jueves, 31 de mayo de 2012

¡Yuju!

¿Seis meses escribiendo un blog frecuentemente? No parezco ni yo :D me sentiría solita sin este amigo, que recoge mis paranoias y le cuenta al mundo quién soy :3
En fin, me siento orgullosa de mí misma jajajaja
Seis meses, y todos los que quedan <3

Him

Se está muy bien...claro, que en el cuarto de papá y mamá, siempre hace fresquito. El ventilador cabecea perezosamente. El calor de comienzos de verano trae consigo la lenta modorra que adormece miembros y embota cerebros. Papá y mamá comentan la cotidianidad del día a día, dando sus puntos de vista. Mi hermano mayor está encogido de forma incómoda, porque se le salen los pies de la cama. Su cabeza reposa sobre el bonito cojín morado que hay encima de mis rodillas. Tiene los ojos cerrados, como si estuviera dormido. Pálido, demacrado y ojeroso. Lleva muchos meses encerrado estudiando sin descanso, triste y apático. Me alegra poder tener algo de contacto con él. Memorizando la forma y el tacto de su pelo. Ya le está creciendo mucho...dentro de nada, se le ondulará tanto que parecerá un champiñón. Me es familiar. Ligeramente áspero, muy oscuro, oloroso a ese champú anticaspa que reconocería en cualquier parte, como todo lo suyo.
Mamá dice que le quiero más que a nadie en el mundo. A lo mejor es por la simbiosis. Tengo la teoría de que hubo un error cuando nacimos y deberíamos haber sido como los gemelos de las películas, estos que terminan las frases del otro y dicen las cosas al mismo tiempo.
Lo bueno de nosotros dos es que no necesitamos ser gemelos para saber lo que piensa el otro algunas veces. Nos miramos a los ojos, sonreímos a la vez, y decimos al unísono la parida de esa semana.
Sí, supongo que es especial. No sé si está bien que quiera a alguien más que a otra persona, ni siquiera sé si es real, o si quiero averiguarlo.
Porque se está muy bien aquí, con la mano perdida entre sus mechones oscuros.
Él abre los ojos, parpadea un par de veces y parece que se esfuerza por no dormirse.
-Estaba despierto-me asegura
Luego se gira, y yo vuelvo a acariciarle la cabeza. Me coge la mano de pronto y se la lleva a los labios.
-Te quiero-susurra, amodorrado.
¿Suena infantil si digo que soy la hermana más feliz del mundo?
Supongo que sí. Pero no creo que sea algo malo.

domingo, 27 de mayo de 2012

Sorrow

Aparta los rizos de mi espalda desnuda, con delicadeza. Su dedo índice comienza a trazar dibujos. Circunferencias, nombres, números..., cualquiera sabe lo que estaba pensando. Pese al calor y al aire viciado, yo podría haberme quedado allí media vida. Boca abajo sobre la cama, con la sábana hasta la cintura, por mera comodidad, ya que entre nosotros no existe el pudor.
Nunca leí cuentos de hada sin príncipe. O en el que el príncipe no quisiera a la princesa. O en que el príncipe se largara. ¿Qué haría la princesa entonces? ¿Estarían permitidos otros besos? ¿Otros brazos? ¿Está bien que me hunda en sus ojos castaños, imaginando que son verdes?
Poco importa ya lo que está bien y lo que está mal. El príncipe ya no puede enterarse. Ya no tiene derecho a enfadarse. Renunció a mí, ¿no? Yo pensaba hacerlo, así que no sé de qué me quejo. iba a hacerlo, sí, pero no tan pronto, no sin despedida, no aún...
Suspiro. Ethan no necesita preguntar nada, claro. Lo intuye, o no le importa, o en el fondo me conoce muy bien. Huyo hacia el calor de sus brazos. Me siento culpable a veces, porque recuerdo las voces de mis amigas...<<Si tú amas a alguien no te acuestas con alguien a la menos oportunidad..., aunque él no esté contigo>>
¿importa acaso? No intento salir adelante con esto. No lo he hecho nunca. Ellas no hablaban de mí, claro, pero como si lo hicieran. Solo se trata de no pensar demasiado en ello.
Abro los ojos. Legañosos, pegados. Vaya, me he dormido.
-Hola, princesa
Sonrío y acaricio su mejilla.
-Qué bien se está aquí-.suspiro
Él me dedica un gesto dulce y me aparta un rizo de la cara
-Lo sé
Permanece en silencio, y yo intuyo que tiene que decirme algo.
-Has dicho su nombre mientras dormías.
-¿Hmm?
¡Calla! ¡No lo digas en voz alta!
-Has dicho Dani.
-Sería una pesadilla-respondo, cortante.
¡Deja el tema ya!
-¿Ah, sí? pareces triste.
Nuestro momento ha pasado. Bufo entre dientes
-No voy a mentirte, no estoy para tirar cohetes.
Me deslizo hasta el borde de la cama. En el suelo está mi blusa azul, de cuadros. Me pongo la ropa interior y la blusa abierta encima.
-En seguida vuelvo.
Él gruñe en señal de aprobación y se estira en la cama.
Yo voy hasta la cocina, saco un brick de zumo y me sirvo un vaso. El agua se condensa en los laterales del recipiente formando pequeñas gotitas, que se dispersan entre mis dedos. Me lo bebo de un solo trago. Está muy frío. Una gota del líquido dulce resbala por mi barbilla.
Siento unos brazos rodearme desde atrás. Cierro los ojos y me pierdo en el gesto.
-Lo siento, princesa
Me suelta, se gira para mirarme a los ojos. Yo esbozo una triste media sonrisa. Se inclina hacia mí y lame la gota que se ha deslizado desde la comisura de mi labio. Luego asciende hacia mis labios, me coge en brazos, y me lleva de regreso al dormitorio.
No se me ocurre mejor manera de hacer las paces.

Stairs

Sé que estoy dormida. Por el colorido, supongo, o porque no recuerdo haber venido por voluntad propia. Símplemente estoy aquí y punto. Hay edificios de ladrillo a mi alrededor. De color rojizo, bloques de apartamento muy familiares. Una placita en el centro, con bancos, tiendas de alimentos y niños jugando.
Delante de mí hay unas escaleras. Las he recorrido decenas de veces, sé que hay tres tramos de escaleras de 21 escalones cada una. Puedo subirlas de dos en dos sin cansarme demasiado.
Hay una figura en lo alto de las escaleras. Tiene el pelo un poquito más largo que en las fotos e imágenes que recuerdo, y el sol hace que le salgan reflejos rojizos y castaños. Sus ojos no son verde claro, sino de color esmeralda, y me atraviesan. Siento la tentación de dar media vuelta y salir corriendo, saltar la barandilla blanca y atravesar la plaza, donde no le de tiempo a cogerme.
Pero estoy congelada en el sitio. Es un sueño, no sé qué espero. Su deslumbrante sonrisa me desconcierta. Me ha tendido la mano, y yo empiezo a subir los escalones lentamente, recelosa.
Un solo peldaño me separa de su mano. Alargo mi brazo derecho hacia él. No sé qué pretendo..., tal vez cerciorarme de que es real.
Nuestros dedos están a un solo centímetro cuando su imagen se difumina y desaparece.
Quiero bajar corriendo. Todavía puedo irme. Aún puedo salvarme.
-¡Ven!
Es su voz. Ligeramente ronca, pero es su voz. La misma que me cantó Dear God. La misma que se reía conmigo una tarde de Enero. Algo se subleva dentro de mí y se niega a rendirse.
Vuelvo a caer en la trampa.
Llego a los pies del siguiente tramo cuando él llega arriba del todo. No parece cansado, pese a sus problemas respiratorios, y la sonrisa sigue intacta. Vuelve a alargar la mano.
-¡Ven conmigo! ¿No me quieres?
Su tono inocente resulta tan poco creíble..., una risa sacude su delgado cuerpo.
Yo trepo a través de los peldaños, cada vez más cansada y frustrada. Una y otra vez. Pierna derecha, pierna izquierda. Derecha, izquierda, derecha, izquierda. Me arden las extremidades. Me da la sensación de no avanzar, o cuanto menos, de que las escaleras son el doble de largas.
-¡¿NO ME QUIERES?!-repite.
Estoy a un centímetro de sus dedos cuando se esfuma.
¿Por qué tuve que ir siempre detrás de él? ¿No podía buscarme? ¿Aunque fuera una vez? Siempre saludaba yo, siempre le llamaba yo, siempre le enviaba los sms yo, siempre, siempre, siempre yo...
Llego, al fin, a las últimas escaleras. Sin resuello, sudorosa y con temblor en las manos. Aprieto los dientes de golpe.
-¡Ven a buscarme, Cris!
No me muevo, no esta vez.
-¿Por qué te vas cada vez que te busco?
-Tienes que seguir intentándolo.
-Y tú...¿No me quieres?
Otro espasmo. El de una risa cruel. Se retuerce entre estertores
-¡Claro que no!
Ya he tenido bastante. Tengo que despertar, tengo que...tengo que...
Apoyo la base de mi mano derecha en la baranda blanca. Está oxidada, se me quedan fragmentos de pintura entre los dedos, húmedos de sudor.
Me alejo un par de pasos y cojo carrerilla. Me impulso, sirviéndome del pasamanos, y me lanzo al vacío.
Todo sucede muy lentamente. Él llega al pie de las escaleras y se estira a través del antepecho, alargando las manos hacia mí, con la desesperación pintada en las facciones.
Nuestros dedos se rozan, siento sus manos fuertes y duras en mi piel. Supongo que eso es lo que buscaba.
Impacto contra el suelo y la imagen se hace mil añicos.
Abro los ojos en mi cama. Estoy asustada, no puedo respirar bien, aquí hace mucho calor. ¿Qué intentas decirme, conciencia?
No tengo que preguntarlo dos veces. Una parte de mí sabe que me quiso.
Aunque fuera solo un poco.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Tsumi

(Las influencias vampíricas son malas para la salud mental de esta user con tendencia a la paranoia)

Tengo sueño.. Más de lo normal. Sin razón aparente, los párpados caen pesadamente y tardan un segundo más en abrirse. Mis dedos, torpes, dejan caer cosas. Me cuesta concentrarme en lo que hago, en lo que leo.
Estoy sencillamente enfadada conmigo misma. No es intencionado ni mucho menos, claro, pero me molesta esta lentitud somnolienta.
Me he quedado dormida en clase, de nuevo. El profesor me ha impuesto un castigo de clases suplementarias por tercera vez consecutiva esta semana. Eso quiere decir que no abandono el aula hasta las ocho de la tarde, la puesta de sol...y eso me deja con parte de la noche para estudiar y hacer los deberes. El ciclo se repite.
La luz del sol proyecta sombras alargadas sobre las baldosas de los pasillos. El cielo es de color azul, oscuro, pero no tan intenso como durante el día. Conforme se hacerca al horizonte, el color se diluye. Celeste, lila, amarillento, anaranjado y rosáceo. Los colores se confunden, y en algunas partes se tornan tan pálidos que podrían confundirse con un folio.
La alta arboleda que rodea el recinto académico impiden ver el sol. La luna es cada vez más visible, tan fina como el blanco borde de mis uñas, cortas y maltratadas.
Paseo con aire distraído por los pasillos, con el uniforme impecable y los libros apretados contra el pecho, una tarde más. Debo tener la imagen de una delegada de clase, con el pelo limpio, liso, arreglado con sencillez. Debo tener muy mala cara, no sería capaz de sonreír ni proponiéndomelo. Siento arrugas bajo los ojos y sombras purpúreas por todo color en mi expresión.
Estudiar en un internado no es tan genial, al fin y al cabo.
Al menos tengo suerte. El director es mi tío, y cuando estamos de vacaciones escolares, suelo pasarlas con él también. esto me otorga ciertos privilegios, como una habitación para mí sola y acceso ilimitado a un baño privado.
Dejo mis cosas de cualquier modo sobre la cama. Fuera lazo. Fuera chaqueta. Me desabrocho el primer y el último botón de la blusa blanca.  Meto la cabeza bajo la ducha sin desvestirme. El agua helada me resbala por el cuello, transparenta la tela blanca y lo que hay debajo. Mi piel es perfectamente visible. Luego dejo caer una de las blancas toallas sobre mi cabeza y agito el pelo sin mucho entusiasmo.
Abro la ventana. El aire frío de diciembre me entumece la piel. Es agradable. Estoy extrañamente sofocada.
Me siento en el alféizar, a contemplar cómo la luz agoniza en los confines del mundo, y la noche se adueña de todo. La luna parece casi...rojiza. Como si me llamase.
Qué tontería.
Y sin embargo, no puedo dejar de mirarla. Sólo un tintineo rompe la quietud de la noche.
Un tintineo...¿Será un cascabel?
La toalla cae sobre el parqué.  Por algún motivo, aún me queda raciocinio. Abro el primer cajón de la cómoda y levanto el doble fondo. Debajo está Némesis. Parece una vara normal a primera vista, un poco menos gruesa que mi muñeca. Se extiende y me obedece. Artísticamente labrada por los mejores artesanos y creadores de armas...antivampiros.
En el muslo, un poco por encima de las medias, llevo una cinta de cuero preparada para Némesis. Una vez ahí, la vara no se mueve.
Apoyo la palma de mi mano sobre la superficie de mármol de la ventana. Hay unos diez metros hasta el suelo y una rama muy gruesa por el camino. Me lanzo contra ella, agarrándome a la corteza, a unos cuatro metros de los guijarros irregulares y los parterres de flores de mi tío.
¡Maldición! La irregular superficie del árbol ha despellejado mis callosas manos. Bah, es solo un rasguño. No tardará en cicatrizar.
"Huele bien"
No he percibido esa idea con mis oídos, y esto me alarma. La he oído, una voz perfectamente clara, en mi mente. Habla arrastrando las palabras, con un matiz metálico. ¿Qué...?
Némesis se materializa en mi mano. La sacudo bruscamente, un solo golpe, seco. La vara, no más larga que mi antebrazo, se extiende hasta conseguir alrededor de dos metros de longitud.
-Sal, cobarde-siseo-No estamos en igualdad de condiciones, ¿no crees?
"¿Qué importan las condiciones, chica humana? yo solo quiero tu sangre."
Un chispazo, y Némesis sale disparada. Unas manos sobre mis hombros. Frías, huesudas y antinaturalmente fuertes.
Mi alarido dura la fracción de segundo que sus colmillos tardan en atravesarme el cuello.

martes, 15 de mayo de 2012

Silent Scream

Apenas he dormido. Me escuecen los ojos, pero ya no sé si es porque tengo sueño o porque he llorado mucho. Los noto más grandes de lo normal.
Sé que no voy a dormirme, así que desactivo la alarma del despertador directamente. Esta pequeña libertad no me hace sentir mejor, y encierro la cabeza en la almohada, tumbada boca abajo. La tela está húmeda. De sudor, de lágrimas y de mi pelo.Siento el moño, medio desecho, en frágil equilibrio sobre mi coronilla.
El ventilador me escupe aire caliente sobre la espalda, una vez más. No tengo ganas de levantarme. Quisiera enterrarme bajo la fina colcha a esperar que estos dos días terminen. Levantarme el jueves y seguir deambulando sin rumbo por la vida, como hasta ahora y desde hace dieciséis meses.
Algo me pone en pie. Ah, son mis músculos. Hacen un esfuerzo por incorporarme y sacarme de la cama. Los de mis mejillas no hacen nada por sonreír. Ni mi cara por mostrar algún signo de expresividad. El mustio "buenos días" sale con un hilo de voz. Veo borroso, como si hubiera abierto los ojos en una piscina llena de cloro.
Hay unos vaqueros sobre mi cama. Servirán. Me pongo los piratas y cambio mi camiseta de Disturbed por la de Avenged Sevenfold. Hoy es su día.
Hoy no me maquillo ni la raya del ojo. Sé que voy a llorar.
El día se convierte en un borrón. Me cuesta concentrarme. No lo hago. No me esfuerzo. No sonrío. Por primera vez, no oculto a nadie quién soy ni cómo me siento. No oculto a nadie que estoy muerta. No me molesto en saludar, en hablar cuando no me apetece hacerlo, en escuchar, en abrazar a mis amigas. No, hoy no. Hoy soy Cris, y estoy triste. Hoy me siento contra el muro y me abrazo las piernas, pese al calor, escondiendo mi cara. No quiero que nadie me vea llorar. No es secreto, pero sí humillante. Es debilidad, y yo odio ser débil, sentirme indefensa. Odio que se me acerquen, y me den palmaditas. Odio que me consuelen. No pueden entenderlo. Nadie puede. ¡Joder! ¿Nadie se ha enamorado nunca? ¿Nadie ha estado alguna vez lejos de la persona a la que quería? Y que me esté leyendo "Cállame con un beso" no ayuda nada. Paula solo ha aguantado tres meses yo que yo llevo soportanto dieciséis.
Sí, hoy hace dieciséis meses.
Cuesta acostumbrarse. Hace un mes que no hablo con él y aún se me hace raro. Se me hace raro no curiosear su tuenti. Se me hace raro no preguntarle si recuerda los días como hoy. Se me va a hacer extraño, ajeno, llegar a casa y que no me llame. No me envíe un SMS. No me ponga un privado, un comentario, una videollamada o siquiera un tablón.
Ah, se me va a hacer extraño sobrevivir hoy.
Mi Tuenti está casi tan vacío de novedades como mi vida. Casi tan muerto e inactivo como yo.
Y lo único que puedo hacer es escuchar nuestra canción y echarle de menos. Los días en que tengo que fingir que soy fuerte, que puedo con ello, y ser amable con todo el mundo se reducen a todo el año. Pero el día quince no.
No pude despedirme de él, y no puedo sacarme eso de la cabeza.
Me pregunto si estará enfadado. Me pregunto si me recuerda.
Me pregunto...si se acuerda de qué día es hoy.

jueves, 10 de mayo de 2012

Sweet Dreams

Cuando abro los ojos, aún es de noche. Me incorporo rápidamente, y trozos de uno de mis sueños más vívidos acuden a mi mente. Atropelladamente, sin orden ni concierto, recompongo el más doloroso de todos mis inalcanzables sueños.
Ahora poco recuerdo, la verdad. Ah, tan dulce...
Recuerdo el sol cegador. Unas calles conocidas, sí, las que preceden a la urbanización de mi amiga, en paralelo a mi instituto. Me observo a mí misma, sin poder de decisión sobre mis actos, desde lejos. Tengo la frente perlada de sudor mientras camino como una autómata por el asfalto caliente del carril bici. Pantalones cortos, vaqueros, y una camiseta negra. El pelo no parece ni mío, densos tirabuzones golpean mi cintura a cada paso, vetados de mechas rubias, destelleando reflejos color rubí.
Giro la cabeza, como si hubiera oído una voz que pronunciara mi nombre. Veo pasar un único coche blanco, un viejo Volkswagen algo sucio. Lleva puesta una canción que conozco, una canción de mi grupo favorito, ese que adorna mi camiseta negra con su luna llena y su niña asustada, mientras la muerte se alza detrás de ella. El coche se detiene en los aparcamientos desiertos que hay junto al Parque Porzuna, y yo me quedo observando a un muchacho delgaducho y no mucho más alto que yo. Sale del vehículo y se apoya contra la carrocería blanca. Me pregunto si no se quema.
Por algún motivo, me quedo observándole, con curiosidad e incredulidad. Una chica se materializa cerca suya en ese instante. tiene el pelo rizado, aunque no tanto como yo, y el flequillo recto oculta su mirada. Ladea la cabeza para observarlo unos segundos antes de ponerse de puntillas y besarlo.
Por algún motivo que solo mi subconsciente sabe, me quedo mirándolos.
Cuando contemplo una escena romántica en general (no tiene por qué haber contacto físico siquiera) mi corazón se encoje hasta adoptar el tamaño de una nuez, martilleando furiosamente. En cada pareja, yo veo a un pequeño Dani y a una réplica de Patricia. Da igual que ella sea gorda y él parezca un stripper marchito. Da igual si tienen veinte u ochenta años. Para mí, es como mirarlos a ellos.
Pero esta vez creo que es verdad. El muchacho no cierra los párpados. Su mirada, de verde desvaído, busca a la única que puede devolvérsela. Sus ojos claros buscan mi mirada parda, y la tensión es casi palpable, como un cable de acero.
Y de pronto soy yo, solo yo, una mocosa endeble y asustada, una niña. El sudor me escuece en la frente y el cuello, siento el pulso en las sienes. ¿De qué huyo? Me pregunto al ver mis pies, tropezando por la acera. Él no va a seguirte, ¿no lo ves? Tal vez me estoy escondiendo de la situación. Tal vez quiera huir de ese recuerdo, de él abrazándola, de él besándola, mirándola con amor y deseo, acariciando su mejilla y ruborizándose bajo sus ojos.
No se oyen otros pasos que los míos. Él no ha hecho ademán de encontrarme siquiera.
Pasa el tiempo, y yo olvido los detalles. Recuerdo una fiesta, porque hay globos, serpentinas y vestidos bonitos en mis recuerdos.
Y ahora, un nuevo chispazo, otra imagen más.
Andando por la carretera, sorteando las grietas, con el accidentado borde de la acera a mi derecha. Pantalones cortos, grises, y una camiseta blanca. Calor, mucho calor. Son esas ganas de no llegar al final.
Veo el aparcamiento a lo lejos. De nuevo él, con una camiseta azul, sus ojos relucientes, a juego, esperando apoyado en la blanca carrocería.
Y por algún motivo, sé que es mi turno. Salgo corriendo, pero esta vez en su dirección. Siento el calor, el esfuerzo, oigo mis pasos y mi propia risa, histérica, y a la vez, sin resuello. Siento la colisión con su cuerpo, y percibo que lucha por recuperar el equilibrio. Y pienso que es verdad, que la espera se ha acabado. Estamos juntos, nadie ni nada va a poder separarnos jamás. Veo el tiempo pasar sin rozarnos. A su lado, nada puede ser malo. Se acabó el sufrir delante del ordenador, el echarle de menos, porque el simple hecho de haber sentido su piel contra la mía ya significa que puedo morir tranquila. Suena nuestra canción desde el coche.
Tu ausencia no me había escocido tanto hasta ahora. Pensé que era cierto de verdad, ¿sabes? un trocito de vida que me diste a probar. Te echo mucho de menos.
Abro los ojos, en medio de la penumbra. Aún es de noche. Tengo tu imagen grabada en los párpados con fuego. No necesito cerrarlos para sentir tu fantasma en los brazos. No necesito pensar en ti para recordarte.
Me incorporo, mareada. Dejo caer la cabeza sobre las manos, para mesar mi rebelde cabello ondulado
Me dejo ahogar por la pena, sí, una vez más.
Ahora soy consciente de que no ha merecido la pena. De todo lo que he perdido.

A little piece of my mind


Desvelada, para variar. El tiempo parece no pasar. La ventana está cerrada, la persiana abajo y las cortinas entreabiertas. La cubierta negra de mi libro resplandece con sutileza sobre el suelo de mármol. No lo dudo, ¿qué sentido tiene quedarme aquí, mirando un techo que a duras penas distingo en la penumbra? Me pongo en pie, ligeramente mareada por el calor de la habitación. Me enjugo el sudor de la frente con el dorso de mi mano, tan pálida que casi brilla en la oscuridad. Alzo el pesado tomo y llego hasta la puerta de puntillas. Ésta chirría sin necesidad de que yo ponga la mano en la manija.
Fuera de mi habitación no hace más frío. Es una noche curiosamente bochornosa de principios de mayo. Camino descalza hasta el lavabo. Mi reflejo me devuelve una expresión extraña, cansada. La clase de expresión que le achacas a un adulto cansado de seguir adelante con una vida vacía. Me lavo la cara, y las frías gotas de agua resbalan por mis ojos, humedeciendo mis pestañas y arrastrando el maquillaje por mis mejillas, como si hubiera llorado. Con parsimonia, tomándome mi tiempo, cojo una toallita húmeda y retiro los negros surcos de mis mejillas, haciendo de noche lo que me da pereza en el día.
Luego bajo la imponente escalera blanca y me instalo en la salita, en mi cómoda mecedora azul, donde quepo con holgura incluso encogiendo los pies sobre el asiento. El techo acristalado deja pasar la pálida luz blanquecina de la luna. Imponente, llena, fría. Las nubes plateadas cruzan con delicadeza ese negro pedacito de cielo que alcanzo a ver, muy a duras penas.
Comienzo a leer, y mis ojos se topan con una palabra que se atraganta en mi tenue voz mental; un nombre, concretamente: Daniel.
Daniel. Dani, mi Dani. Durante muchos días, he estado esperando tras la pantalla del ordenador. Un mensaje privado, o a través de su novia tal vez. Espero, con lágrimas en los ojos y un nudo en mi garganta a que me llegue siquiera una señal, para saber que no me ha olvidado, que me echa de menos, quizás que me quiere. O no, que me odia, que está mejor sin mí. Hasta eso sería soportable si supiera con certeza que viene de él. Soportaría ver el desprecio en sus ojos verdes, con tal de poder contemplarlos una vez más.
Supongo que estará enfadado, mucho. No querrá saber nada de mí. Ni siquiera pude despedirme de él, ni siquiera eso. Ah, y pensar que no volveré a ver nunca sus ojos, su sonrisa, a oír su voz, porque equivaldría a Sadomasoquismo.
¿Qué hacer?
Como proyectados por la fría luz de la luna, mis amigos aparecen frente a mí. Pero no unos amigos cualquiera, sino amigos vivos, amigos muertos, unos que estuvieron mucho tiempo, otros que duraron días. Amigos que me acompañaron, amigos que me cayeron mejor o peor. Amigos que, al fin y al cabo, nunca existieron, solo en un millar de mentes.
Los personajes de mis libros preferidos, claro.
Un hombre alto y grande, de piel oscura y rizos de color negro, vestido como un campesino pero repeinado como un marqués se deja caer, gruñendo, en mi sofá.
-¿Qué hacer?-me grazna Heathcliff-¡Sácale el corazón y bébete su sangre!
Catherine Earnshaw se materializa a su lado, mirándome con altanería primero, con sabia comprensión después.
-No hagas nada de lo que puedas arrepentirte. Piénsalo muy bien, porque puede convertirse en el peor de tus errores, Cris.
Suspiro, sin responder. Ellen, la vieja ama de llaves, se sitúa sentada en el escalón, manoseando ociosamente los hilos sueltos de su labor de punto.
-Siguen siendo niños...-Comenta con sorna. Luego los mira con severidad, riñéndoles-. ¡Deberían saber lo que se siente al estar enamorado! ¡Sobre todo usted, Heathcliff!
Éste no da muestras de sentirse ofendido en absoluto, siguen deleitándose de su sanguinolenta idea. Luego hace acto de presencia Vida Winter, y solo puede sugerirme lo que ya sé:
-Las palabras deben pronunciarse. Las historias deben salir. Si no, enferman y mueren. Y luego te persiguen.
El libro de Dianne Setterfield no supone una gran ayuda para mí. Ya lo hago, ya lo digo, lo expreso. Pero en voz bajita, en voz mental. Allá donde no sea necesario un interlocutor, ni siquiera la voz. Sólo un trozo de papel, un bolígrafo, o quizás un ordenador. Un sitio donde no me tiemble la voz si lloro.
Vida Winter tenía razón. Mi historia está muriendo. Luego ya no podré contársela al mundo.
¿Acaso existe fuente más perenne que el papel?
-¿Entonces?-susurro a los muertos productos de mi imaginación- ¿Le olvido? ¿Le pido perdón? ¿Me arrastro?
Bipa, con sus blancos mechones de pelo ondulado, con el rostro redondo, tal y como yo me la imagino, con su ropa de piel....Bipa, la valiente Bipa, cogida de la mano de Aer.
-Lucha, sigue adelante. Olvídale si con eso eres feliz.
-Tú fuiste a por él, arriesgaste tu vida, tu felicidad y tu frágil equilibrio-le recordé.
Ella permanece en un silencio enigmático, y Aer clava sus incoloros ojos en los míos.
-Persigue tus sueños, Cris. Quien no arriesga, no gana.
Me removí, incómoda.
-No gana...Pero tampoco pierde.
Enma se interpuso entre la pareja y yo, hinchando los carrillos de forma infantil. Se echó los rizos hacia atrás, furiosamente. Era increíblemente bella...y superficial. La celestina del libro que lleva como título su propio nombre.
-¡Si te pones así, podemos encontrarle el lado bueno a todo!
El code Fosco balancea su enorme barriga casi esférica por la habitación.
-¡Ah, querida! ¡Cómprate unos canarios! ¡Alegran la vida!
Y silba alegremente, llamando a los suyos.
Jane Eyre se mete en escena, cargando al ciego Rochester. Katniss, con su pierna quemada y sangrando por un oído, con varios puntos del cuerpo hinchados como pelotas de tenis, me susurra que siga adelante. Peeta niega con la cabeza, sus ojos azules me instan a salir corriendo y dejarlo todo atrás. Tanto tiempo luchando...Tantos meses de fatiga...
Pronto ya no puedo contar las figuras. Todos los libros, todos los autores, los géneros, los buenos con los malos...Todos se ponen a discutir, su voz de alza furiosa. Sus argumentos son incoherentes. Ya no me prestan atención.
-¡BASTA!-Grito.
Todas las imágenes me observan calladamente durante un par de segundos. Luego desaparecen como una nube de humo, con un tímido “Plof”
Oigo el crujido de una puerta cerrarse y pasos en la escalera. Cierro el libro bruscamente. Cuando mi padre irrumpe, alarmado, en la salita, los primeros rayos del sol tiñen las cortinas de color ámbar. Me froto los ojos con inocencia, fingiendo un bostezo.
-¿Estás bien?
Alzo mi límpida mirada hacia su rostro suspicaz.
-¿Hmmm? Ah, sí, he debido quedarme dormida, y he tenido...una pesadilla.
Arrastro las palabras, aparentemente somnolienta.
Se acerca a mí y me palmea la espalda. Yo acaricio el dorso de su mano, grande y tibia incluso durante lo más crudo del invierno.
-¿Te apetece desayunar?
Me pongo en pie y estiro mis entumecidas articulaciones, gimiendo
-¿Qué me ofreces?-esbozo una sonrisa traviesa
-¿Qué hay deeeeeeeeeeee....Unos churros con chocolate?
-Déjame a mí el café.
Le sigo hacia la cocina, tarareando quedamente una melodía de vete a saber dónde.

sábado, 5 de mayo de 2012

A little piece of my week.

Me despertó un toque sobre el hombro. Era mi hermano y eso me extrañó.
-Eh, Cris, son las siete y media.
-¿Y media? Hmpf, me he dormido. Gracias, cielo.
-Claro, si te acuestas tan tarde-me reprochó, no sin razón.
Más que eso, es que no duermo bien. Me mordí la lengua.
Sin más palabra, se alejó, dejando la puerta encajada. No tenía sueño, estaba bastante espabilada. Miré el teléfono. Qué raro que no hubiera sonado la alarma...pero claro, cuando intenté desbloquearlo, no se encendió. "Sin batería" comprendí. Me levanté de un salto e hice la cama con precipitación. Arrojé los cojines sobre la cama, y puse uno de mis peluches encima, un conejito que me regaló mi abuela una navidad, hace casi doce años. Me vestí con lo primero que encontré a los pies de la cama y en la percha. Tuve suerte y mis converses estaban bajo mi cama. Salí disparada al cuarto de baño, donde me lavé la cara y los dientes.
"Bien empezamos el día" pensaba irónicamente al salir de casa. Iba con retraso, así que cogí la bici para llegar antes.
El plan me salió bien. Aparqué, poniendo el candado con tanta precipitación que hicieron falta tres intentos. Me detuve unos instantes a recuperar el resuello antes de salir disparada a clase de Lengua, con la fea mochila rebotando sobre la espalda con todo el peso de mis libros de tercero de secundaria. Aceleré escaleras arriba de nuevo sin aire, resoplando, y con suerte llegué a clase antes de que Isabel abriera. Para mí aquello constituía una novedad. Nunca llego tarde.
Elena estaba trenzándose el pelo distraídamente, con ese aire lánguido que la caracteriza. Pero si la conoces tanto como yo, sabes que está pensando en algo, abstraída, con los ojos perdidos en el vaćio y la mente en otra parte. La parte estrecha de la espalda contra el frío poyete, los pies cruzados en una postura casual.
Alzó la vista cuando dejé mi mochila junto a la ventana, apoyada en una de las columnas de cemento y me senté a su lado, con la respiración aún agitada, sus ojos oscuros buscaron los míos, emergiendo a la realidad, y en sus facciones se dibujó una sonrisa.
-Buenos días-saludó alegremente-¿Qué te ha pasado hoy?
-Hola, ci-cielo...N-nada, me he despertado más tarde-jadeé
-Sueles llegar antes que yo-observó.
Una chica delgada, de cabello liso y negro me dirigió su bonita sonrisa de brakets. Esa era, sin duda, Lucía.
-¡Hola, Cristina!
A su lado, casi tan delgada como ella, estaba Belén, la ex mejor amiga de mi Naya. Se sacudió las ondas rubias de la cara, y sus ojos castaño claro eran amables, corteses. Pero ella saltaba directamente al grano, claro.
-¿Por dónde vas del libro? ¿Te está gustando?
-¡Sí! Me lo terminé anoche! Es precioso, me encanta la personalidad de Aer...
-¿Ya te lo has terminado?-mostró sorpresa-Te lo dejé ayer...Bueno, me alegro de que te gustara-Sonrió-. Aer es un poco idiota, ¿no crees?
Yo me mostré comprensiva con mi adorado personaje. Bipa me gustaba más, claro, por su temple y valentía, pero Aer resultaba...atractivo.
-Lo que creo es que le lavaron el cerebro
En ese momento oímos el decidido taconeo de Isabel, que nos saludó fríamente al pasar y abrió la puerta. Nosotras nos miramos, un poco resignadas, y cogimos las mochilas antes de aventurarnos al comienzo de un nuevo día, al maremágnum de alumnos aglomerados en la puerta.
Tomé asueto en mi mesa. Andrés, un chico bastante friki, de aspecto famélico y nervioso se sentó delante de mí. Siempre hablaba con la boca muy cerrada, o quizás era su voz, pero vocalizaba bastante mal. A su lado, el último novio de Lucía, Diego. Un chico bastante normal, un poco pijo, que se hace el pasota. A mi lado, Ana Regidor. No es que fuera mi mayor delirio. Como dirían Mei y Juan Antonio Guerrero, el ex novio de mi amiga Susana, yo odiaba a los Dálmatas. Me llamaban Cruela Devill. Yo me hacía abrigos con la piel de los dálmatas como Ana. Y no, no es en sentido literal. Ana se concentraba poco y hacía demasiadas preguntas.
Sacamos los libros de morfosintaxis y abrimos los cuadernos por los deberes de aquel día.
Todo el sueño acumulado me pasó factura de golpe y luché por mantener los párpados abiertos. Sin embargo, no puede decirse lo mismo de mi mente, que pronto se perdió en divagaciones, razonamientos y recuerdos. Miraba sin  ver cómo la profesora copiaba una de las frases en la pizarra con tiza blanca, manchándose la falda, fea y ceñida, al pasarse las manos.
Comenzó a preguntarle a la gente cómo sería el análisis de la frase. Yo no contaba con que me preguntase a mí, teniendo en cuenta que no tengo problemas con eso, así que me contenté con mantenerme despierta.
-¿Por qué no es un predicado nominal....Cristina?
Me volví, sobresaltada. Ni siquiera se me ocurrió mirar mi cuaderno. Por suerte para mí, mi mente piensa rápido.
-Porque, aunque el núcleo del sintagma sea un verbo copulativo, no tiene atributo, sino un Complemento Indirecto.-improvisé acertadamente. O quizás en el fondo sí que lo sabía
-Muy bien-elogió la estricta mujer a regañadientes. Puso el siguiente sintagma Nominal como función de Complemento Indirecto y no volvió a molestarme. Yo me limité a complementar los ejercicios sin hacer demasiado caso de las preguntas de mi compañera sobre mi vida privada. Mis escuetas y monosilábicas respuestas tendrían que servirle, pensé con fastidio.
Seguí al rebaño de borregos hasta la clase de inglés, donde me senté en primera fila, lejos de distracciones, cerca de la mesa del profesor.
Él se puso a corregir los deberes, de nuevo sin preguntarme. Luego se situó frente a la pizarra y se puso a explicar algo que a la mayoría de los presentes les sonaba a chino: los condicionales. Estos, en inglés, exponen una situación y un posible resultado. Comenzó explicando el Zero, el First y el Second. El Third, dijo, lo dejaríamos para el año que viene. Yo me los sé todos como la palma de mi mano. Pero, claro, yo voy a una academia de inglés.
Luego mandó deberes, como siempre, de Student book y del workbook. Se sentó a mi lado, en su mesa, mientras yo copiaba el enunciado del primer ejercicio.
Me miró fijamente con sus ojos azulados hasta que alcé la cabeza, incómoda.
-Me incomoda tu presencia-dijo en tono de broma, muy serio.
Yo luché por contener la risa.
-Y a mí me incomoda tu cara y no te he dicho nada, Paco.
Él fingió escandalizarse, siguiéndome el rollo.
-Eres diabólica-dijo-un monstruo. ¿Verdad, Barros?-inquirió, dirigiéndose a mi compañero, Daniel Barros.
-Uy, sí, yo le tengo terror-repuso éste sarcásticamente-es muy malvada.
Yo puse sonrisa pícara. La verdad es que mi aspecto no resulta muy reconfortante, con todos estos pinchos y calaveras y tal, todo un poco...negro. Pero las personas a mi alrededor ya se han acostumbrado, y en mi clase hay buen humor por parte de todos, somos como una piña.
Cuando tocó el timbre, cada uno se fue por su lado al recreo. Yo saqué de mi mochila un zumo de melocotón y comencé a bebérmelo mientras bajaba las escaleras, sin esperar a mis amigas. Son tan lentas siempre que me molesta.
Una vez abajo, en nuestro sitio frente al tobogán, al lado de las clases de primero y segundo de primaria, dejé la mochila en el suelo y me añadí al numeroso grupo. Por un lado estaban mis cuatro mejores amigas:Las sugus. Mei, la piña; Naya, la naranja; Megu, la cereza y Sussy, la fresa. Y luego estoy yo, el limón. Cada una con su letra y su color, ya que la palabra Sugus está compuesta por cinco letras. Yo soy la U, ¿por qué? porque se puede formar una carita sonriente con ella Ü
A nuestro lado están las normales del grupo. Elena, alta, de ondas castañas, risueña y olvidadiza. Ana Pagador. Carmen González, la más alta del grupo, delgadísima y mi "madre". Carmen García, mona, sensata, cariñosa y heavy. Laura Cristóbal. Natalia, que siempre está haciendo deberes. Bing Ye Xia y Hanqi Zeng, las dos chicas asiáticas del curso, y...creo que no me olvido de nadie.
Y por otro lado están los heavys. Álvaro, que es grandote, tiene diecisiete años y da miedo. Luca Bonacini, mi ex novio, alto y delgado, de largo pelo negro. Yaiza Rubira, una chica vasca bastante auténtica. Da la impresión de que no importa lo que digan sobre ella. Alberto y, con frecuencia, su gemelo Tomás. Son los dos pelirrojos y pecosos, y se los diferencia porque uno tiene el pelo más largo.Heavys y frikis gamers, sí. Alberto es más "atractivo" por decirlo así, y Tomás es el más guapo y simpático...y adivinad, tiene novia XDDDDDDDDDDD. Y el último es Pablo, también de cuarto, de fino pelo largo y castaño. Es al que menos conozco de todos.
Mis chicas, siempre ruidosas, me abrazan, me gritan, me hacen fotos y me despiertan del todo. Cotilleos, música, sol...Luego aparece Alberto, y Mei y yo le pegamos, luego él nos abraza....Y así continúa la locura de mis días. me cuesta pensar en el poco tiempo que nos queda juntos. Mucha gente irá a estudiar a otros institutos cuando acaben la secundaria, porque el bachillerato del Colegio Aljarafe es muy caro. Tengo la certeza de que nuestros recreos serán muy solitarios y aburridos sin ellos...¿Quién será mi saco de boxeo ahora? Jajaja.
La siguiente hora tengo Naturales. Nos toca hacer la exposición sobre el Modelado Kárstico o subterráneo. Qué es, cómo se forma, Erosión, Transporte y Sedimentación, Formas resultantes del paisaje y Ejemplo y fotos.
Un chico levantó la mano.
-Hmm...tengo una pregunta...¿cómo es que el agua "disuelve" la rosa?-inquirió el chaval haciendo referencia a una expresión que utilizó mi compañera.
tomé la palabra.
-Bueno, el agua procedente de la lluvia se mezcla con muchas sustancias que la acidifican. Luego, con el Carbonato de Calcio, convirtiéndolo en Bicarbonato. ¿Te acuerdas de cuando dimos Formulación?-proseguí- El Bicarbonato es soluble en agua. Éste, debido a sus componentes ácidos, corroe las rocas-concluí, un poco nerviosa.
El chico asintió y tomó apuntes sobre la hoja que Pilar había repartido. Ella escribió algo antes de preguntarnos cómo habíamos hecho el trabajo.
-Cada uno ha buscado su parte. En clase hicimos el PowerPoint y en casa te envié el guión.
-Entonces, ¿Cada uno ha expuesto lo que ha buscado?
-Sí, así es. Pero creo que algunos han dicho más de lo que les correspondía.
La mujer se apartó un mechón rubio de la frente antes de volver a anotar sobre su carpeta.
-Podéis sentaros. El siguiente grupo, que se prepare.
Me dejé caer sobre mi silla mientras el siguiente grupo proyectaba su presentación en la pizarra desde el portátil.
La siguiente hora era la de cultura Religiosa. Durante esa hora, Pilari nos explicó su método de evaluación del tercer trimestre y comenzamos a charlar sobre los conflictos religiosos causados por la literal interpretación de los libros sagrados. Este concepto recibe el nombre de Fundamentalismo.
Casi no tenemos recreo. O al menos, diez minutos no parece suficiente.
En matemáticas ya me limité a ejercer de autómata.Frecuencias, Medias, Modas y medianas se me mezclaron, y cuando ya hablamos de los Parámetros de dispersión...Hmpf.
La última hora ya pude desconectar. Total, tratándose de Tutoría...
Al volver a casa, conseguí que fuera sola. Al menos hasta que llegué a la avenida, donde divisé la figura alta de robusta de Varo, el hermano de Sussy.
-Hey
Alzó la mano para chocar conmigo. Tuve que ponerme de puntillas.
-¿Esperas a alguien?
-Sí, a ti, te vi ir al bloque de Mei y pensé que quizás de ibas por otra parte o te quedabas con ella...
-Ah...no, solo iba a despedirme-sonreí
Titubeó
-¿Vas a venir a mi concierto? bueno, de mi grupo.
-¡Claro! Lo he visto en el evento de Tuenti...Ayadrak, ¿no? Como memorias de Idhún.
-Eres la única que lee los eventos-dijo, como resignado-sí, probablemente sea en el alamillo...este domingo, de diez de la mañana a tres de la tarde.
-Espera...¿el domingo? Varo, pero si es el día de las madres...va a ir poca gente...de hecho yo tengo que almorzar con mi abuela, ahora que caigo.
-Supongo que ya me lo temía...-se detuvo-bueno, esta es mi calle. Hasta mañana, Cris.
-Lo siento y adiós, Varo-repuse, verdaderamente apenada.-ya hablamos...
Y ahí acaba mi día. Lo único bueno que viene por delante es el hecho de ver a mi familia, porque menudas ganas de ir a la academia y hacer los deberes hasta las nueve de la noche. ¡Ah! y tengo un exámen el jueves.
Menos mal que aún me queda batería en el mp5. Me va a hacer falta.

Un trocito de mi viernes.

-...Tengo que estar en casa de mi abuela para cenar, luego vengo.
Había que ser muy hábil para detectar la mentira en la voz de Ethan. Yo, desde luego, lo conocía demasiado bien. Esa era su excusa para acompañarme un rato mientras yo volvía a casa. Solos. Aún después de tanto tiempo, todavía es capaz de hacer que mi corazón se acelere.
Mantuvimos una conversación informal mientras nos alejábamos.
-Así que fotos y preguntas...¿Será así siempre? Es muy triste.
Reí.
-De momento, sí-repuso-. Me parece un buen intercambio.
Yo enrojecí sin poder evitarlo. Di gracias a la noche.
No puedo recordar de qué hablábamos. Cogió mi mano, y en lugar de seguir por el camino fácil, me llevó por los irregulares adoquines del aparcamiento.
-Ethan...¿por qué vamos por aquí? Hay aceras en la vida-musité, dubitativa.
Él guardó silencio, como si esperase algo antes de contestar. Se detuvo frente a un gran árbol. Había una caravana de aspecto algo anticuado de color café y un seat negro.
-Vamos por aquí porque está más oscuro.
Sus manos, que ya me eran muy familiares, recorrieron lentamente las curvas de mi cintura. Me besó por el cuello, tan encendido como yo. Luego ascendió por la mandíbula hasta mis labios. Su beso no fue tan gentil. Era más lento que cuando salíamos juntos, más que en Diciembre, en el Otakón de Sevilla. Sus manos tampoco lo fueron. Se atrevió a ir más allá de lo normal, más profundamente. Sentí sus manos, expertas, frías, mezclándose con mi pelo primero, en mi espalda después, ascendiendo, apretándome contra su cuerpo. Me aparté para respirar, casi boqueando, y él viajó por mi cuello, bajando...
-Me tengo que ir ya, estoy tardando demasiado en "cenar"
Dibujó unas comillas en el aire.
-Te dejo con el calentón-la sorna se filtró en su voz.
Sonreí, procurando torcer mi boca como a él le gusta, dándole un toque enigmático a mi voz.
-¿Quién te dice que quien te deja a medias no soy yo?
Traté de alcanzar sus labios por última vez.
-Ch ch ch..tengo chica.
Di un paso atrás y puse los brazos en jarras.
-Adiós pues.
Me giré con la aparente intención de marcharme.
-¡No! Era una broma.
Me retuvo por un brazo, deseoso de un último beso. Puse un dedo sobre sus labios, que se torcieron en una mueca.
-Das demasiadas cosas por supuesto, Ethan. ¿Quién te dice que yo no tenga chico?
-Haces demasiadas preguntas retóricas-torció el gesto- tus besos me lo dicen.
-Yo podría utilizar ese mismo argumento.
Lancé una risita despectiva y besé fugazmente su mejilla antes de alejarme por la calle desierta hacia la avenida.
¿Quién deja a medias a quién?
Suena egocéntrico pero, como diría mi hermano....Me siento como una boss XDDD

Jueves.

El suave resplandor azulado de la pantalla de mi móvil iluminó mi habitación. Bizqueé. Aún eran la seis de la mañana. A una hora y media de levantarme, apenas había conciliado el sueño. Enterré el prehistórico teléfono bajo la almohada, y la repentina luminiscencia se extinguió.
Me di la vuelta una y otra vez. Al fin, vencida, me quedé tumbada sobre mi espalda, sintiendo el bulto de la coleta en la coronilla, mirando cómo el dormitorio se iluminaba lentamente. Tan solo se percibía un resquicio de cielo a través de las cortinas. Primero, azul intenso. Luego, rosáceo. Después, amarillo, y finalmente, celeste, como siempre. Resplandeciente, amplio, intenso. Y sin embargo, se me antojaba el mismo color desvaído de todas las mañanas. Los muebles, de un blanco nacarado, recobraron su brillo. Las azules paredes, color añil, parecían igual de envejecidas que siempre. Lo único que delataba la presencia de vida en aquel cuarto, eran las sendas montañas de ropa a los pies de mi cama y la de mi hermana, más prendas, vaqueros, cinturones y pañuelos en las perchas. Sudaderas y camisetas caídas al suelo en un brusco movimiento de pies.
Sentí vibrar el móvil antes de dar el primer timbrazo. La canción aumentó de volumen conforme pasaban los segundos, y mi hermana se removió a punto de despertarse. Gruñí, tanteé bajo mi cabeza, y alcancé el teléfono. Entrecerré los ojos al mirar la pantalla. <<Ea, ¡Para arriba!>> Las letras se me mezclaban. También la hora. Las siete y veinte. Estuve tentada de apagarlo y sumirme en ese sueño lento y profundo que tanto añoraba, sin sueños, pesadillas ni pensamientos. Pero, ¿para qué? Al final terminaría mirando al techo, invariablemente. Mejor hacer algo útil.
Me incorporé y, descalza, me encaminé al cuarto de baño para ducharme y vestirme.
Así comienza cada uno de mis días.
El vaho caliente se dibujaba en la mampara de la ducha, yo escribía tu nombre con la punta del dedo. Luego pasé la alcachofa, y el chorro de agua a presión desdibujó y disolvió, inexorablemente, mis trazos.
Salí de la ducha, resignada. Era el momento de máxima relajación, cuando el agua caliente se mezclaba con mi pelo, que se tornaba negro y brillante, y podía cantar o pensar en solitario. Me vestí, como cada día. Leggins rotos, medias de rejilla debajo. Converse All Star de bota, de color negro. Camiseta ancha de un grupo de Hard Rock.
Mientras me peinaba, hice memoria de mi larga noche, recordando los espacios en blanco. Recogí mi pelo en una coleta salpicada de densos tirabuzones castaños. Había soñado con él de nuevo, sí...pero esta vez se trataba de una pesadilla. Forcé la mente mientras luchaba con las horquillas para cabello rizado. Sí, él se alejaba de mí, sus ojos verdes me atravesaban como si tuvieran rayos X y yo me pregunto hasta qué punto me equivoco en mis decisiones.
En el exterior, el día se había tornado húmedo. Cuando alcé la vista, vi n suave manto de algodonosas nubes pálidas. Sin embargo, en el horizonte, una borrasca, de un gris turbio y amenazador, se cernía sobre las casitas adosadas del pueblo. Hacía más frío de lo normal aquella triste mañana de primavera. Por suelte, por una vez, me acordé de coger una chaqueta. Aunque me preguntaba qué pasaría si llovía.
Las horas transcurrieron tediosas en las clases. Las paredes de colores desvaídos. La aburrida cháchara de los profesores. Apuntes precipitados. Un examen hecho al azar. Los nervios de una exposición. Las risas del alumnado. Las bromas con algunos de los maestros.
Los jueves son días duros. Sociales, Lengua, Francés (optativa), Matemáticas, Educación para la ciudadanía y Naturales. Todos los días lectivos son iguales, y todos son diferentes. En sociales hacemos actividades invariablemente, en lengua tocó un examen. Pasada la tensión, todos nos sentimos mucho mejor. En optativa ignoramos a la malhumorada profesora, nos metemos en Tuenti desde la BlackBerry de mi amiga Megu. En matemáticas, la bruja nos manda trabajo, trabajo, trabajo y más trabajo. Teoría y práctica, y deberes también, completito para no aburrirnos el fin de semana...aunque no haya peligro. ¿Ciudadanía? Disertaciones filosóficas por grupos distribuidos en el colegio. Improviso tesis, antítesis y síntesis. Luego nos tumbamos en los duros y fríos bancos de piedra a contemplar el cielo plomizo, bromeando como siempre. Y por último, Naturales, Geología, con sus rocas calizas, su meteorización, su modelado, Erosión Transporte y Sedimentación...
Chispeaba levemente cuando salí de clase. Maldije. Ni capucha ni paraguas. Qué lista que soy, pensé con ironía mientras me ajustaba la fea mochila al hombro. Me encogí de hombros. Siempre podía volver a planchar mi flequillo, artificialmente lacio.
La lluvia se hizo más intensa y yo aceleré sobre el resbaloso tramo de la avenida que conducía a mi urbanización. Los coches formaban un concurrido atasco en las zonas colindantes al colegio. El aparcamiento del mismo y las tres puertas estaban abarrotados.
Mi pelo goteaba ociosamente sobre mi espalda, casi a la altura de los omoplatos. Sentí un chapoteo detrás de mí y aminoré el paso, consciente de que alguien me seguía. Siempre me gustaba volver a casa sola (siempre que no me interesase que esa circunstancia cambiara) escuchando mi música o pensando en mis cosas. Bastante tengo con fingir alegría y sonrisas en clase.
Mi ex novio detuvo sus largas zancadas cuando llegó a mi altura. Ni siquiera había perdido el resuello.
-Pensaba que llevabas los auriculares
-No tengo batería-repliqué secamente.
El pobre no se merecía aquel trato por mi parte. ¿Qué va a saber él de mis extravagantes cambios de humor? De modo que traté de suavizar el tono.
-Te ha salido muy bien la exposición del modelado fluvial.
-¿Sí...? Gracias, aunque la verdad es que...
E inició su inacabable parloteo. Es algo a lo que nunca he llegado a acostumbrarme. Su voz es suave y monótona, y siempre ha hecho que me amodorre como si me acunara. Suele hablar en voz baja, y se me hace difícil seguirle desde el comienzo, y suele saltar de un tema a otro siguiendo los complejos razonamientos de su cerebro de Alto Coeficiente Intelectual.. Con frecuencia habla de cosas que sólo él entiende o solo a él le hacen gracia, y eso hace que su charla me aburra. Siempre acaba hablando sobre alguna serie anime. Adoro el anime, pero tampoco conozco tantas series como él, y me pierdo entre títulos y argumentos.
Al fin llegamos al paso de peatones donde se bifurcan nuestros caminos. Un efímero claro consiguió detener la lluvia unos instantes, y me despedí de él con un rápido abrazo.
Al llegar a casa y después del almuerzo, así mi libro y me retiré a mi habitación. Me enfrasqué en la lectura que había terminado la noche anterior, siempre me ha gustado releer los libros. Éste, en concreto, se basa en un terreno siempre frío, nieve y hielo todo el año. Todo Etéreo y sin sustancia. La aridez y la tristeza casi se contagian a mi carácter, que tiende a ensombrecerse con relativa facilidad. Cuando palpé mi piel, la sentí cálida, percibía el rápido redoble de mi corazón en las venas de mi muñeca. Por una vez, valoré todo eso. No volveré a despreciar el calor y el verano.
Suena otra de mis alarmas. Diantres, eran las cinco. En media hora tenía que estar en la academia de inglés. Es una pérdida de tiempo, Colin, mi antipático profesor, sólo atiende a los alumnos con dificultades. Me ignora el 95% de las veces, y eso debería agradarme si mis padres no se dejaran casi mil euros por esas clases a petición mía.
Esta no fue una ocasión aparte. Mi rubio amigo se volvió hacia Marcello y Fernando y les ayudó a preparar la exposición “Change! You will talk the first ones of your group, your class...it has to be dinamic, with movement...”. Yo ya tenía la mía preparada, y mi vecino de enfrente y compañero estaba estudiando su parte. Bufaba, se distraía constantemente, se aburría en definitiva. Comenzó a charlar conmigo. Suelo permanecer en mi hermético silencio, que solo se interrumpe si alguien me pregunta. Aquel atardecer nublado era particularmente bonito.
-¿Eres virgen?-me preguntó de pronto.
No pude responder inmediatamente. Probablemente, como efecto de la sorpresa. Me sonrojé y valoré mis opciones. Mandarlo a meterse en sus asuntos venía a significar un “no”. Opté por ser sincera.
-Sí, lo soy.
Pero mi voz flaqueó y yo me sonrojé más aún. Pero aún: se me escapó una media sonrisa.
-¡Uy uy uy! ¡Y esa sonrisa! Algo ha pasado...
-He dicho que soy virgen, pero no una santa-aclaré con voz ronca
Guardó silencio antes de volver a la carga.
-¿Alguna vez te has emborrachado?
-No bebo.
-¿Y fumas?
-¡No!
-¿Por qué no? Todo el mundo lo hace
-No me reporta ningún beneficio-repuse fríamente.-Y yo no soy “todo el mundo”.
Sólo se oyó la voz queda y exasperada de Colin durante unos instantes “No, no! Try again, without the paper!”
-¿Y tus amigos?
-Sí, la mayoría.
-¿Tienes novio?-inquirió seriamente.
“¿Qué pasa, ya te molo?” Quise preguntar, sarcásticamente.
-No-respondí, sincera de nuevo. Por si acaso, me dispuse a mantenerlo lejos:- Pero ya me gusta alguien.
Esperaba haber puesto bastante énfasis en “gustar” para que entendiera la realidad. Sus cejas se desplomaron, y prosiguió con el interrogatorio.
-¿Te gusta leer?
-Lo adoro.-mi voz denotaba fervor.
-No sé qué le ves. La tele lo cuenta resumido.
-Quizás es...ejercitar la mente, la imaginación, viajar a otro mundo, olvidar todos los problemas, que el alrededor se esfume, olvidarte de que existes, sumergirte en otra historia, aprender...
Su necedad me puso la carne de gallina. Supuse que mi expresión debía ser la de una psicópata obsesiva, por lo que se volvió a su folio y garabateó caritas en el margen.
El reloj dio las siete y Colin nos condujo hasta la salida. Yo siempre caminaba a la cabeza de la fila, por ser la única que no remoloneaba y por las ganas de irme del lúgubre edificio.
-How long is your presentation?
-It's about two pictures. The first part doesn't need photo. The second one is about Charles Richter and the last one y the square of the impacts.-Expliqué, en mi fluido inglés.
-It's not bad...okay, see you on Tuesday. Goodbye
-See u-repuse, alzando la mano a modo de despedida.
El resto de la tarde la consumieron mis deberes y el ejemplar de La Emperatriz de los Etéreos. Poco hay que decir. Ahora estoy en mi camita, total, a la una larga de la mañana. El libro está en el suelo, y a mí casi se me caen los ojos.
Pero, ¡eh! Mañana es viernes :D