tímidos fideos coronados por una porción generosa de taquitos de jamón picados a mano en ese mismo instante. Me asalta la nostalgia mientras saboreo la cocina casera y me siento mimada; aunque no es que no esté acostumbrada a los mimos, la verdad.

Sobre la mesa de la cocina, la pantalla del móvil se ilumina con una notificación de WhatsApp de mi ex novio. Ah..., él. Daño colateral. Compruebo con irritación que el móvil va a pedales cuando abro el mensaje:

- Hola, mi vidita bonita

Acompaña el texto con un montón de emoticonos de monos, pollitos, koalas y corazones lilas y verdes. Qué empalague, joder. Al menos la ortografía es impecable, gracias a mis interacciones durante los últimos cinco años. Sigo leyendo:

- ¿Qué tal tu descanso? No he querido hablarte antes por si te despertaba, mimi.

Todo él suena tan sumiso, tan blando que pongo los ojos en blanco; pero vagando un momento por mis mensajes anteriores me doy cuenta de que yo también... ¿era? ¿soy? así. No sé qué tiempo verbal usar, la verdad.

Valoro la situación. Mi mente tiene 25 años, para mí ya han transcurrido casi dos años sin saber nada de él y sus palabras no despiertan nada bueno dentro de mí. Sin embargo, sigo sin querer hacerle daño. Después de muchas dudas y unos cuantos intentos, envío un mensaje que me suena poco comprometido:

- He dormido bastante bien, gracias. Como esta noche no trabajo, he decidido levantarme un poco más temprano, a ver si luego puedo dormir algo. - Suena muy seco. Inserto una carita feliz - Ahora voy a relajarme un poco y a hacer algo de ejercicio.

Bloqueo el móvil. Sé que me va a decir que me quiere con toda su alma, que me echa de menos, porque mi yo de hace dos años ya comenzaba a distanciarse, a contestar menos, a ser más seca. No sabría qué contestarle, aunque me apeteciera.

Las cosas son distintas a cómo las recordaba, o quizá es que he borrado algunos detalles de mi mente y ahora los redescubro con especial cariño. Mi madre ha decidido que no quiere vivir encerrada en su habitación y baja las escaleras reptando a culazos para instalarse en el salón, como cuando yo era pequeña, lo cual me devuelve una calidez desconocida. Ahí será donde dentro de unos días le confiese que estoy enamorada de otra persona, llorando contra su regazo.

Por otra parte, vivo en casa, lo cual ya es un cambio bastante grande. Mi cabeza está ya habituada a otros bioritmos, pero no pasa nada, es como estar de vacaciones o algo. Un cambio extraño, temporal pero no malo. Vivo con mi hermano y no hay cuñada a la vista, esa es otra cuestión, y una parte de mí se muere por enterrarse con él en frente de la PS4 con su plaid suavito y marrón de toda la vida.

Pero no es momento para eso. Tengo un recuerdo precioso que revivir y quiero hacerlo bien.

El resto de la tarde lo dedico a acicalarme. Me atuso bien el cabello, que comienza a crecerme más allá de las clavículas, de modo que pueda dejarlo suelto, porque sé que a Diego le gusta. Me pinto las uñas del mismo profundo color granate que aquella vez, para que se imagine en algún momento que dejo surcos rojos en su espalda mientras gozo bajo su cuerpo. Mientras lo hago, no dejo de recordarme que él está realmente pillado por otra mujer ahora mismo y no me verá de esa forma, pero tampoco sobra. Incluso me maquillo un poco, con naturalidad y mimo. No fue difícil eliminar a la competencia entonces y no creo que ahora lo sea más; lo suyo hace aguas casi desde que la cosa empezó.

Ale vuelve a escribirme a eso de las ocho para recordarme que me quiere, y la incomodidad que siento me gana la partida. Cojo el teléfono y tecleo rápidamente, casi sin pensar:

- Oye, escucha, sé que no podemos movernos en teoría, pero mañana he pensado en ir a tu casa por la tarde. ¿Te viene bien?

Escribe. Para. Escribe. Para. Puedo sentir su angustia, pero ahora no cargo con un remolque de culpa.

- Vale. ¿Pasa algo, baewiwi?

Me muerdo el labio. Decido ahorrarle un poco de sufrimiento con una mentira piadosa:

- No, solamente quiero verte. 

Unas horas más, y el peor error que he cometido en estos años se esfumará ante mí como humo. Sin dobleces, sin mentiras: he conocido a otra persona y quiero romper. Lo siento, pero se acabó. No me escribas más. ¡Y a volar!

La tarde se esfuma y yo espero impaciente a que lleguen las dos de la madrugada, con un pijama bonito y algo descocado que ofrece mis clavículas y parte del pecho a la vista, y bastante más a la imaginación.

Las 02:17. Envío un mensaje al grupo de trabajo deseándoles buena noche y, apenas unos segundos más tarde, recibo una notificación de "Diego TM" en mi móvil recalentado:

- Como te vea despierta te deniego todos los dlf que pidas

Y caritas que se ríen. Me muero por verle. Él no lo sabe, pero añoro su risa rebotando en las paredes de nuestra casa, su voz gimiendo contra mi cuello, riñendo a la perra por vete tú a saber qué, diciendo que me quiere. Pero este hombre aún no sabe que me querrá mucho y dentro de muy poco; es hora de acelerar las cosas.

- No puedo dormir. ¿Te importa si te hago compañía?

- Claro que no, peque.

Y un guiño. Es mi señal. Pulso el icono de la cámara e inicio una videoconferencia con el corazón en un puño. Dos segundos más tarde descuelga y me recibe un rostro moreno y sonriente, el cabello algo largo y despeinado, a juego con la barba, y una camiseta gastada de Super Nintendo. Así y todo, ahora mismo es lo más bonito que he visto en mi vida; pero me trago el latido desaforado que me llena la garganta y esbozo una sonrisa que espero no sea demasiado trémula. Y me lanzo:

- Después de anoche, tenía ganas de verte.

Sonríe. Nos queda mucho por recorrer, pero eso él aún no lo sabe.

lunes, 15 de agosto de 2022

Hablemos de "do overs"

     La nueva novela de Elísabet Benavent es tan aburrida y predecible como todas las anteriores, pero ligeramente más fantástica, más inverosímil. Comienza con Tristán rompiendo con la protagonista, Miranda, después de una relación de cinco años que hace aguas porque ella está demasiado centrada en su trabajo.

Cuando Miranda se va a dormir esa noche, no comprende qué ha pasado. Sigue locamente enamorada de ese hombre, resentida porque él haya "dejado de quererla"... ¿o hay otros motivos?

Miranda se levanta al día siguiente en 2016, cinco años atrás, justo en el día que conoció a Tristán. Si actúa diferente, ¿cambiarían las cosas? no es eso lo que me interesa. Miranda comienza a saltar en el tiempo, y cada día que se levanta, lo hace en una fecha diferente, un día señalado en su historia con el hombre al que ama.

¿No es interesante la idea de un do over? ¿qué cambiaría yo en mis actos si comenzara de nuevo, un 12 de noviembre de 2020, con la cabeza de una mujer de 25 años y sabiendo ya lo que va a ocurrir?


Bueno, creo que voy a dejarme llevar por la ficción. Probemos a ver qué ocurre. A lo mejor si la situación se diera de verdad no haría esas cosas, pero por ahora me aburro y me apetece imaginarme escenarios nuevos para una vida que ya he vivido..., ¡en las próximas entradas!

sábado, 13 de agosto de 2022

Sacadme de aquí.

La mujer de la cama de al lado se muere ante mis ojos, y sus hijas no la soportan. Sus quejas, al ritmo de sus expiraciones, hacen eco en el pecho deformado por las fracturas. Tiene 85 años, se está ahogando bajo mi mirada, bajo la impotencia y la irritación de su propia familia. Se pone azul y rígida por momentos. La saturación cae en el monitor.
A ratos parece que intentan llorar y a ratos parece que tratan de no hacerlo. No lo comprendo. Esto debería ser íntimo, pero siento que las estoy violando con mis miradas de reojo y mi oído involuntario.
No sé cuántas veces he recorrido las siete baldosas y media del ancho del pasillo en los últimos 4500 segundos, pero lo suficiente como para memorizar el patrón del linóleo. Huele a heces, a comida precocinada, a senectud, a medicamentos amargos, a sudor... Y ahora vuelve a oler a muerte. Se me revuelve el estómago; al respirar se me pega la mascarilla sudada a los labios.
Qué asco.
Es como estar en una novela de Millás.
Suplico egoístamente que muera ya, que se calle, que descanse... Y que deje descansar. A su gente, a la mía. A mí también, qué coño. Soy lo peor.

Ojalá mi madre no muera en este sitio. Hace dos días parecía una opción muy real, pero..., ojalá que muera en su cama, en su casa, abrazada por las personas que la quieren. Ojalá poder decirle que la quiero todos los días, y también en ese momento, para que se vaya con amor, con humanidad.

jueves, 4 de agosto de 2022

Embotamiento.

     Y en algún momento, la situación mejoró. No digo que fuera fácil, cómodo o que no requiriera esfuerzo, pero poco a poco las aguas se calmaron. Llegó un día en que pude afrontar la vida sin una sola lágrima, y me sentí un poco más fuerte. No lo fui menos cuando sí necesité llorar, ojo, pero fui capaz de observar las cosas desde una perspectiva diferente al dolor y al enfado, y eso me trajo nuevas emociones. Poco a poco, mis emociones dejaron de escapar a mi control, dejaron de ocultarse y de salir disparadas en todas direcciones sin permiso, sin tiempo, sin modales.

Y aquí estoy, avanzando sin saber muy bien cómo. Haciendo cosas diferentes, a ver si obtengo resultados distintos. Enfrentándome a cosas que nunca había contemplado. Hoy las emociones me asaltan casi por sorpresa, pero yo me alegro porque son comedidas y me muestran patrones de colores diversos. Rojo, verde, amarillo, azul. La ira, la alegría, el estrés, la calma. Soy capaz de sentir diferente, sin acolchados, sin mirar el mundo como muy por debajo del agua.

Puede que mañana las cosas cambien y vuelva a sentir que la vida no tiene sentido ni razón de ser, puede que decida que todo esto es una pérdida de tiempo y vuelva a las andadas. La recuperación no es lineal, espero poder perdonarme muchas de las cosas que tengo pendientes antes de la siguiente recaída. Por ahora quiero seguir luchando para descubrir qué nuevos sentimientos me trae el mañana.

martes, 26 de julio de 2022

Sweat and greasy food

     Cuando menos me lo espero, la audiencia desaparece y el sonido llega como a través del agua, opaco y turbio. Sin saber por qué, no pude apartar la mirada de la postura familiar del bajista: encorvado sobre el instrumento, sujetando el mástil con el brazo izquierdo, los dedos índice y corazón de la mano derecha como una garra lacia sobre las cuerdas. 

Aunque no se parece en nada a nadie que conozca, la escena me transporta a otra época, otro lugar, otros olores, otras personas y otros sentimientos. Respiro profundamente el olor a sudor y comida grasienta, quizá sea lo único que el recuerdo y el presente tengan en común. Hay un eco de aquella admiración en mi pecho, sin saber dónde posarse, sin encontrar destinatario.

Y justo cuando sentía que ya no había nada que pudiera doler ni siquiera un poquito, un músico aleatorio de un bolo casual me devuelve, de una bofetada, a un concierto cutre en un escenario destartalado de Los Rosales, en el verano de mis 18 años.

domingo, 24 de julio de 2022

Faulty forgiveness.

      Me ha pasado muchas veces. Prácticamente toda mi vida, en realidad, con casi todo el mundo; ya no sé si puedo seguir dándole vueltas a lo que pasa, a los qués, cómos, cuándos y dóndes de la vida. A si soy yo o son los demás, a lo que podría cambiar, a lo que he hecho mal; ya no puedo detenerme más en los pormenores porque no tengo energía para seguir sintiéndome sola, culpable y defectuosa. Quizá es un buen punto de partida para empezar a abrazar la soledad, que nunca me había molestado y no creo que comience a hacerlo ahora.

Con esto no quiero decir que vaya a cerrarme a absolutamente nada; No pasa nada por querer vínculos sanos con otras personas, por querer tomarme unas copas con unas amigas una noche perezosa de verano. Tampoco puedo obligar a nadie a que quiera estar conmigo: solo puedo esperar a que llegue alguien que quiera. Como dice mi hermana: más vale sola que mal acompañada. Mientras, es un buen momento para aprender a aceptar la situación y perdonar.

Siempre consideré que era una tontería perdonar a quien nos había dañado, pero a la luz de los recientes acontecimientos, tiene algo de liberador. Algo de egoísta, incluso. Hay una paz muy nueva - y muy frágil aún - en ser capaz de abandonar la pena y el resentimiento, de quitarse la piedra de encima y pasar página. Hoy elijo no arrastrar sufrimiento por lo que otros han hecho (o por lo que no). 

Por mi bienestar, hoy perdono..., pero no olvido.

martes, 5 de julio de 2022

Exigencias.

     El cuerpo me suplica que pare y yo no le escucho. Mi mente parece inflamarse, como un ente físico, dentro de mi cráneo, pero yo la ignoro. Me duele el pecho al respirar y, sin embargo, me esfuerzo por pensar en otra cosa.

Es cruel, pero no tengo más remedio. O quizá esto solo es una excusa barata y sí que tengo todo el remedio del mundo, pero no me da la gana poner límites..., sí, quizá eso se acerque más a la realidad.

Me aferro a las definiciones y los símiles porque siempre me hacen sentir mejor.

Correr con una pierna rota.

jueves, 30 de junio de 2022

what's the appeal?

     En la situación más bizarra de la historia de las situaciones bizarras, me vi tomando cerveza con un montón de gente a la que solo había visto sudando sobre bicicletas estáticas y cuyos nombres, en el mejor de los casos, mezclaba entre sí. 

Mi vecino se había pasado bebiendo, o eso aducía él, y me contaba escabrosas batallitas sexuales desde el asiento a mi derecha porque "todos tenemos ojos e imaginación". Yo le di la razón calladamente porque sabía que no llegaríamos a un acuerdo, pero lo cierto es que no lo comprendía. Cómo alguien puede decirse locamente enamorado de una persona y admitir que se masturbaría pensando en correrse en la boca de otra a la que encuentre atractiva. 

Quizá sea que estoy mal, rota, que no tengo el deseo sexual bien o no siento las cosas como debiera sentirlas..., pero lo cierto es que estoy intentando imaginármelo y no consigo crear una imagen agradable. He escogido a personas que me parecen atractivas, he intentado recrear una imagen romántica o sensual en mi cabeza y lo único que ocurre es que acabo viendo a mi marido en todas mis "fantasías". Si no, si me esfuerzo en centrarme en un rostro o en un cuerpo ajeno, tengo que reconocer que la idea no me pone nada. En el peor de los casos, me resulta desagradable, grotesca. Me conozco, me sentiría tan insegura y triste que al primer beso sentiría ganas de llorar y de salir corriendo; a lo máximo que llego sin sentirme incómoda es a imaginarme abrazando a alguien en el "después", a alguien a quien me guste abrazar de normal y con quien no me sintiera tan rana.

Y eso es así. Me gusta mi atrofia mental, al menos ahora. Pienso en las manos de Diego, en su olor o en sus besos lentos y mi cuerpo responde al instante con manifestaciones físicas de deseo..., así que tengo que contenerme, porque son las tres de la mañana y mi niño necesita dormir. Tengo toda la vida para soñar y él para hacer realidad mis sueños.

miércoles, 29 de junio de 2022

Como sal.

     Hoy te encuentro un poco como el mar, ese ente natural y abstracto del que la humanidad se enamoró tan pronto como puso los ojos en él. Tan retratado, descrito, cantado, fotografiado y admirado, el mar. Pero no solo él, sino la vida que tiene lugar en sus orillas, las vacaciones familiares, los paseos a solas o las tardes de pesca. El mar en sus amaneceres, en sus atardeceres, en las tormentas de verano, el mar bajo una lluvia de estrellas fugares o alumbrado por los rayos cegadores de un sol de mediodía en verano. 

El encanto del mar es inefable, como tú. Indescriptible como el sabor de la sal, que lo potencia todo a su paso. No es tu apariencia ni tu personalidad, no son tus caricias sino un conjunto de todo; y yo, que siempre que me pierdo busco el horizonte brumoso y el olor a salitre, me agarro al océano que me acompañó en mi infancia y me sueño en los recuerdos que albergan tus orillas, mi amor...

martes, 28 de junio de 2022

Forgiveness.

    En ese momento, todas las emociones del mundo parecieron pesar como losas de toneladas de grosor. Las que había sabido expresar en terapia y las que no, las que llevaban 25 años cociéndose a fuego lento entre los abanicos y las capas de mi alma y las que eran tan nuevas como las tiernas hojitas blanquecinas del poto de la cocina; pero, especialmente, las emociones vulgares y oscuras teñidas de la frustración de las palabras mal dichas, de mas ideas mal expresadas y de las intenciones dañinas.

Él me abrazó y yo me quedé rígida, intentando soportar tanto peso sobre los huesos, pero rompiéndome. Conste en acta que todo lo que yo quería era devolverle ese abrazo y sentirme en casa, pero opté por los "no lo sé", por los silencios incómodos y por clavarme las uñas en las palmas de las manos. ¿No supe, o no quise hacerlo de otra manera? quizá el mundo de los sentimientos sigue muy verde para esta lengua mía que es muy torpe, muy joven, muy desagradable, muy intrépida, muy inmadura. Quizá estoy mejor calladita. Quizá él sigue teniendo razón después de todo y no puedo evitar ese impulso innato mío de hacer sentir mal a los demás, que es lo que mejor se me da.

Fingí estar mejor cuando una noche apabullantemente estrellada aplastó el calor húmedo que había coronado el resto de la jornada, pero lo cierto es que he decidido estar sola esta noche. Ni marido, ni gata, ni sueño, ni abrazo, ni amor. Sola para saborear toda esta amargura que sé que me merezco. Sola para asumir la ristra de certezas de sentirme tan como Ella, tan mezquina, tan egoísta, tan cínica, tan cruel, tan hiriente, tan malvada. Es agotador dejar de luchar y dar por cierto todo lo que alguien asumió de ti en el fracaso de los sueños rotos. Es agotador rendirse. No libera, no alivia. Es momento de aceptar que el mal también forma parte de mí.

Al final, en algún momento de la noche, me perdoné y me concedí un abrazo, uno solo y me marcharía. Su piel olía a hogar, su calor bastó para que esa persona parezca ajena, lejana como un sueño, como una vieja conocida. Puede curar cualquier cosa cuando me intuye cerca y me busca, como perdonándome él también sin saberlo.

domingo, 26 de junio de 2022

Never stop listening to our songs, will you?

     Conduciendo hacia Ayamonte y escuchando una lista de reproducción de popurrí de cosas semi olvidadas, empieza a sonar aquella canción con la que hace un par de años lloré tantísimo el final de una relación que, aunque no duró tanto como parecía entonces, se sintió doler toda una vida. Llevaba desde entonces cuidadosamente enterrada entre música más fácil de escuchar.

El corazón se me pone alerta, listo para doler en cualquier momento, pero la canción llega al segundo estribillo y, aunque tengo un nudito agridulce en la garganta, todo está bien. Yo estoy bien. Y me relajo.

Entonces me acuerdo de cómo una noche bajo una cúpula purpúrea donde las estrellas pasaban como fogonazos sin rozarnos, hablamos precisamente sobre lo que se sentía cuando volvías a escuchar una canción que te había acompañado en tu dolor. Yo, que ya me olía lo que se nos venía encima y lloraba sin saber por qué, pensé en ese momento que yo no quería que él me doliera en ninguna canción.

Pero de vuelta a mi coche recalentado, a mi equipaje desordenado y a mi escaso sentido del ritmo y la musicalidad, aquella tarde no pude evitar sonreír un poquito por dentro pensando en la de vueltas que ha dado la vida. La canción termina con mi pensamiento, dulce y fugaz, y sin haber dolido ni un poquito.

miércoles, 22 de junio de 2022

Más suya que mía.

     Había un poco de nostalgia, de anhelo. Creo que pensaba en nuestros comienzos cuando, el otro día, le supliqué con voz rota que me quisiera. No es que no me quiera o no lo demuestre, es que no era agresividad lo que me pedía el cuerpo en aquella ocasión mientras hacíamos el amor: creo que solo quería queme abrazara, cuanto más fuerte y más cerca mejor, y ralentizara el ritmo un poco. No quería manos en el cuello, palabras subidas de tono o epítetos guarros, era intimidad lo que necesitaba.

Hoy lo ratifico. No es insatisfacción ni aburrimiento, como yo me temía. No es cuestión de las rutinas, ni echo tanto de menos los juegos de manos y miradas y velas y encaje fino. Yo pensé que quería sexo, pero cuando nos desnudamos y nos abrazamos, ambos nos sentimos tan cómodos y seguros que terminamos por quedarnos dormidos en un nudo apretado y cálido. He comprendido pues que eso que me falta es tiempo para disfrutar de él y de nuestra intimidad, y por eso fantaseo tanto con hacerlo lentito y con mimo.

¿He comentado ya alguna vez cuánto me gusta su piel? Quizá sea que yo siento la mía más viva y despierta a su lado, como si encendiera mis terminaciones nerviosas. Él es mucha piel, una particularmente cálida. Me detengo a enamorarme de cada una de las mil pecas que le adornan los hombros como un chal de melanina. Me gusta que su olor sea fuerte y lo impregne todo con facilidad, porque solo así puedo reconocerle fácilmente en cada esquina de la cama, en la ropa y en mi propio cuerpo cuando me abraza. Su piel tiene la virtud de calmarme y de alojar un refugio para cada parte de mi ser: desde el rostro en el arco de su cuello, los brazos a su espalda, su mano en mi cintura, mi pierna entre las suyas. Un sándwich humano muy bien enredado, como los cables de los auriculares de antaño. Jamás pensé que podría llegar a sentirme cómoda con una persona tan cerca, tan tocándome, tan oliéndome, tan abrazándome y sintiéndome. Recreándose, incluso, en mí.

Mi piel nació para albergar su tacto, para delinearla con nuestro tatuaje, para recibir sus besos y para recordarle cuando no ande cerca. Mi amor.

Un poco más wiglú

     Acabo de presentar mi solicitud de empadronamiento en la sede electrónica del ayuntamiento de Umbrete (bendita tecnología). Hay algo de mágico en esta sensación tan gratificante de satisfacción..., como si una hipoteca y un contrato de compraventa firmado ante notario no fueran lo bastante oficial y vinculante, acabo de pedirle a un organismo oficial que reconozca que he abandonado el domicilio de mis padres y he comenzado mi propia familia aquí y hace casi medio año.

Cuanto más tiempo paso aquí, más me gusta esta casa. Cada día la siento más mía, más hogar, más refugio. He encontrado mis espacios seguros en ese salón que verá los momentos más felices de nuestras vidas, nuestras sobremesas, siestas, mañanas de navidad, primeros pasos, tardes de mantita y peli; y también en ese patio trasero, tan íntimo, recogido, fresco y tranquilo. No dejo de pensar con cierta melancolía que mis hermanos tenían razón: tan pronto como me instalara desearía ser madre. Siento el impulso, la ilusión que vibra dentro de mí..., pero lo aparto un poco, aún no, espera, déjame ser mujer primero, esposa, trabajadora y estudiante, y joven un ratito más. Deja que mi prioridad sea encontrarme, construir un hogar, preocuparme solo de hacerle la comida a mi marido y jugar a la ama de casa descocada.

Pasan las semanas por mí y también me voy enamorando del pueblo, de sus áreas circundantes de polvo y olivares, de las tiendas pequeñitas, los ricos productos locales, los paseos frescos y las calles amplias para correr en las noches frescas de verano. Umbrete, el calor te favorece con sus cielos abiertos y soleados. Me gustan las personas que te saludan aquí y allá con su aire de gente sencilla y amable que al principio me chocaba, como si hubiera retrocedido una década en el tiempo.

Este sitio y las vidas que me acompañan encienden las cadencias de ritmos felices y dulces dentro de mí. Aunque aún esté aprendiendo mucho de la vida, y cambiando cada día, y madurando poco a poco, estoy muy feliz con mi decisión. A veces paso delante de casas grandes y modernas y admiro su estructura, su tamaño o su belleza, y Diego se disculpa y dice que ya vendrá, que no me preocupe, pero lo cierto es que no quiero marcharme de este sitio. Soñamos breve pero intensamente con esta casa y ahora es nuestra, es nido, fortaleza... y Wiglú.

Desconexión.

     Perdóname, blog. Necesitaba desconectar de todo, también de ti. Necesitaba comprender por qué acudo a este refugio, por qué aquí me puedo expresar, aunque no seas humano, aunque acuda libremente a las personas de mi entorno. Necesitaba valorar por qué canalizar las emociones contigo es tan natural, incluso aquellas que no son de fácil evolución, como la rabia.

He comprendido que tengo que recurrir a ti con menos frecuencia, aunque le haya dado forma a mil entradas en mi cabeza estos últimos días. Por mucho que te necesite, por mucho que te eche de menos, quizá esta no es la forma más saludable del mundo de poner palabras a mi realidad. No tenerte a mi disposición me ha ayudado a identificar los problemas un poco más rápido, y a sentir la urgencia de transmitírselos a las personas a mi alrededor un poco antes, también.

Pero hoy te abrazo porque reconozco la paz en mi mente y me concedo este momento de serenidad y de reflexión para plasmar un poco de todo: de las vacaciones, de los problemas, de la calma, del aquí y del ahora.

Gracias.

miércoles, 8 de junio de 2022

Here's the truth, hear me out.

     Aquí está la embarazosa verdad a la que no sabía cómo darle forma, que no podía decir en voz alta y que ni siquiera se aplica a mí misma. Te pido que no me juzgues, ya es bastante complicado para mí esgrimir estas palabras tal y como son.

De manera lógica sé que el amor, en tanto compendio de deseo sexual, vivencias compartidas y reacciones químicas, es un fenómeno absurdo y maravilloso que puede suceder más de una vez en la vida con personas diferentes. Sé que ningún amor es más válido, auténtico o fuerte que otro y que no deberían valorarse en base a esos criterios; lo sé con todo mi cerebro, pero no con todo mi corazón. Por muy lógico y equilibrado que suene todo, yo siempre he sido una persona muy pasional...

Lo que quiero decir con esto es que tengo un modelo mental muy Disney - lo sé, blame the media - de amor único y verdadero. He leído sobre él, lo he visto, lo he descrito y lo he fantaseado. Yo misma pienso a menudo en esos términos: el amor de mi vida, el único, el verdadero y el definitivo. No quiero restar importancia a lo que hubo antes, pero de alguna manera mis certezas son así de descontroladas y siento que estoy viviendo una hermosa historia que solo acabará cuando deje de respirar.

Pero tan apasionadamente fantasiosa como soy, también me abruma la inseguridad de no ser tu Ella, así, en mayúsculas, porque no hay nada más doloroso en la conceptualización del amor imposible que, además de no recíproco, sea el definitivo. Y supongo que, de manera inconsciente (o no), desdeño las equilibradas explicaciones y narrativas de dos personas que han pasado media vida juntas y ya no son compatibles; es mucho más romántico pensar que esa mujer era tu Ella, pero tú no eras su Él.

Por tanto y como consecuencia casi reglada en las secuencias del amor único, tú la amarás toda tu vida y siempre llorarás su pérdida. Todo lo demás serán su marca blanca, planos sustitutivos del plato fuerte, como una barrita de Bicentury. Y ahora, el amor de tu vida se casa con alguien que no eres tú, reciclando vuestros planes de boda con un anillo idéntico al mío. Sería lógico que te doliera, tendría sentido que no pudieras pasar página. La has llorado durante años, la has añorado y has sufrido sus desdenes, sus conexiones con terceros, temiendo que encontrara a su Él..., y ahora ese momento ha llegado.

Así que ya lo ves, tremendo peliculón me he montado en mi cabeza. ¿A que mola? No tiene ningún sentido, considerando todo lo que te esfuerzas, te implicas y me quieres, pero nunca se me ha dado bien buscarle el sentido a las cosas, y por eso, amor de mi vida, a mí me afecta más que a ti. Esto es lo que te ha tocao.

jueves, 26 de mayo de 2022

What we were.

     Casi no recuerdo la última vez que escribí sobre lo que fuimos. Curiosamente, quizá ni siquiera se me hubiera ocurrido pensar en pasado si no fuera porque, hace un par de días, decidí abrir un paquete de un descafeinado especial que nos trajeron unos amigos de Cataluña y, casualidades del destino, acabé subiendo una foto de agradecimiento del contenido vertido en una taza de cerámica blanca con un koala.

Esta taza fue una de las últimas cosas que él me regaló y una de las pocas que sigo utilizando en el día a día. Tengo que confesar que me encantan sus formas redondeadas y su diseño simple, no tiene gran cosa, pero aún así me gusta, le tengo cierto cariño ya desprovisto de las connotaciones que solía tener como regalo.

La cuestión es que mi marido me llamó la atención sobre el hecho de que hubiera escogido precisamente aquella taza para subir una foto a una red social pública. ¿Y si él la ve? me preguntó. Bueno, al margen del hecho de que técnicamente no puede - mi cuenta es privada -, supongo que la realidad es que me importa un rábano si la ve o lo que piense. Quiero pensar que recordará una de las últimas peticiones que me hizo y se sentirá contento de que haya honrado sus deseos en cierta medida.

Ahora que estoy utilizando la misma taza para degustar un té caliente (Portuguese Delight, regalo de mi esposo), en el fresco tranquilo de la noche, me tomo un instante para reflexionar sobre el hecho de que hoy habríamos hecho seis años juntos. Lo había olvidado completamente, pero he cogido la agenda un momento para cerciorarme de que hoy es veintisiete de mayo. Una yo de hace mucho tiempo, tanto que ni lo recuerdo, escribió una sencilla pregunta en este día: when will I move on? Y hoy, al fin, me siento en la potestad de responderme a mí misma: Eventually, you did.

Lo cierto es que sí. Los matices se emborronan, lo malo queda como una sombra de regustos amargos y tañidos sorprendentemente lejanos; lo bueno se convierte en un bonito cuento mitificado de un tiempo dulce y amable que ya nunca rescato para releer. Como una película hermosa pero triste que sabes que es mejor que saborees tal y como la recuerdas, que es mejor no verla de nuevo. No esperaba que ocurriera tan rápido, pero lo cierto es que he tenido ayuda.

Hace tiempo que no pienso en lo que fuimos porque ya no tiene sentido. Ya no impacta en mi vida de ninguna manera, ya no existen nostalgia, resentimiento ni dolor, solo difusas lecciones aprendidas.

miércoles, 25 de mayo de 2022

I shall not let go.

     He vuelto a soñar con ella.

Un sitio desconocido y salvaje, con un horizonte montañoso plagado de elevados abetos. Un paisaje inundado: ríos descontrolados de espumas blanquecinas y batientes que doblan los gruesos troncos y las ramas tiernas.

Tengo miedo, un miedo atroz, pero me lanzo a la corriente, porque diviso su figura. Es un sueño, pero sé que la he estado buscando. Aunque mis extremidades y mis pulmones se pelean con la ferocidad del amor contra los tirones arbitrarios y bruscos del agua embravecida, tardo un rato en alcanzarla. Para entonces estoy helada, y ardo, y todo duele; me sorprende que no se me parta en las manos como una ramita quebradiza y seca.

Su cuerpo se estaba hundiendo en ese frío blanco y espumoso que lo llena todo. Me pregunto con desesperación dónde está papá, ella me responde con una calma resignada y triste que me hiela la sangre en las venas, y de alguna manera sé que tengo poco tiempo. No solo aquí, y ahora, sino siempre. Siempre tengo la sensación angustiosa de tener poco tiempo. El miedo quema más que el agua, más que el cansancio, casi tanto como la pena que me sobrecoge cuando la miro, cuando la escucho, cuando la toco. Incluso este mundo extraño es un gran desconocido sin su cuerpecillo hundiéndose en las aguas.

Pero la remolco. Tengo la sensación de que todo es más gris, pero no paro y la llevo conmigo hasta aguas más calmas, donde espera papá con el rostro cansado y preocupado. Su mirada dice una vez más que tengo que prepararme y ser fuerte; ella en mis brazos parece inerte cuando la llevo conmigo dentro de una estructura de paredes blancas y combadas, todo moderno y aséptico, como uno de esos hospitales privados de las películas americanas. Él dice que la ha estado buscando, que ya es momento de llevarla con su hermana, Gloria. ¿Quién narices es Gloria?

No debo soltarla, no debo soltarla, no debo soltarla.

viernes, 20 de mayo de 2022

The office?

     Durante varios días me cuestioné si era buena idea publicar una entrada de este calibre, pero mi ansiedad me lo pide, así que aquí estoy. Hay algo de miedo y mucha inseguridad en mis palabras, pero en ningún caso es la desconfianza lo que me hace tener un nudo en la garganta a cada momento que doy vueltas a ciertas imágenes mentales, sin llegar a nada, sin éxito, sin consuelo, sin sazón.

    Hay algún recuerdo de otra época y un poco de imaginación. Él no es responsable de ninguna de las dos cosas: ni de su pasado, ni de mi locura. Hay una vaga idealización, una imagen de un Él joven, fresco y estilizado, con el aspecto fresco que tenía antes de que las responsabilidades nos cayeran encima, con el pelo de punta, la barba perfilada, un polo blanco impecablemente limpio y esos vaqueros que me hacen bizquear de tan bien como le quedan. En mi cabeza están su sonrisa socarrona de niño malo, su porte seguro y sensual, ese olor que desprende su piel del que nunca tengo suficiente; pero también hay una camisa negra entallada y arrugada, marcas de besos en el cuello, ojeras de desengaño y restos del perfume dulzón y hortera de otra mujer.

    Tanto es así que esta suerte de collage de imágenes del pasado y de un potencial futuro se han infiltrado en mis sueños, creando imágenes confusas en el territorio limítrofe entre la bruma y la pesadilla, y, desde hace días, me acosan cuando cierro los párpados. Quizá sea por eso por lo que no puedo dormir. Mi corteza cerebral emite una película coreada por tañidos ansiosos, una en la que yo vigilo tras un cristal, aferrando el volante con nudillos blancos, y un montón de mujeres tersas y voluptuosas se le insinúan desde cerca con pestañas de plumero y bocas mullidas.

    Pero, ¿qué está más cerca de la realidad? aunque solo el tiempo puede decirlo, es probable que el teorema polo-vaquero sea acertado. Seguramente incluyamos en la ecuación mi bolsita azul, esa que me llevaba antes al trabajo, con tuppers de la comida que le prepare por la noche, durante mi turno. Si atiendo a su estado de ánimo, es probable que esté irascible e impaciente con las personas de su entorno...al principio. Quizá, aunque quiera ocultarlo, esté un poco aliviado en el fondo. Y me arriesgo a decir que no tardará en mostrarse bromista, risueño, encantador como él es, enamorando a todo el que le escucha en su indefectible despliegue de carisma..., a mí, que no estaré vigilando tras ningún cristal, incluida. 

lunes, 16 de mayo de 2022

Hearts and rainbow, and a little penguin tattoo.

     Sentada sobre una sábana de papel, en una camilla. Una sensación como un arañazo lento y caliente en el tobillo, y él de pie junto a mí con su mano entre la mía. Le contó a la tatuadora cómo empezamos y vi sus ojos brillar como el primer día que me arrojé a sus brazos, como el día que firmamos el contrato de alquiler, como el día que clavó la rodilla en el suelo para pedirme que me casara con él o cuando atravesamos el umbral de nuestra "nueva" (nueva para nosotros) casa.

Con él todo es ilusión, todo es alegría. Mi hermano me señaló el otro día que me quiere "como ha visto a pocas personas querer". Como papá y mamá se quieren, con adoración de la que te hace vomitar corazones y arcoiris. Es lo que yo siempre quise tener con alguien, y es real, y es nuestro, y es perfecto.

Y sin embargo, a veces dudo. Tengo una insidiosa vocecilla en la cabeza, una muy muy cabrona, que hace su aparición estelar cuando estoy atravesando un mal momento, como ahora. Esa voz dice que soy un último recurso, un accesorio para conseguir las cosas que le han enseñado a querer con otra persona. Soy un parche, algo temporal, y cualquiera le habría servido. 

No es real, evidentemente. La evidencia de que haría cualquier cosa por mí... cualquier cosa que yo quisiera... es abrumadora. Esto es solo una manifestación como otra cualquiera de mi escasa autoestima. No es real, pero me da miedo, porque a veces hasta lo irreal puede ser doloroso.

Esa canción que me recuerda a ti

You came

I guess you could say out of the blue

And still

I smile

Because I am surprised

How something so beautiful could arrive in my life


For all the times I stood in doubt

trying to understand what life's about

You're proof


And though I've felt a love before

the word means so much more

now I know you.

jueves, 12 de mayo de 2022

Mens sana...

     A veces te miro, te beso, te busco o te abrazo y tú me preguntas que qué me pasa. La mayor parte del tiempo no lo puedo expresar con palabras, aunque sé que tu piel me entiende. Se me ocurre que ojalá tuviera el superpoder ese del que alardea Nessie en Amanecer y proyectar mis pensamientos y mis sentimientos hacia fuera, de manera que pudieras percibir cada escalofrío que me recorre con el peso de tu mirada en la piel, cada ramalazo de placer relampagueante con el simple roce de tus manos en el rostro, el pesado regurgitar de emociones que le sigue a un beso e incluso, por qué no, cada instante que paso en blanco, absolutamente perdida en tu sonrisa.

Si yo pudiera regalarte mi percepción física y mental del amor, creo que incluso te abrumaría. No podrías cerrar los ojos sin verte al otro lado, ni estar consciente significa escapar a los sueños..., especialmente a los que se hacen realidad.

Te amo.

martes, 10 de mayo de 2022

Motherhood.

     Yo siempre he querido ser madre. Es fácil desearlo cuando te han grabado a fuego toda tu vida que no tienes más alternativas vitales que ser esposa, madre y ama de casa. También parece idílico ser madre cuando tu única referencia para con el asunto son los reels de Instagram de bebés tiernos, tranquilotes, rechonchos y juguetones; especialmente si van acompañados de perritos...

No es que haya cambiado de idea, sé que a veces parece que es así y no es el caso. Durante algún tiempo lo dudé, pero se debía más a la compañía que a mí misma..., ahora ese no es el caso. Mi familia parece convencida de que estaré embarazada antes de que se acabe el año, por más que yo lo niegue, pero me sorprende la mirada de angustia que veo en mi marido cuando hace observaciones sobre mi poca predisposición actual hacia la maternidad.

¿Estoy lista para ser madre? en sentido relativo, sí. Puedo gestar, llevar un embarazo a buen término y cuidar de un bebé. Creo que sería buena madre, tengo un compañero de vida que será un maravilloso padre (y ahí no me cabe duda) y recursos financieros para capear el temporal. Sé que le querría más que a mi propia vida, sé que desde el momento en que respire por primera vez seré completamente suya, hasta el día en que me muera. Pero - siempre hay peros - hay cosas que, en este momento de mi vida, no estoy dispuesta a asumir porque me encuentro psicológicamente muy inestable y un crío borraría del mapa todos mis esfuerzos por estar bien conmigo misma y con el mundo: adiós a ir al gimnasio, adiós a la terapia, adiós a mí misma como ente individual, adiós al sexo en la medida en que a nosotros nos gusta tener sexo. Mentiría si dijera que no me aterran los cambios que va a sufrir mi cuerpo, el cansancio, los llantos, los vómitos, las fiebres, los dientes, el bajón hormonal, el sentirme culpable por dedicarme un solo segundo, el andar agotada todo el tiempo, el llenarme de caca y vómito unas doce veces al día, el reciclar y remendar la ropa porque los ahorros se los lleven íntegramente sus necesidades. ¡Por Dios! no sé si tendría paciencia incluso para salir de casa cargada de carro, sillita, bolsa con pañales, ropa, baberos, chupetes y vainas varias que ahora mismo hasta ignoro.

No, no es el momento. Podríamos decir que no quiero ser madre... aún. Me hace ilusión, pero por ahora somos dos y me encanta, y solo quiero disfrutar de cada día mientras lo seamos, poder dedicarnos a nuestros maratones amatorios las noches que durmamos juntos y abrazarnos desnuditos en la cama. Luego vendrá esa etapa maravillosa que es la maternidad, y lo hará con un sistema de apoyo excelente al que no le puedo pedir más en esta vida.

domingo, 8 de mayo de 2022

Do.

     Escribo esto porque, a pesar de mí misma, no quiero olvidar lo que era ni lo que he aprendido de él. Soy egoísta y estoy en proceso de entenderme, qué hago, y tengo que dejar una huella digital de mi memoria.

Do nació del sufrido vientre de Erika en el cuartucho sucio de una clínica veterinaria el 25 de febrero de 2021, con seis hermanos musicales más. Pelo negro, una condena para él, un augurio de futuro incierto. ¿Qué le sucedió a Do allí? Alguien lo llamó tonto, otras personas dijeron que era tímido. Yo aún no sé qué pensar.

Llegó a casa con casi cuatro meses y nada más llegar, se escondió bajo el sofá. La primera noche, sus aullidos de pena llamando a su familia biológica se nos clavaron en el alma, pero nos convencimos de que era para mejor. Le ofrecimos comida y agua, pero no salió de debajo del sofá de nuestro piso alquilado, tampoco se dejó tocar durante días y, cuando al fin lo hizo, fue para lanzarme un zarpazo a la cara que determinó el curso del resto de nuestra relación. Ningún animal doméstico me había atacado jamás.

Mi marido siempre fue mucho más paciente que yo, que me refugié en mi cobardía y disfracé mi miedo de odio. Yo me escondí y él se sentaba durante horas, muy quieto, a esperar a que el gato saliera, pero era extraño: no quería estar solo, pero tampoco que nos acercáramos. Parecía contentarse con poco (explorar la terracita, tumbarse al sol, mirar una película), pero en realidad era un señorito gurmet que no comía chuches y pienso, qué va, él prefería nuestros guisos caseros y el fuet.

No nos iba del todo mal, especialmente cuando yo dejaba caer la máscara y admitía que, en realidad, me fascina el brillo azul de su pelaje y el punto en que sus ojos casi amarillos parecían un poco más verdes, su ronroneo, tran grave que mi débil oído humano casi no capta la frecuencia, la inmaculada negrura de sus almohadillas, su nariz, sus orejas de murcielaguito y los cuatro pelos blancos que adornaban su pecho y su barriga. Cuando se movía conmigo, se tumbaba a mi lado y me pedía comida húmeda, hasta me resultaba tierno.

Hasta que se le cruzaban los cables, me bufaba, destrozaba algo y se ponía agresivo y huraño y dábamos cinco pasos atrás. Diego podía cogerlo, a él parecía quererlo genuinamente - dentro de su extraña gatunidad - y a mí me daba envidia y miedo. Estaba bloqueada y no quería trabajar con él y no avanzamos nunca. Debo confesar que lo trataba muy mal, lo insultaba, lo asustaba a propósito para que se alejase de mí..., pero solo porque me hacía sentireme insegura e incapaz. No sabía que un animal tan pequeño pudiera hacerme sentir cosas tan grandes y complicadas.

Hace tres días que no sé nada de él. Parecía que no quisiera estar con nosotros: se tumbaba en cualquier parte, en silencio, mirándote con sus ojos amarillos y esperando que le dejaras salir. Le ofrecimos comida, calor y cariño, y aún así no quiso quedarse. Maullaba de miedo y a mí me daba pena. ¿Tendrá hambre? ¿se sentirá solo? me asusta que enferme, me asusta que lo atropellen, me abruma la culpa de sentir alivio porque todo esto se haya acabado, de no haber sabido llevar la adopción como debería: con la paciencia y la valentía de una persona adulta. Creo que nunca me había sentido tan incapaz, tan poco preparada..., si no puedo con algo tan simple que hasta come y se limpia solo, ¿cómo voy a sacar nada adelante? ¿cómo voy a ser mamá?

Eso he aprendido. Que soy cobarde y egoísta, y disfrazo mi miedo de rechazo. Que no estoy lista para muchas cosas. Que he condenado a un animal a muerte porque, en realidad, la mala bestia soy yo.

Perdóname, papá. Perdóname, Do.

viernes, 6 de mayo de 2022

Buenos días, feliz sábado.

     Aquí, en este sinvivir que es la vida, una se pasa el día entero esperando a que lleguen eventos especiales. Como esa comida con amigos que te dejan tirada en el último momento, o una tarde de feria que también, por paradojas del destino, termina por cancelarse apenas unas horas antes de hacerse realidad. Una ilusa como yo se apoya en acontecimientos anhelados y deseados para aguantar los sinsabores del trabajo, el trajín del día a día..., ya se sabe.

Una espera, después de una larga semana, dormir por fin con su prometido, con su amor, pero un súbito e inesperado calor nocturno les impide abrazarse. Él duerme profundamente y ella se desvela una vez más para vigilar a la perra, a las pelusas sobre el terrazo, a las musarañas de la imaginación insomne de una trabajadora nocturna. Una espera un beso de buenos días, pero obtiene resoplidos airados por parte de un compañero cansado e infeliz, que se despierta mascullando "¡mierda!" y "¡joder!" porque se ha levantado un poco pillado de la garganta. El beso y los arrumacos de buenos días se quedan ahí, en sueños, en las expectativas de este sinvivir que es la vida moderna.

Buenos días, feliz sábado, bonita feria y bendita soledad.

miércoles, 4 de mayo de 2022

Eternos 18.

    No sabría si definir como envidia la emoción que me asalta cuando veo a mis amigos en la feria de Sevilla. Es la primera edición desde que empezó la pandemia hace dos años y todo se me hace un poco extraño, ajeno. La última vez que fui a la feria aún estaba en la universidad, soltera, no trabajaba, desde luego no estaba hipotecada y la vida era una maravillosa incógnita por descubrir.

Las personas de mi entorno se visten y bailan y beben y se hacen mil fotos, como en un gran teatro con pomposos disfraces de lunares, con mantoncillos de colores y adornos de farolillos. Parecen pasarlo bien. Parece que nada les preocupe. Es tan asombroso como si vivieran en una juventud eterna de la que siento que ya no formo parte.

Quizá no sea envidia, sino nostalgia. Hace tiempo que me cuesta dejarme llevar y divertirme sin inhibiciones y estoy segura de que, aunque baje al Real, ya no será lo mismo. Ni la misma gente, ni el mismo ambiente, ni la misma finalidad. Es porque estoy cansada que quizá ahora sí que me importa el gentío, el ruido, el dolor de pies. Pienso que iré buscando algo, una parte de mí que ya solo existe en ese rinconcito que se muere por meterse en un vestido de volantes bien entallado y bailar una sevillana con los bajos manchaos de albero, pero que está demasiado cansada de sus propias cábalas mentales como para hacer malabarismos también con los pies.

Tengo ganas, y a la vez no. No sé, no me ubico, no me entiendo. Como propone mi marido, quizá se me antoja más fácil y más cómodo quedarme en casa con él, viendo una película y comiendo fresas, que salir de mi zona de confort y preguntarme qué tiene que ofrecerme esta nueva etapa de mi vida.

domingo, 1 de mayo de 2022

Quotes.

 Serena Van Der Woodsen once said "I loved you, and just because we broke up doesn't mean I can turn it off like it's nothing" and I wish I would have heard that about a year ago. 

sábado, 30 de abril de 2022

Hopeless romantic hour.

     Creo que nunca me cansaré de escribir y soñar, despierta o dormida, con cómo me tocas. Perdóname si me repito cuando te pido que te pido que entres conmigo en la ducha todos los días que quieras del resto de nuestras vidas, que me acunes contra tu pecho para dormir, que me sorprendas con los abrazos más cálidos del mundo, los besos más dulces y las mejores caricias de las manos más amables que he conocido y que conoceré.

El otro día decías que te gustaba la delicadeza con la que toco las cosas, y yo pensé (y no lo dije, craso error) que a mí me gusta la delicadeza con la que me tocas a mí.

Hazlo siempre, por favor. Hazme tuya siempre un poco más de lo que ya soy.

Let's get to it.

     Someone once said that I thrive under adversity. I don't know if it's true or not, to be honest. Not one of those things I've deeply thought about.

However, I do know this: I don't like pity. I'm sick of feeling down and sorry for myself.

There're stuff that I don't like and it only takes hard work to fix them altogether.


martes, 26 de abril de 2022

Intoxicating.

     There's something addictive, intoxicating even, in the warmth that comes out of your skin when you embrace me in bed. I don't seem to get enough of it, I can't help it and I'm yours all over again. For the sweetests of looks, the gentlest or caresses, the most loving of all kisses I've ever received in my life. How do you expect me to not fall for all of that?

As I said, it's addictive.

Intoxicating, even.

Something so important I wouldn't wanna live a single day without it.

     Una pesadilla me molestó la otra mañana con la amarga sensación de haberla vivido antes. Abrí los ojos con sensación de fatiga constante para descubrir la cama fría y vacía a mi lado, su olor aún impregnado en la almohada. Tanteé en busca del móvil entre las sábanas, le mandé un mensaje, pero no recibí respuesta y tampoco le escuché moverse por la casa para venir a darme un beso de buenos días, como solía.

Qué raro.

Tras un breve paso por el baño, así sus pantalones de chándal y me los puse, como de costumbre, y salí a buscarle. No estaba en el estudio, aunque por la hora que era debería haber estado trabajando; los gatos dormían sobre su silla. Bajé la escaleras para no encontrar ningún signo de él en la cocina, la parte más frecuentada del piso interior, donde quedaban restos de su desayuno sobre la encimera. Tras asomarme brevemente por la ventana del salón, comprobé que nuestro coche estaba en la puerta, donde lo habíamos aparcado la noche anterior.

Algo extraño crecía en mi pecho. Su copia de las llaves de casa y del coche estaban en su lugar habitual. Volví al dormitorio y abrí el armario por inercia: estaba vacío. ¿Eh? Angustiada, cogí el móvil nuevamente, pero su contacto aparecía en gris, sin fotografía ni nombre asociado. Traté de llamarle, pero no dio señal.

Repetí entonces mi recorrido por la casa, pero su rastro desaparecía. El escritorio estaba vacío de efectos personales, solo el router del Wi-Fi y una lámpara blanca. Ni siquiera silla, ni gatos, ni cleenex usados sobre la mesa, ni figuritas, ni las fotos que había en el marco de la pared, ni libros en la estantería. Ni una sola caja. La almohada ya solo olía a suavizante. Tampoco estaban los restos del desayuno junto al fregadero. Subí, tropezándome con mis propios pies, pero sus llaves ya no estaban. ¿Se había ido? el pánico se me agarraba al pecho y expulsaba la lógica a trompicones de mi sistema. Y, aunque nada de aquello tenía ningún sentido, traté de llamar a su familia..., cuyos números y perfiles en Redes habían desaparecido de mi teléfono.

Saqué un cuaderno forrado de terciopelo rojo de la estantería del pequeño estudio. Debía haber contenido fotos, dibujos y recuerdos de nuestro viaje juntos, pero sus hojas estaban en blanco. También las de mi agenda del año pasado, esa que llené de datos sobre él. Ni rastro de las notas románticas que poblaban nuestras vidas por las mañanas. ¿No estaba, o nunca había estado?

Antes de darme cuenta, supe que llevaba meses, años esperándole, buscándole. No sabía por qué. Las canas me enmarcaban el rostro arrugado, pero la experiencia no me ayudaba a poner en pie qué era lo que echaba tanto de menos, por qué me sentía tan vacía. Qué había perdido que era tan importante para mí, por qué me iba a dormir deseando no volver a despertarme.


Pero lo hice. Abrí los ojos sobresaltada, con las sienes mojadas y la respiración alterada, en nuestro dormitorio. En nuestra cama. En nuestra casa. Le oí andurrear en el piso de abajo, llamando a la perra con voz aguda, y por algún extraño motivo eso solo me hizo llorar más.

Te quiero. No te vayas.

The "L" word.

    ¿Nunca te has preguntado por qué se asustan tanto los americanos a la hora de decir "te quiero" a alguien? Yo sí. Incluso tienen un eufemismo para la palabra amor: the L word.

A menudo me he vanagloriado de la riqueza léxico-semántica del español, que admite muchos verbos diferentes para expresar afecto. Pensaba que eso nos daba riqueza y complejidad como hablantes pero, reflexionando sobre el asunto y releyendo viejas conversaciones, he caído en la cuenta de que quizá hagamos lo mismo. O solo sea yo, inconscientemente. Me encantas, me gustas mucho, te adoro. Son palabras que he usado partiendo de la vergüenza o de la inseguridad, maneras de evitar decir te quiero o te amo cuando verdaderamente es lo que sentía. ¿No quería afrontarlo? ¿temía que fuera demasiado pronto? ¿estaba insegura de la respuesta de la otra persona? todas ellas son hipótesis perfectamente válidas. Podría incluso confesar que ha habido ocasiones en que he utilizado todas esas alternativas para no hacer daño.

Lo que quiero decir es que lo que valoramos en términos lingüísticos podría no ser más que una consideración hacia la complejidad de la psique humana, de la forma que tenemos de relacionarnos, entendernos, interactuar y asumir y enfrentar nuestras propias emociones.

Llevo meses diciendo que estoy cansada, triste y desmotivada. ¿Por qué me da tanto miedo utilizar la palabra "d"? ¿por qué me da miedo afrontar las consecuencias de lo que verdaderamente siento? flaco favor le estoy haciendo a este vacío si dejo que me devore de nuevo.

jueves, 21 de abril de 2022

Alter... ¿ego?

     No me gusta esta nueva versión de mí. ¿O debería decir "vieja" versión? En todo caso, la cuestión es que me miro al espejo y la reconozco, y no me cae bien; debería ser capaz de controlarla y suprimirla de nuevo.

    Ella es irascible, impaciente, borde, seca, cortante, antipática, desagradable y poco empática. Ella viene y va, y se hace fuerte cuando me pesan el cuerpo y el alma, cuando me cuesta salir de la cama y doy vueltas sobre mí misma tratando de ignorar pensamientos intrusivos y peligrosos. Ella facilita que me sienta insuficiente, poco amable, incapaz de sintonizar con cualquier ser humano, ella es todo lo que odio de mí misma y todo lo que no me puedo arrancar de dentro. Ella me hace querer aislarme. Me siento triste, frustrada, irritada, irascible y mis emociones rebotan sobre las personas a las que quiero..., por su culpa.

    ¿Por su culpa? yo controlo mis emociones, mis palabras, mi tono, mis actos. Que ella exista no debería significar que se manifieste. Es cruel por mi parte asignar una colección de atributos psíquicos a una suerte de alter ego y aislarla de quien soy, pretender que no tengo responsabilidad sobre el hecho indiscutible de que no soy buena persona, de que hago sentir mal a las personas que tengo cerca. Él lo decía, yo me he esforzado en creer que es mentira, pero hoy se me presenta como una verdad como un templo.

    Y más aún a su lado, en su inconmensurable dulzura, su paciencia, su gentileza, su generosidad, su altruismo, su amabilidad, su amor. A su lado soy escoria, no valgo nada. Se merece algo mejor, una mujer a su altura, que le de cariño y no disgustos. A cada lágrima que llena mis ojos y que no puedo prensar de vuelta en el mazacote de pena contenida voy clavándole puntillas en el alma, haciéndole diminuto e incapaz...

    Y yo, ¿Cómo finjo que no me siento como me siento?

    Quizá, a lo mejor, esta vez podemos hacer las cosas de manera diferente. Es posible que, en lugar de espachurrar y suprimir mi "lado malo", pueda intentar dialogar con él, entender por qué aparece, llegar a un acuerdo y hacer las paces.

domingo, 17 de abril de 2022

Back to the 80's.

     Te veo ahí en pie, sonriente con tu suéter ajustado color beige y los pantalones de campana. La larga melena negra alborotada por el viento, los ojos cerrados al sol cegador que se adivina en el brillo de la fotografía, aún tras el paso del tiempo. Postura estudiadamente despreocupada, elegante. La correa de la perra en las manos, el mar al fondo de la imagen tomada en una playa solitaria, quizá otoñal.

Eres tú, pero, a la vez, no lo eres. Son tus ondas oscuras, tus labios carnosos, tu delicado rostro inmaculado de elfa, los grandes ojos, las manos más elegantes del mundo, la postura elongada de una mujer grácil, joven. En tu cuerpo se adivinan delicadeza, fuerza, vitalidad, elasticidad y los albores de una sonrisa libre de contrición, adornada solo por el amarilleo de una década de tabaquismo. Rasgos desconocidos en una mujer que, por un momento, por un día, en un lugar que ama, es libre de todo lo demás. Es joven.

Eres tú, pero no lo pareces. No reconozco nada de ti. No te recuerdo tan larga, tan viva. Eres tú pero a la vez soy yo, o eso dicen a veces. No lo veo, no del todo. Quizá haya algo en nuestras cabelleras, aunque de diferente color. He heredado la negrura de tus enormes ojos de gitana, eso sí. Hay un poco de ti en mis formas y un mucho en mi personalidad.

Te admiro. Te admiro, te envidio, te adolezco. Te echo de menos, a la parte de ti que conozco y a la que no. Te necesito tanto que me da miedo, me entristecen las fotos que hablan de una versión feliz de ti.

La infelicidad de las personas a las que queremos duele mucho más que la propia.

lunes, 11 de abril de 2022

Further back

     No sé por qué me pesa y me cuesta todo tanto. Tener tiempo libre es definitivamente malo para mí, porque me permite pensar..., y pensar es muy peligroso.

Me he sentido revivir brevemente bajo los mimos de mis padres, la evaporación de mis responsabilidades y el brillo del sol en el Atlántico, pero en casa me recibía un cielo gris y un "la perra se ha hecho caca en su crate" que me hicieron querer rebobinar hasta el sábado.

Sé que parte de este obstinado pesimismo cansado se debe al hecho de que el descanso es la última prioridad en esta casa, tanto el mío como el de mi marido. Estamos fatigados. Los días no se acaban, no sale el sol...

Necesito luz. 

martes, 5 de abril de 2022

Set back.

Otra pedrada.
Últimamente no hay ningún aspecto de mi vida que me haga sentir bien. He fracasado.

Hoy es la primera vez en años que la idea de quitarme la vida ha vuelto a pasarme por la cabeza.

Life will do that to you.

What voids am I trying to fill? What's the next?

I don't care anymore.

domingo, 3 de abril de 2022

Possible period talk.

     Hoy he intentado ser superheroína por todos los demás días, cuando el héroe es él. No puedo decir que me haya salido la jugada demasiado bien, no sé cómo se las arregla él cada mañana.

    Si la jornada ha comenzado con mal pie, debo decir que ha continuado peor. El aluvión de responsabilidades no tiene consideración con los muchos días que llevo sin descansar, el viaje a Lisboa ha sido divertido pero no hemos vuelto lo que se dice relajados y la frustración ha hecho de mi marido una persona más bien poco colaborativa. Puedo intentar comprender y perdonar el encontronazo de esta mañana, pero hay un sentimiento ahí molestándome y no lo puedo ignorar..., no consigo, tampoco, ponerle nombre y apellidos para poderlo subsanar hablando. Ojalá tuviera alguien con quien comentar tema.

    Quería un animal de compañía y, paradójicamente, desde que llegó Deva me siento más sola y distanciada de él que nunca, y lo encuentro irritable, cansado, frustrado y triste. Algunas veces me encuentro soñando despierta con las cosas tal y como eran al principio, así que quizá haya cometido un error metiéndonos en esto. A lo mejor todo es un error, tal vez es demasiado pedir, pudiera ser que aún estuviéramos muy verdes para soportar tanta presión. Me están entrando muchísimas inseguridades.

jueves, 31 de marzo de 2022

If feelings weren't there before...

     La primera vez que tuve sexo por voluntad propia, temblaba como una hoja.

    Fue una tarde calurosa de junio, tenía 17 años y estaba en casa de un amigo que me gustaba mucho pero con el que todavía no había nada definido. Llevábamos ya unas cuantas semanas tonteando, besitos aquí y allá, y se nos presentó la ocasión perfecta: estábamos a solas en su casa, fresquitos bajo las ráfagas intermitentes del aire acondicionado de su amplio dormitorio, viendo Kill Bill (vol. I) en la penumbra y coreados por el crujido de las palomitas recién hechas. Había tensión en el aire, la clase de atmósfera de expectación y de ganas contenidas que tanto me gusta del proceso de seducción; no sabía yo hasta hace muy poco que esa sensación puede perdurar más allá de las fases iniciales de conquista, y ahora corona mi vida sexual con esa chispa que parece no apagarse nunca.

    Volviendo a aquel día, tengo que confesar que fue todo muy turbulento en mi cabeza. A mis omnipresentes inseguridades físicas tenemos que sumarle que no le había contado nada a nadie, y menos a él, sobre el incidente del año anterior y estaba aterrorizada, al fin y al cabo, mi único contacto con el sexo había estado manchado por el dolor, el miedo y la violencia; pero estaba preparada para pensar en el tema. Estaba contenta, sin embargo, porque por primera vez en año y medio sentía deseo y una pulsión abiertamente sexual. No estaba segura de sentir algo por él y estaba convencida de que el sexo aclararía mis dudas, no olvidemos que he crecido en los modelos afectivos y de responsabilidad emocional de Awkward, Sex and the City o Gossip Girl.

    Aprendí muchísimas cosas esa tarde, aspectos de los que no tenía ni idea y que no salen en ninguna película, serie o libro, como que se requiere práctica para aprender a hacerlo bien y descubrir qué te gusta y qué le gusta al otro, que toda relación sexual tiene momentos raros e incómodos al principio, que nada es tan coreografiadamente perfecto como en mi imaginación y que, si no me dejaba llevar, no disfrutaría nunca. Eso también se aprende. También recibí una lección importante sobre sentimientos: si no estaban ahí antes, el sexo no los iba a despertar mágicamente. Sería solo eso, sexo: ni bueno, ni malo; divertido, íntimo, un poco incómodo, placentero..., pero no era un acto de amor. 

No sentí ningunas ganas de besarle, abrazarle o acariciarle el rostro cuando hubimos acabado.