domingo, 30 de septiembre de 2018

Presión de grupo.

Estoy cegada por completo, en esta noche del demonio. Me han hecho sentir otra vez que soy una loca, una exagerada, de modo que al final me ha podido la peer pressure, que es como la llaman ahora. Por supuesto, haciendo balance de la comida de mierda que me he sentido obligada a ingerir durante todo el día, me ha aplastado el pánico.
Hace un rato, estaba sentada en el suelo, las tablas de madera royendo mis huesos doloridos, manchadas del mismo sudor frio que me cubre la piel. Todo es un borrón de miedo y de ansiedad, incluida la oxidada hoja gris, ya arrancada de su viejo soporte plástico.
Miro mi mano como si no fuera mía, la punta de la cuchilla hundida en mi piel, duele. Hiere, pero le da un sentido a mi dolor. Y mientras más pienso en la mierda de persona que soy, la mano me tiembla. Quiero y no quiero, y no debo, pero lo necesito.
Piensen en qué gran contradiccion supone esto: tirada en el suelo, hecha un mar de lsgrimas por haberme descuidado de esta manera considerando lo precaria de mi estabilidad mental, a punto de volver a abrirme las muñecas. Por suerte o por desgracia, la hoja de mi viejo cúter es vieja y ya no corta como antes. Abro los dedos uno a uno, despacio, y la suelto. La miro unos sengundos eternos antes de volverla a guardar escondida en su sitio. Me cuesta deshacerme de ella.

domingo, 23 de septiembre de 2018

For what's worth it.

A veces me siento como si nadara en el océano en medio de la noche. Sin luz, sin oxígeno, en un ascenso continuado que no me lleva a ningún sitio. A veces me pregunto si estoy nadando para salvarme, o para hundirme; y sin embargo, sigo pataleando, braceando, aunque me ardan los pulmones, por toda esa gente a la que no puedo hundir conmigo cuando deje de respirar.
Y entonces se produce un flash inesperado, un halo de luz fugaz y consistente que ilumina la salida para mí. De este modo, los gestos más repentinos se convierten en mis indicadores de hacia dónde dirigirme si quiero salvarme: un beso, una frase bonita, una tarta con amigos y una carta de Hogwats con su sello y todo.

Pequeños recordatorios de que vivir merece la pena.

lunes, 17 de septiembre de 2018

Never more

Han cambiado muchas cosas, soy consciente, de modo que me sorprende y me asusta que ciertas cosas todavía tengan la capacidad de herir mis sentimientos. Me miro, y no me reconozco en esa cara angulosa de huesos prominentes, igual que no identifico nada mío en esas descripciones anticuadas que están llegando a mis oídos.
Jamás quise ser así.
No quiero seguir siéndolo

jueves, 13 de septiembre de 2018

Menor que tres.

Mientras lo observo hablar, con la cuchara a medio camino entre el plato y la boca, me doy cuenta de cómo me gusta hasta la sombra que proyectan sus pestañas sobre las mejillas rubicundas. Cada día me enamoro, es verdad, de cosas que antes no conocía, no apreciaba o no veía. Cada día soy consciente de que el amor significa cosas que el día anterior ni siquiera entendía.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Through fears.

Siempre dices que duermes muy bien conmigo, pero la verdad es que no es recíproco. Yo no puedo dormir a tu lado, y no porque te muevas, te levantes y te desveles cada cinco minutos. Solo puedo dormitar si me pego a tu cuerpo, si oigo tu respiración y el latido acelerado de tu corazón retumba cerca de mi mano, que te apresa y te protege. Y aún así, me despertaré veinte veces para asegurarme de que estás bien.
No sé, no sé por qué. Quizá el miedo visceral de que mueras a mi lado y no entre mis brazos, a salvo y en casa, es más fuerte que todo lo demás.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Hole.

Empiezo a darme cuenta de que estoy bailando al filo de la navaja. Mis pasos no son tan seguros como solían ser, de modo que miento cada vez que digo que controlo lo que estoy haciendo. Sé que mi régimen se parece más al que haría una obesa mórbida que tratase de perder... qué se yo, 100 kilos en un año en lugar de 10. Sé que estoy empezando a escatimar, a colar pequeñas mentiras, y que nunca he tenido intención de comer más, como prometí, cuando empiece a hacer ejercicio.
Pero tengo que obligarme a hacer esas pequeñas cosas que odio, como comerme un yogourt a la semana sin desnatar, o concederme un capricho un día. Las raciones que antes se me antojaban normales se han vuelto enormes, imposibles de comer, y tonterías como la perspectiva de ponerle un poco de queso a mi pizza casera son un mundo para mí. Ahora es quizá cuando más me doy cuenta de que tengo un problema que a veces parece una sombra en mi cabeza, y otras es un muro de hormigón que lo cerca todo. Y a pesar de ello tengo que apretar los dientes y obligarme a tragar, y arrancarme la verdad de la garganta aunque escueza, correr todo lo que me permita mi cuerpo y comerme la comida antes de que ella me engulla a mí. Solo así puedo yo luchar y ganar esta batalla.

Por fin ha llegado el momento de salir de esto.