jueves, 29 de diciembre de 2016

ἄλγος

Mi padre está viendo las fotos y vídeos de nuestras vacaciones. Otra vez. Yo, sencillamente, no puedo; todo tiempo pasado fue mejor en algunos sentidos y peor en otros, pero recordar los momentos felices escuece tanto o más que los tristes.
A veces pienso en la vida de mi padre y duele. ¿Cómo debe ser privarte de todo por otras personas? ¿cómo debe ser estar solo y tragarte todos tus sentimientos? ¿y carecer de motivación y aspiraciones? ¿cómo se siente una persona que ya no tiene ilusión por nada? ¿y sentir que todos los días de tu vida son exactamente iguales?

lunes, 26 de diciembre de 2016

Bienvenidos a mi sitio, a mi locura.

No puedo dormir. Son las 3 y 11 minutos y aquí hay una verdad esencial: no puedo dormir. ¿Cuántas cosas encierra una frase tan simple? En esas tres palabras se esconde el agobio de lo poco que me queda por descansar, y no solo por dormir. Son esas preciosas horas en que no tengo que escuchar a mi propia mente, fingir alguna emoción o hacer algo en concreto. En que no puedo dormir se encierran preocupaciones de mayor a menor grado de tontuna, y ese recoveco negro que me da miedo, y la pesadilla que tuve anoche.
Los párpados ni siquiera pesan, y recorro la silueta que dibula la luz de la luna en la superficie perlada del armario, un diseño de cruces y recuadros alargados de un color extraño, indefinido. Y esta voz mental, mi narración que no cesa, que no calla, y cuando se cansa de repasar por enésima vez en mis noches en blanco esta habitación se vuelve hacia mí, mis defectos, mis recuerdos, y repasa cada detalle de cada error que he cometido en los últimos años, los organiza y analiza por formas y colores, por temas y por gravedad. Así, al final, un amanecer vago y agotado me sorprende en medio de una pesadilla tardía de ojos abiertos, dentro de mi propia mente consciente.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Jingle bells, Jingle bells, jingle all the way!

Estoy harta de extrañar siempre a alguien en nochebuena.

Intento aferrarme a las festividades navideñas, dada mi natural inclinación hacia el frío y la oscuridad pero, ¿a quién quiero engañar? Busco el sol como un caracol en primavera, lampo por días largos y colores luminosos. Creo que lo que me gusta del invierno es abrazar, acurrucarme en busca de calor, celebrar que estoy con los míos y hacer regalos. Y sin embargo, no puedo negarlo, el invierno no es lo mío; demasiados momentos tristes tiñendo mis recuerdos, sin luz a la que aferrarme.
Estoy cansada de tener que echar a alguien en falta. Y no pido mucho, solo a mis pequeñas cinco personitas (ahora seis) a mi lado, solamente una noche al año. Estoy enfadada y harta por cada vez que me dicen que estas son las cartas que me han tocado en la vida, por no poder lanzar la baraja por los aires y vivir a mi modo, a mi ritmo. Y por cada nuevo drama, eso también.
No es justo. ¡No es justo!

martes, 13 de diciembre de 2016

Primeras veces.

A pesar del chorro de aire caliente que escupe el calentador de baño, la piel se me pone de gallina cuando metro los pulgares en la cinturilla de los leggins deportivos y tiro de ellos hacia abajo, realizándolos por mis piernas. Los doblo de mala forma y los lanzo sobre la encimera para echarlos a lavar.
Ahora llega la parte dura; le doy la espalda al espejo y me quito la camiseta y el apretadísimo top de ejercicio, y sin soltarlos sujeto contra mi pecho la toalla.
De forma incoherente, pienso en cómo Ale me dijo el otro día que, en realidad, nunca había tocado a nadie como a mí y me siento secretamente aliviada y feliz. En ese momento estuve tentada de decirle que, a pesar de todo, él ha sido el primero en verme desnuda. La primera vez, cuando decidí quitarme la camiseta, sentí el miedo agazapado en el pecho y procuré no mirarme el cuerpo. Me pregunto cómo se sentiría si lo supiera.
Tampoco he dejado que nadie me toque el vientre desnudo, jamás. Sonrío para mis adentros pensando en sus besos suaves, cierro el grifo y retuerzo mi cabello pars eliminsr el exceso de agua. Gotas de agua brillan sobre mi piel cubierta de aceite corporal, me llega vagamente el aroma almizclado de la misma. Luego me seco, disfrutando de la sensación sedosa, y me visto. Solo cuando estoy cubierta, me aproximo al espejo para alisar los rizos rebeldes y enredados que colman mi cabeza.
De fondo, suena "R U Mine"

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Party party hard.

Esto es un... ¿club?
Miro a mi alrededor, un poco cohibida por las luces purpúreas y la música pulsante que mueve a una marea de cuerpos. La masa de carne está envuelta en un humo denso, casi una neblina. Esta no es la clase de sitio que me gustan, para nada.
Ah, pero Ale está a mi lado. Mi roca, mi salvación. Me acerco ligeramente y me aferro a la manga de su chaqueta a la altura del codo en un gesto automático. Cielo santo, está muy guapo en traje... y mientras me pierdo en este pensamiento, esboza una mueca incómoda y creo, con alivio, que está a punto de pedirme que nos marchemos; pero no es así. Molesto, agita su brazo hasta que le suelto, pero ni siquiera me mira.
Oh.
Insegura y herida, busco aquello que retiene su atención. Está mirando a una chica menuda y bajita, de aspecto casi aniñado de no ser por la ropa demasiado reveladora que lleva: unos pantalones indecendemente cortos de ajustado satén y un crop top de lentejuelas plateadas. Su piel, demasiado pálida, reluce con sutileza.
- Por aquí, caballero.
Ella le dedica una sonrisa de labios llenos y hoyuelos encantadora, y de paso, un coqueto parpadeo. Sus pestañas como plumeros descienden sobre sus ojos, de un penetrante azul verdoso.
Esa chica tan guapa está ligando con mi novio.
Él solo le presta atención a ella.
Por alguna razón me quedo allí, plantada, mientras él sigue a la señorita mini-shorts de satén, que agita su lacio cabello castaño en todas direcciones.
En algún momento, ella resurge de la neblina.
-Tú... sígueme.- dice. Su sonrisa se ha disuelto en el humo.
Vacilante, acompaño a una chica hacia una sala vacía, impregnada de un silencio hueco.
-Ahora, más vale que pienses un poco.- su voz suena burlona. Se marcha entre airados taconeos.
Delante de mí hay un solo espejo de cuerpo entero, y me miro en él. Con un rictus de pena y sorpresa, observo mi anatomía, los vaqueros viejos, la sudadera gris de decathlon con la que duermo, las converse rotas. El pelo, largo y descuidado, recogido de mala forma en una coleta sin gracia, y en mi cara blanca y sosa solo destacan dos grandes ojeras y algunas heridas y marcas de uña en mi mandíbula. Me pongo los ojos en blanco a mí misma, pero la aburrida imagen del espejo no cambia. Instintivamente, entiendo lo que la chica morena quería decirme, y me dirijo corriendo hacia la puerta para encontrarla firmemente cerrada con llave. Golpeo la madera y grito sin resultado todos los nombres que conozco, al otro lado, el murmullo quedo de la fiesta continúa ajeno a mi angustia.
- ¡Ale! ¡¡Ale!!
Y le oigo reírse a lo lejos, y también a la encantadora muchacha.

Entonces, con un respingo, me despierto. Aún es de noche.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Moar nightmares, moar stuff.

No esperaba despertarme, y jadeé sorprendida. La pesadilla había sido asombrosamente real y creíble. Unos segundos antes estaba en la universidad, sometida al frío cortante de un día de invierno a la intemperie, delante de un muy resuelto novio mío que me decía... bueno, la verdad es que no quiero recordar sus palabras siquiera.
Un aluvión de imágenes borrosas y superpuestas inundó mi mente cuando sentí mi corazón intacto, latiendo con vitalidad y fuerza. Nadie lo había roto. Al contrario que con la mayoría de sueños, la crisis empezó después de procesar las crueles y lejanas palabras, sin duda sacadas de novelas y series para hacerme daño; era todo tan perfectamente posible que un sollozo me serró el pecho tratando de desenredarse de mis dientes temblorosos y mis labios húmedos. Lágrimas totalmente infantiles e irracionales me abrasaron los ojos y luché por serenarme.
Aún quedaban tres o cuatro horas para que tuviera que marcharme a clase, así que aproveché para pensar un poco y vi el amanecer. El día trajo estabilidad y ya apenas recordaba el sueño, con la mente llena de negociaciones y Mishima y verbos tramposos y becas de movilidad y demás ajetreos del día a día.

Feminismo

Ser feminista es una de las cosas más agotadoras que me ha pasado jamás, y no es difícil adivinar por qué. Ser feminista es ser atacada por todos lados, especialmente en las redes, donde lo único más difícil que respetar una opinión ajena es aceptar que la propia no debe ser impuesta.
Hasta ahora he oído muchas versiones. Que esto es el feminismo 3.0 y que no tiene sentido. Que es un movimiento exclusivo. Que los hombres no pueden formar parte de él. Que los hombres son aliados. Que los hombres no pueden ser feministas. Que el feminismo es hembrismo y por tanto debemos perseguir la igualdad, que los casos de hembrismo son como los de machismo...; Al final, en el feminismo se habla más de hombres que de mujeres, ¿no es irónico?
Como si no me bastase con el día a día, con cada burrada que me han dicho por la calle, cada vez que me han seguido, las veces que me han metido mano, para que ahora vengan un puñado de imbéciles a decirme que como soy fea y estoy gorda (midiendo mi valor como persona exclusivamente por mi aspecto, cómo no) todo eso es mentira... o incluso que debería estar agradecida de recibir semejante atención. Atención desde que era pequeña y me escribían mediante redes sociales para pedirme fotos eróticas, desde la primera vez que un tipo me llamó guarra por no querer liarme con él.
Como si no fuera bastante con cada vez que se me presuponen cosas por ser mujer, como que tengo que fregar y limpiar, saber cocinar, ser buena esposa y madre, delicada, femenina, arreglada, guapa, natural, modesta, ni demasiado buscona ni demasiado recatada, omnipresente, silenciosa, eficaz  y multitarea.
Como si no me bastara con saber que no me respetarán, que difícilmente accederé a un puesto directivo, que mi valor está en mi juventud y mi cuerpo, que si quiero ser trabajadora no puedo ser madre, que voy a cobrar menos, que tendré que callarme mucho y tragar más, y esforzarme el doble que cualquiera.
Como si no fuera bastante terrible que esto ocurriera, tengo que vivir con la consciencia de que existen muchas más como yo en todo el mundo luchando por un trabajo digno, un sueldo digno, por sobrevivir a la violencia que ejercen sobre ellas sus parejas, sus amigos, sus familias; luchando porque no las vejen, golpeen, violen y maten, porque no practiquen la ablación en ellas, porque no las vendan, porque no cubran sus cuerpos y acallen sus mentes.
Ser feminista es muy agotador, cansino. Llegado un momento, el mundo parece una algarabía de gente gritando, pidiendo, reivindicando, insultando y mofándose; y entre voces intentas explicar que no tiene por qué ser así, que es importante luchar unidos y no atacarnos de este modo. Que aún queda mucho por conseguir y la libertad que buscamos no se basa solo en vestir como queramos y salir sin depilar. Estoy harta de ser feminista.

Porque lo peor es que, encima de todo, la culpa es nuestra y debemos sentirnos agradecidas. Faltaba más.
¡Hombre, ya!

viernes, 2 de diciembre de 2016

Sueños de una islita-tostadora.

Lucho contra mis párpados, pero pesan demasiado. Me sumo en una inconsciencia intranquila, sintiendo cómo la pesadilla sin forma se alza y me aplasta. Mis sueños ya no tienen una forma concreta casi nunca, pero eso no evita que se me acelere la respiración y se me empape el cuerpo en sudor frío. Soy parcialmente consciente de mi propio cuerpo, el corazón me late desenfrenado en la garganta y me siento como si me estuviera ahogando, como si un peso enorme se hubiera instalado en mi pecho y no pudiera respirar. Trato de regresar a la consciencia con toda mi fuerza, cada músculo de mi cuerpo tenso mientras busco la conexión entre mi mente y mis extremidades. Me siento yo, pero estoy en una dimensión nueva, esperando a que un nuevo horror tome forma y me persiga, lo veo venir.
- ¡Ah!
Un jadeo brusco se abre paso entre mis dientes y dispara una catarata de respiraciones entrecortadas. Me incorporo sacudiendo la cabeza, aliviada de la penumbra caliente de mi habitación, salpicada de puntos de luz: el botón rojo del calentador, el resplandor apagado de las luces de la calle iluminando las vetas blancas y grises de la madera del armario.
Me vuelvo a desplomar sobre la almohada, tratando de calmarme. Pateo el edredón y remango las perneras del pantalón y el bajo de mi camiseta, revelando los contornos de los músculos de mis gemelos y el valle pálido de mi vientre. Cierro los ojos, con la sensación laxa que se tiene después de hacer un ejercicio muy intenso. Apenas he descansado y estoy agotada.

No sé en qué momento me he vuelto a quedar dormida, pero este paisaje me es familiar de una forma vaga y lejana. Parece mi propia interpretación de mis recuerdos de la playa de las Canteras y casi siento el impulso de reír mientras me pierdo en la belleza de la silueta de las montañas sobre los colores cambiantes del océano manchado de arrecifes. En mi idilio hace bastante calor, supongo que como respuesta al calefactor en mi habitación, y me encuentro tirando de los extremos de mis vaqueros y doblándolos como si fueran unos pantalones pesqueros. Mi jersey ya está lejos y el calor me calienta la piel. Siento una presencia a mi lado antes de oírla.
- Hola.- se me forma una gran sonrisa como respuesta al tono musical de su saludo.
- Hacía mucho que no pensaba en este lugar.- murmuro, admirada, extendiendo mis blancos antebrazos al sol. Eddie me imita, sonriendo con sorna ante el contraste de mi piel nívea con su perenne bronceado tropical.
- Apuesto a que lo has echado de menos.
- No sabes cuánto.- Se me escapa una carcajada.- Vale, tú no sabes lo que es eso, pero recuerda que donde yo vivo hace frío a veces. Además, puedo oír la lluvia...
- Quédate un rato en mi islita-tostadora.
Una blanca sonrisa se extiende por su cara morena y una imagen acude a mi mente, la de un sol asomándose entre un manto gris de nubes de tormenta, llenando de color el mundo. Ahora recuerdo por qué convertí a Eddie en mi sol particular, siempre despejando la pena y la duda con su optimismo natural.
- Eso no depende de mí, al fin y al cabo, esto es solo un sueño.
-"Claro que está ocurriendo solo en tu cabeza, pero, ¿por qué iba a significar eso que no es real?"
Mi mejor amigo cita a Albus Dumbledore con una ancha sonrisa de nuevo un poco burlona. Pongo los ojos en blanco, está claro que he estado leyendo demasiado.
- Vale, vale, touché. - suspiro, aunque me estoy divirtiendo.- Creo que debería irme.
- Pero han pasado solo unos minutos, fresita.
- Quizá para ti, que solo eres un sueño.- meneo la cabeza.-, pero mi despertador está sonando y yo me estoy despertando.
Mientras hablo, me pongo en pie y me sacudo la arena de los pantalones. No estoy segura de a dónde debo ir, así que vacilo. Me gusta este lugar cálido y luminoso, y eso es impropio de mí, que siempre me he sentido más cómoda en la lluvia, las sombras y el frío.
Mi sol esboza otra relampagueante sonrisa, otro luminoso amanecer, y yo me siento de pronto agradecida de que nuestra relación haya derivado en esta amistad simple, segura, sencilla y natural como una respiración. Me sorprende pensar y citar a Bella Swan mientras duermo, teniendo en cuenta lo poco que simpatizo con el personaje.
- Puedes volver siempre que quieras, fresita.- me aseguró.
Responderle exige un esfuerzo de concentración tremendo. El estridente pitido se cuela en la escena y me siento arrancada de mi inconsciencia...
- Gracias.- mi voz suena ahora real, pastosa, contra la oscuridad caliente de mi dormitorio. El despertador ahoga el zumbido monocorde de mi gruñido de protesta, solo quiero seguir durmiendo.