miércoles, 21 de marzo de 2018

Ups and downs

Últimamente estoy teniendo unos bajones horribles en los que a mi cuerpo se refiere. Me siento frustrada todo el tiempo, por no tener la fuerza de voluntad necesaria para comer menos o la resistencia física para mover más mi enorme culo.
Así que voy a dejar esta foto por aquí, para verla a menudo, porque no me conviene olvidar a dónde lleva esto, lo que se siente cuando se te caen el pelo y las uñas y las piernas no te sostienen.

viernes, 16 de marzo de 2018

Joy.

Aunque sus labios fueron dulces y cuidadosos, los brazos que me ceñían la cintura me apretaron con fuerza contra su cuerpo. Curiosamente, había espacio en mi cabeza para pensar, para concentrarme en no perder el control; aunque no había peligro de que eso ocurriera de nuevo: ya no percibía esa ciega necesidad que nos había poseído un rato antes en medio de la calle.
Supuse que era inevitable, teniendo en cuenta todo lo que había pasado, que en cuanto tuviéramos un lugar tranquilo y estuviéramos a solas, no habría nada que pudiera separarnos. Lo raro fue, por tanto, que no tuve ninguna sensación de inevitabilidad, de que aquello fuera a lo que estuviera avocado todo lo que había entre nosotros, una especie de objetivo culmen. De algún modo, fue una de las primeras veces que él me sorprendió (como lo seguiría haciendo y aún lo hace, cuando me encuentro incapaz de dejar de mirarle y suspirar). Estar juntos por primera vez fue un batiburrillo de opuestos revueltos: comodidad y familiaridad, pero una energía chispeante e ingenua que no sabía que podía sentir. Suave, pero extremo, relajante y abrumador.
De lo único que estoy segura de aquel momento es de su esencia absoluta, ese núcleo de pureza, mejor que nada que haya conocido jamás. Estuve segura, mientras le miraba dormir, acalorado en el sofá viejo, de que él pertenecía a un plano mucho mejor que el mío, sin ningún tipo de maldad ni dolor. Aún a veces tengo la abrumadora sensación de que formo parte de esa dimensión tan pacífica, de que algo o alguien me ha dado permiso para ser feliz.
Ahora quiero reírme de mí misma. Pensé que sabía algo, pero ahora soy consciente de que mis experiencias anteriores en cuanto a relaciones son muy limitadas desde el punto de vista sentimental. Siempre se ha tratado solamente de sexo, un acontecimiento con final definido, más divertido que placentero, un intento banal de gratificación física...; así que lo que sentí aquella primera vez que hicimos el amor no encajaba en mis concepciones ya formadas en ningún nivel, de ninguna manera. En primer lugar, la gratificación personal queda en segundo plano, y el objetivo principal se convierte en la demostración de adoración por el otro, volcarse en besar cada centímetro de piel (y de alma, si pudiera) y entregarte por completo al otro. Y luego, por supuesto, jamás me había despertado abrazada a nadie, jamás me había abandonado por completo a la pasión sin sentir una cierta repulsa por el sudor y los fluidos ajenos, los ronquidos y el aliento mañanero. Son repulsas que se sienten cuando el cuerpo fláccido y desnudo a tu lado es el de una persona desconocida, y me maravillo aún de la sensación de escucharle respirando bajo mi oreja, de su calor a mi alrededor.
Llevo dos años buscando la palabra adecuada para esa sensación de bienestar, un cosquilleo un poco similar a ese sentimiento burbujeante que me deja sonriendo por dentro cuando pienso en él y evoco todo lo que me gusta, todo lo que adoro y lo que amo de su persona. Quizá si tomamos esa emoción y la envasamos, concentrándola y purificándola dentro de un crisol, liberándola de toda sensación inferior, obtengamos la respuesta algún día. De momento, lo único que se me ocurre es "dicha".

martes, 6 de marzo de 2018

Subtle, recurrent warnings.

La verdad es que siempre supe que la enfermería, la medicina y derivados no eran lo mío.
El pensamiento me ronda la cabeza mientras miro de reojo a mi madre a través del espejo. Me pregunto cómo sobrelleva lo que está a punto de ocurrir, si no le dan miedo las curas... aunque debo admitir que siempre me quedan muy bonitas y limpias.
Ese es mi problema, no soporto el dolor. Me llevo bien con la sangre, pero no con el dolor. Sin embargo, me gusta el orden, el arraigo de la técnica aprendida y siempre disfruto con la preparación.
Me lavo las manos lentamente, metódicamente, como me enseñaron. Las palmas, el dorso, describiendo círculos con energía, entre los dedos, y luego cada uno individualmente. Después me repaso cuidadosamente las uñas cortas, sin esmalte. Cierro el grifo con el codo y me seco las manos usando papel desechable. Luego, me embadurno las manos con el sterillium, esa solución a base de alcohol para limpiar a fondo que me deja la piel achicharrada y un penetrante y desagradable olor químico pegado al paladar.
Respiro hondo, mis manos sudan dentro del látex. Despego los apósitos uno a uno, suavemente, y de inmediato me llega el aroma dulzón de la sangre contaminada por pus, pero no puedo asustarme, no debo asustarme. Tengo muchísimo calor, pero sé que es la tensión, en breve estaré sudando, pero lo ignoro mientras pulverizo clorhexidina en la gasa estéril y la paso por la zona, enrojecida, caliente, tirante.
La úlcera está abierta, y froto un poco la superficie buscando una boquilla por la que drenar. Una vez la localizo, presiono la herida, limpiándola por dentro y alrededor del catéter, tirando un poco más cada vez. No pasa nada, he hecho esto mil veces, pero sudo a chorros sintiendo en mi alma cada uno de sus respingos y estremecimientos de dolor.
Y de pronto la vía se sale. Tengo en mis manos el extremo redondeado y restos de puntos descosidos y la sangre sale a borbotones de la vena. ¿Era la yugular o la subclavia? no puedo recordarlo, pero presiono con todas mis fuerzas para detener la hemorragia y ella me mira con esa sonrisa distante, como diciéndome que eso no es nada, que no me preocupe. Todo chorrea, los mostradores de mármol, los apósitos, los botes, el lavabo, el suelo. Estamos bañadas en sangre y necesito ayuda.
Ayuda.
Ayuda.
¡AYUDA!


Y me despierto, siempre en el mismo lugar.

lunes, 5 de marzo de 2018

And then?

And then I wish I was wrapped in your arms, your warmness, because there's nothing in this world I could ever love more than sleeping in your chest, feeling how your blood pumps and rushes through the veins, your very much alive heart soothing me down as I slowly start to believe I found home in you.