martes, 13 de diciembre de 2016

Primeras veces.

A pesar del chorro de aire caliente que escupe el calentador de baño, la piel se me pone de gallina cuando metro los pulgares en la cinturilla de los leggins deportivos y tiro de ellos hacia abajo, realizándolos por mis piernas. Los doblo de mala forma y los lanzo sobre la encimera para echarlos a lavar.
Ahora llega la parte dura; le doy la espalda al espejo y me quito la camiseta y el apretadísimo top de ejercicio, y sin soltarlos sujeto contra mi pecho la toalla.
De forma incoherente, pienso en cómo Ale me dijo el otro día que, en realidad, nunca había tocado a nadie como a mí y me siento secretamente aliviada y feliz. En ese momento estuve tentada de decirle que, a pesar de todo, él ha sido el primero en verme desnuda. La primera vez, cuando decidí quitarme la camiseta, sentí el miedo agazapado en el pecho y procuré no mirarme el cuerpo. Me pregunto cómo se sentiría si lo supiera.
Tampoco he dejado que nadie me toque el vientre desnudo, jamás. Sonrío para mis adentros pensando en sus besos suaves, cierro el grifo y retuerzo mi cabello pars eliminsr el exceso de agua. Gotas de agua brillan sobre mi piel cubierta de aceite corporal, me llega vagamente el aroma almizclado de la misma. Luego me seco, disfrutando de la sensación sedosa, y me visto. Solo cuando estoy cubierta, me aproximo al espejo para alisar los rizos rebeldes y enredados que colman mi cabeza.
De fondo, suena "R U Mine"

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