jueves, 29 de septiembre de 2016

Just happened...

When bae is mad at me for making a cruel joke that expresses all my insecurities Lol... I deserve it.

I shall probably analyze my feelings. I wouldn't say I'm jealous. I don't wanna be her. I don't feel bad when she sits next to him, when she talks to him or anything. I wouldn't feel angry about that. It's just that he liked her... and so she is the opposite to how I am, how I dress up, how I behave. I wonder if I'm the one he really likes or I'm just the first girl who said 'yes'. I wonder if he still would have loved me if he had more girls to choose from. I don't really know if I'm really thinking this.
Why am I feeling threatened about someone that didn't even be? maybe I do wanna be like her...
Or maybe the problem is that I don't understand how can anyone love me the way I am if I'm uncapable of loving myself.
I think I can understand better how he must feel about me...

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Bad daughter's issues.

Me he debatido mucho tiempo sobre si debía escribir estas palabras o no. Con ello no gano nada, no voy a sentirme mejor, y sé que puedo herir muy seriamente a alguien si las lee... pero me están ahogando.

Hay algunas veces que no puedo más. Me siento como si no pudiera hacer nada bien jamás, nada sin reproches, y creo que no hace falta que diga de quién. Si estudio, hay que ver que no limpio. Si limpio, hay que ver que me he ido de viaje. Si hago cosas, que cuesto mucho dinero. Si no las hago, que debería haberlas hecho. Una ya no sabe cómo acertar, y aunque hay ciertos días en que puedo con ello, esta semana no ha sido un buen momento para tocarme las narices; con tanto trabajo y tantas emociones, todo parece mucho más difícil de sobrellevar, y las palabras hirientes de mi madre realmente no han ayudado nada. Que si ella ha estado pendiente de las cosas de la boda y ya podría yo haberme ocupado de mí misma (cuando lo he organizado yo casi todo, ok), que si no quise obedecer con los pagos que había que realizar (porque no me apetecía que me liaran más cosas el día de la boda), que si limpio muy poco porque hay que ver que estoy estudiando (cuando soy la única que limpia), que si no he pagado mi parte de Italia (que, por cierto, no me quieren cobrar a pesar de lo mucho que he insistido), que soy una irresponsable por irme sin dinero, que insista más, que me paga todas las cosas, que que que que que... ¡Que ya está bien! Porque si me enfadara, todavía podría desahogarme dando un par de gritos o haciendo ejercicio, pero el problema es que me duele, y al final me paso todo el día triste y no tengo ganas de hacer nada, y mucho menos de estar con ella.

Si pudiera marcharme, si pudiera alejarme de todo y de todos, encontrar un lugar feliz lejos de esta casa, si pudiera... pero no puedo. Así que es inútil pensar en lo feliz que sería en otro lugar, en otro momento, con otra persona.

R U Mine?

Abro los ojos, un poco sobresaltada, y de inmediato me siento culpable. ¿Qué narices estaba soñando? Intento no recordarlo, pero las imágenes me asaltan, muy vívidas. Me rebelo contra mi propia culpa... ¿quién puede controlar lo que sueña? después de tanto tiempo sin saber nada, sin leer nada, sin decir nada, se cuela en mi subconsciente. Trato de convencerme de que era una pesadilla, no un sueño. Sí, eso es, yo realmente no quería...

Me incorporo y aparto las sábanas sudadas con un movimiento airado. Sigo pensando en ese sueño -esa pesadilla- cuyos encuadres parecían más un flashback de Pretty Litte Liars que la típica sucesión de escenas inconexas que recuerdo al despertar. La ventana sigue abierta, pero ese aire no es suficiente, así que levanto la mosquitera y me subo al alféizar buscando el fresco de la madrugada, recordando esas conversaciones nocturnas, recordando los cuentos para dormir. Se me ha escapado una sonrisa, y juraría que a pesar de todo aquel sufrimiento, creo que a veces le echo de menos.
Recuerdo esas palabras, que solían significar mucho para mí, y que cambian de manos y de rostro una y otra vez. En este momento creo que necesito alguien con quien que signifique eso para mí, poder hablar de todas esas cosas que me importan, que me duelen. Hace mucho tiempo que tengo que luchar para mantenerme fuera de este estado de bajón permanente, para mantener esta pena sin nombre a raya; sé que tengo mucha gente a la que le importo y que me escucharía, pero simplemente hay momentos en los que me sale de dentro y otros en los que no. Creo que eso es lo que más me gustaba de él. Siempre conseguía hacerme sentir cómoda, y siempre tenía las mejores palabras.
En una ocasión me preguntó si era suya, y pienso que una parte de mí sí le pertenecía. Suyas eran mis palabras y algunos pensamientos íntimos, profundos, la clase de cosas que tienes que dejar que se lleve el viento al pronunciarlas, pequeños detalles que no me atrevo a poner por escrito.
Una parte de mi alma era suya.

viernes, 23 de septiembre de 2016

"Bodorrio"

Mañana es el día, al fin. Lo cierto es que no sé cómo sentirme al respecto, porque los nervios lo están eclipsando todo, pero ya hay una cierta emoción aguijoneándome los ojos desde el puente de la nariz.
No sé por qué me entran ganas de llorar, si nada cambia a efectos prácticos. A lo mejor porque han sido dos años muy agitados desde que mi hermana y Ale se conocieron: en un año, vino la proposición, antes de cuatro meses, la mudanza (y el consiguiente trajín de traslado, compras y drama) y los últimos nueve meses los hemos dedicado íntegramente a la boda. Para mí era muy importante estar cerca de mi hermana, y ha sido muy divertido hacer todo esto. No ser útil, en realidad, porque ha sido ella quien lo ha organizado todo, pero quería que ella supiera (y espero haberlo conseguido) lo mucho que significa para mí que mañana sea el día más bonito y especial de su vida. Sé que no todo en la vida de casada es dulce y fácil, pero al menos espero que tenga la introducción más bonita del mundo.

Mis funciones como Wedding Planner, aka Wendolín, han abarcado funciones muy amplias: secretaria, Calendario Oficial del Estado, recordadora de citas y hasta concertadora de las mismas. En última instancia, los últimos dos meses han sido de compras y manualidades: cestas, lazos, "caramelos" de regalo, rollos de guita, bolsitas de arroz y pintora de cajas y tartas de chuches. A parte está, por supuesto, mi cutre regalo de bodas... que yo hago con amor y esfuerzo, que es lo que cuenta. Sé que mañana va a ser también un día muy intenso y que tendré que estar muy pegada a mi hermana.

Cuando mi hermana vació los armarios y se mudó a su piso, realmente no sentí que se fuera, dada la frecuencia con que la veo y las veces que hemos tenido que hablar para poder seguir atando y organizando asuntos de la boda. Creo que una parte de mí teme que, cuando todo este barullo haya terminado, algo cambie. No me importaría que la boda durara para siempre si así tuviera a mi hermana a mi lado todos los días, si pudiera seguir estando emocionada y nerviosa con ella. Sé que es un miedo absolutamente infundado, pero siempre queda la incertidumbre.

¡Bueno! ya se acabó por hoy. He conocido a la familia de mi cuñado, al fin. Esta semana ha sido muy dura y he dormido muy poco, pero mañana tengo que darlo todo, seguir al pie del cañón por ella, por mi niña.

martes, 20 de septiembre de 2016

Indiferencia y otros desastres.

Hace poco vi al padre de mi padre y fue una experiencia muy rara. Ya es raro pensar que ese nombre no solo existe, sino que es real y es mi abuelo. ¿Mío?
Es extraño entrar en ese pueblo encalado, de casas blancas y bajas, intemporales, donde aún se sientan las viejitas en corro en los portales "a la fresquita" del atardecer. Imaginar a mi padre correteando por estas mismas calles hace más de cincuenta años. La casa está igual que la última vez que la vi, hace diez años; solo falta la sombra encorvada y arrugada de la madre de mi padre (Mi abuela) temblequeando bajo la fotografía de mi hermano comiendo helado. Es raro que la casa esté llena de fotografías nuestras, junto a otro mogollón de primos que no conozco, y este señor ni siquiera sepa mi nombre.
Está sentado en el mismo sillón que la última vez que hablé con él, pero no parece la misma persona. Está mucho más delgado, más pequeño, más translúcido. Parece perdido. Parece inocente. Toco sus manos y están frías, sin vestigio de la fuerza que caracteriza a nuestra rama de la familia, y allá donde toque siento los huesos apuntalando desde el interior la piel blanca y brillante.

Estoy acostumbrada a una relación extrema con mis abuelos. Amor y odio. Sin embargo, normalmente se me olvida que este hombre existe... es simplemente un desconocido. Había olvidado la indiferencia... Detrás de la culpa llegan la lástima y un amago de simpatía, a falta de otra palabra.
Mi padre le dice que yo quería verle, pero no le corrijo. Podemos dejar que ambos se lo crean. Uno está enfermo y desvalido; y mi padre..., bueno, mi padre ya ha tenido bastante desprecio y rechazo.
Es raro pensar que este señor es alguien a quien mi padre quiere, y yo apenas sé su nombre. Bueno, él tampoco sabe quién soy. Mi padre se parece bastante a él... se parece a mí, y eso también es chocante. Por alguna razón, de todos los detalles de nuestra fisionomía que se adivinan similares, yo no puedo dejar de mirar esas manos grandes, trazadas de venas azules y artrosis.

Todo es muy extraño. A estas alturas no sé qué es peor, si las relaciones familiares que tengo o no tenerlas en absoluto. Qué desastre.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Mongolos babosos, y otras cosas que joden.

Os pongo en situación: iba caminando por una calle cualquiera, con tres amigos/conocidos, aunque en ese momento en concreto desearía no haber tenido ninguna relación con ellos. Unos metros por delante de nosotros caminaba una pareja formada por un hombre alto, moreno y trajeado y por una chica joven, con un cuerpo precioso, enfundada en un ajustado vestido negro y largo. Al principio no me fijé mucho en ellos, como en casi nadie, pero uno de mis acompañantes sacó su teléfono móvil y comenzó a hacer fotografías de las nalgas de la muchacha.
Quienes me conocéis sabéis que no suelo enfadarme, pero en aquel momento (y aún ahora, al recordarlo) juro que me entró de todo por el cuerpo. La bilis me subió por la garganta y juro que me sentí enrojecer de ira. Me temblaban las manos.
Sobre todas las emociones, sentí lástima por la chica. Quería adelantarme corriendo, rodear sus delgados hombros con las manos y protegerla de las risas del puñado de chimpancés babosos que eran aquellos tres hombres. El "fotógrafo" solo quería enviársela a su hermano para que "catara un buen culo extranjero". ¿Por qué me enfadé tanto? Quería decirle que se cubriera, que no dejara que su cuerpo se convirtiese en un burdo objeto de exposición y distribución de nadie. Efectivamente, ningún cuerpo debería ser mirado sin amor. Aquel lascivo baboseo me dio asco.

Para quitarle importancia, uno de ellos le hizo una foto a mi gordo culo celulítico. Sé que piensa que mi enfado es fruto de la envidia (del cuerpo de ella) o peor, de los celos (del fotógrafo). Pero no. No querría que nadie me encontrara atractiva de esa manera. Es repugnante la idea de que alguien me fotografíe y comparta mi imagen sin mi permiso para que más mongolines vírgenes, desesperados y babosos digan "unga, unga". No querría que nadie que trate así a una mujer me encontrara deseable. Y, más allá de todas estas cuasi-banalidades, yo ya tengo a alguien que trata mi cuerpo con respeto, deseo y amor.
Simplemente, se trata de que querría proteger a todas las mujeres que, como mi atractiva congénere anónima, están sometidas a este tipo de trato, muchas veces sin saberlo. Me da tanta pena que se diga que este mundo no es machista...
Lo siento, amiga. No pude hacer nada, pero al menos les cayó un buen rapapolvo. 

lunes, 12 de septiembre de 2016

Arrivederci, Roma.

Creo que estoy enamorada de Roma. Incluso ahora, sentada en la silla de polipiel de mi escritorio rellenando paquetitos de arroz (pre-boda) con la piel pegajosa de sudor, apenas puedo creer que haya estado allí. Ayer me despertaba con el apagado resplandor del amanecer iluminando las fachadas almohadilladas de los edificios hacia los adoquines, desde la Piazza de la Repubblica hasta el Coliseo, desde el Trastevere hacia la basílica de San Pedro del Vaticano. Y pensar que yo he estado ahí, absorbiendo el reflejo del sol en el Tíber, caminando entre su renacimiento tardío. Y pensar que recorrí el frío mármol del Apolo de Bernini con las yemas de los dedos, y vi la ciudad entera desde lo alto de la cúpula de Miguel Ángel. Y pensar, y pensar...
Creo que en esos instantes no pensaba demasiado. Ha habido momentos en que la emoción me podía y se me cerraba la garganta. Cuando me encontré los cuadros de la vocación y el martirio de San Mateo, las lágrimas pinchaban detrás de mis ojos. Ahora, en calma, me pregunto por qué me emociono tanto ante una obra de arte. ¿Porque sé lo que implican? ¿porque conozco la historia? ¿porque les he dedicado mucho esfuerzo y cariño? quizá simplemente se deba a que amo el arte. Distraídamente, cierro el cordel de la última bolsita en torno a la boquilla de poliéster, preguntándome si me emocionaría igual de caminar por la casa de Jane Austen, o si tuviera un original de Emily Brontë en mis manos. Es difícil de decir cuando he pasado una semana rodeada de Raffaeles, romanos, Berninis, Miguel Ángeles, Caravaggios y Cánovas.
Sólo puedo revivir estos momentos increíbles una y otra vez en mi cabeza. Oler a queso y a albahaca, y que se me haga la boca agua con el recuerdo de la acidez dulce de la panna cotta con frutos rojos. Recordar el alivio al entrar en la fresca humedad casi en penumbra de las iglesias, pensar en la enormidad de todas las obras de arte por encima de mi cabeza, el tacto arenoso de las piedras y columnas en el foro romano. Pienso con el mismo cariño en quienes han hecho este viaje conmigo, porque lo han convertido en algo inmejorable: recuerdo las risas de los chicos, y a mi hermano cubierto de helado de chocolate tratando de decir area videosorvegliata, y el tabú bajo el nombre de Bernina, y el Templo de Apolo para todo.

Esta es una de esas cosas que nunca se olvidan.
Gracias, gracias, Roma. Nos vemos pronto, lo prometo... ¡Ciao!