viernes, 27 de enero de 2017

Soledades II

Esta sala de espera es una de las mejores que recuerdo. Es bastante luminoss y está prácticamente vacía, que es lo mejor de todo. Hay máquinas con agua, café (<3), refrescos, comida, frutos secos. Algunos sillones, aunque duros e incómodos, carecen de reposabrazos y podría tumbarme si quisiera. Otra cosa buena es que no huele a hospital.
Anoche la Nana decía que odia este sitio, y no puedo culparla por ello. Es viejo, está siempre abarrotado, no muy limpio, y está asociado a recuerdos muy malos. Desde entonces me planteo si lo odio o no
Creo que lo que odio son las esperas, la frustración, la falta de información, y esos médicos y enfermeros que revolotean por todas partes y no tienen suficientes manos ni ojos para cuidar de mamá. Pienso en lo que debe estar pasando después de toda la noche sin morfina, en un camastro, donde seguramente nadie le haya dado siquiera agua, retorciéndose de dolor sin poder despertarse para decirlo, para pedir ayuda. Se me parte el corazón. Mi mamá, mi pequeña mamá. Recuerdo la última vez que estuve en este sitio en concreto, recuerdo su carita menuda como un pliegue entre las sábanas, apenas consciente para lloriquear de dolor entre los labios resecos. Algún desalmado la había atado. Algún pedazo de animal sin escrúpulos había ignorado su agonía, y para deshacerse de ella había atado sus extremidades, para que no se moviera, para que no diera problemas; y nosotros confinados fuera, sin permiso para verla, para cuidarla...
Aquí estoy, frente a ls columna gris manchada de restos de mensajes y anuncios varios, leyendo y releyendo mecánicamente las recomendaciones para dejar de fumar y perder peso, memorizando el número de esa auxiliar que se ofrece para cuidados hospitalarios, aburrida de los patrones de las baldosas de linóleo, aburrida de los recuerdos, aburrida de estar en mi propia mente, aburrida de todo...
Creo que lo que más odio de este sitio, con diferencia, es la soledad.

miércoles, 25 de enero de 2017

Cuts

It's just that, sometimes, it is puzzling to feel such an overwhelming pain with no physical wound.
So before I can think about it, blood is running.

domingo, 22 de enero de 2017

Journeys

Tras una pesadilla agitada que no conviene recordar, me sumergí en un sueño inquieto de valles redondeados cubiertos de hierva verde y flexible; canciones de caminantes se alzaban contra la humedad que amortiguaba cada paso, bajo un un manto uniforme y gris, resplandeciente. Entre esas brumas luminosas, cinco peregrinos sincronizaban sus voces en una tonadilla animada olorosa a verano, manzanas maduras y el dulzor de las flores que de cuando en cuando flanqueaban el Camino.

Ahora que vamos despacio
Ahora que vamos despacio
Vamos a contar mentiras,
tralará
Vamos a contar mentiras,
tralará
Vamos a contar mentiras

Por el mar corren las liebres
Por el mar corren las liebres
Y por el monte las sardinas
tralará
Por el monte, las sardinas
tralará
Por el monte, las sardinas

Estos tonos infantiles y rítmicos tenían mis sueños de nostalgia y amigos y verano. De alguna forma me he encontrado tarareando esta cancioncilla que antaño me cantara mi padre camino de la playa, y de alguna manera mi mente acaba de rescatar los rescoldos incandescentes de mi subconsciente dormido. ¡Cuánto extraño el norte! y cómo me gustaría haber acabado el viaje que emprendimos por las montañas escarpadas, los bosques cerrados por árboles delgados y flexibles, los hermosos y amplios valles de un verde que solo existe en aquellos lares...

domingo, 15 de enero de 2017

Paula.

Aún me acuerdo a veces de Paula, tocando la guitarra de espaldas a mí, con su camiseta demasiado grande dibujando los contornos duros de su cuerpo de hueso y músculo, la curva de su espalda, el ángulo de su hombro cubierto de hebras de ondas del color de la miel sobre las torrijas, asomando entre ellos el arco puntiagudo de su oreja tímida. En mi cabeza, su cuerpo aún se balancea movido por un viento invisible, al ritmo de un atardecer de verano, acunado por un rasgueo enérgico, dulce y aún suave como ella.

martes, 10 de enero de 2017

Es increíble el poder reconfortante del té, y sus infinitas variedades de sabores, aromas, propiedades y texturas. El té es la respuesta británica por excelencia a toda crisis emocional, y aplicable a cualquier mal físico o emocional dentro de la cultura asiática.
Dianne Setterfield (o mejor, Vida Winter) me enseñó que un té fuerte, dulce y caliente puede calmar cualquier cosa. A mí, particularmente, me gusta la sensación untuosa de la miel, la suavidad de la leche, mis manos calientes y el aroma a menta, mango o melocotón. Inmediatamente, me centro, y ya sé qué hacer y cómo hacerlo.
Y tendría que estar estudiando, pero he decidido tomarme un descanso, y aquí estoy: oliendo a té verde con menta, disfrutando de unos estampados de Yoshida y Hokusai mientras como zanahorias crudas y estiro mis entumecidos dedos, calentados por la porcelana caliente de mi taza. Está oscuro. Estoy escuchando la banda sonora de Amélie. La sensación mental es como la de tener los músculos ya calientes, ágiles, deseosos de emprender la carrera.
Pero aún me quedan dos minutos de descanso.

domingo, 8 de enero de 2017

Ceta, ceta, ceta y calor.

Y parece que no, pero la más perfecta de las felicidades existe, y está ahí, en esos brazos que me sirven de almohada y manta y me aprietan contra ese cuerpo cálido y suave, blando, perfecto como esta sensación de dicha y placer que hay en el intrincado nudo de nuestras extremidades, en sus bufidos dormidos contra mis rizos alborotados y mi piel, habitualmente fría,calentada por sus manos. Bañados por la penumbra de la noche, sonrío pensando en que, a pesar del calor que tiene, no me ha soltado, y una de sus manos baja por mi esternón y se aposenta lánguidamente justo sobre mi ombligo.
No ocurre nada.
Busco dentro de mí la habitual tensión, el miedo, la ansiedad. No sé si es porque está dormido y no es consciente de lo que está tocando, pero mi corazón mantiene su ritmo pausado y mis pulmones se hinchan perezosamente a cada inspiración sin emociones que los espoleen. Tentativamente, con cuidado, entrelazo mis dedos con los suyos para mantenerlos ahí, sobre la masa suave de carne redondeada, pálida y atravesada por gruesas cicatrices moradas, para que cure mis heridas con su abrazo.

martes, 3 de enero de 2017

Confesiones de una máscara.

En momentos como este me siento muy niña, muy vieja, muy cansada y muy vulnerable. Llegados a este punto, no me apetece pensar siquiera; y mucho menos entrar en consideraciones filosóficas sobre el modo en que vivo mi vida, el modo en que funciona mi mente.
Escribir no es huir, da igual cómo lo piense. Es liberarme, comprenderme y deconstruirme, y si las palabras son una suerte de maquillaje de la verdad, entonces yo seré una artista de los polvos y las pinturas, pues no concibo mi vida sin mi escritura interna, sin mi pensamiento constante. Sin esto que yo conozco, me invade la desesperación de que nada tiene sentido ni razón de ser, nada de lo que he hecho ni nada de lo que haré, y no habrá pues forma de entender la realidad, y todo esto no es más que una mentira y no puedo dormir porque me siento sola y no puedo parar estas lágrimas que arden y no me dejan respirar.

Yo, mediocridad absoluta.

Haruka dice que, cuando tienes un talento, en la infancia eres un prodigio, en la adolescencia un genio y, cuando alcanzas la edad adulta, simplemente eres mediocre.
Nunca quise destacar, realmente, pero lo cierto es que he luchado contra mi propia mediocridad toda mi vida; y durante casi toda mi adolescencia he sido la brillante hija de papá. Pero lo cierto es que me siento más mediocre que nunca, sin ninguna afición ni talento extraordinarios (y con más carencias de las que cabe suponer en un ser humano medio).
Sin embargo, esta relativa calma no está mal. Si no se fijan en mí, si no me miran, no me pueden molestar. Mientras tanto, yo gozo de seguir aprendiendo. En la frase "el que no cultiva el espíritu es un idiota", sustituyamos la constante "espíritu" por "mente". 


lunes, 2 de enero de 2017

Still on track.

Anoche, cuando por fin aparté los regalos de reyes de mi cama y me tumbé, me sentí dueña de mi mente por primera vez en mucho tiempo. Quizá fue la alegría y la paz de los últimos dos días lo que me dio un poco de perspectiva, y pude pararme a analizar algunas de las cosas del último año.
Si 2015 fue el año del Chatir, esa lenta carrera de desgaste, 2016 ha sido el año de la progresión. Me he propuesto tratar de no dejarme llevar por la melancolía oscura del invierno, como ocurriera en mi balance del año pasado; así que, comparándolo con una carrera, creo que este año he comenzado a caminar y, al final, he hecho mi exitoso sprint final, con el júbilo y el cansancio satisfecho quemándome los pulmones. He vuelto a ser un poquito adolescente, con mi insomnio y mis desequilibrios mentales, con mis inseguridades, y sin embargo con ganas de encontrar ilusiones. No puedo olvidar ese amor dulce y denso como chocolate fundido, corriendo por mis venas e iluminando mi mundo, pero son también todas esas experiencias y metas las que brillan por luz propia. Me gusta tener objetivos con los que enfrentarme al mundo. Me gusta esforzarme y encontrar recompensas.
Así que vuelvo a empezar, aún con mis miedos y con todas esas tareas pendientes que tengo que solucionar, corriendo con ganas, con entusiasmo, bien acompañada. Inicio el año con amor, creciendo un poquito más, encontrando libros, aficiones, actividades y personas que colmen un poco más mi corazón intranquilo.
Y a todos aquellos que estén buscando un comienzo mejor..., las cosas nunca cambian de un día para otro. Solo vosotros podéis cambiar la óptica con la que veis el mundo, y las comparaciones no suelen ser acertadas. Sentíos un poco más afortunados por vuestra suerte.
¡Feliz año nuevo!