martes, 30 de octubre de 2012

Far and sad times.

Fingir es muy cansado. Agotador. No es algo a lo que puedas acostumbrarte. Ni siquiera yo. No puedo cambiar de cara a mi antojo. Estoy triste. Hace mucho que estoy triste. Y se me han agotado las vías de escape.
No tengo ni tiempos ni ganas para hablar con nadie sobre algo que no tiene siquiera un motivo. Tampoco puedo echarme a llorar, por muchos motivos. Nadie puede notármelo. También es agotador. Las lágrimas no siempre salen con la facilidad de antes, ¿sabéis? Se me forma un nudo en el pecho y no dejo de sollozar como una condenada. Pero a veces no llego a llorar.
¿Y escribirlo? Es lo que llevo meses y meses haciendo. Pero las cosas no son iguales, tampoco. No quiero que nadie lo lea, no quiero que nadie me pregunte absolutamente nada. Las historias se me han muerto dentro. ¿Lo notáis? Frases cortas, inconexas, frías y secantes. No, no las historias. Sino los propios sentimientos.
No sé ni como empezar. Esto es patético. Supongo que por lo que decía al principio.
Estoy muy cansada. De echarme a reír, de decir estupideces sin sentido, de escuchar las penas ajenas, abrazar a amigas llorosas, escuchar amoríos de otros. No me quejo de que no se me escuche, es lo último que busco. Pero esto es tan frustrante...
Estoy muy cansada de fingir que todo va bien. De salir con mis amigos. De mantener la buena cara. De ser amable. Cuando esa no soy yo. No soy pava e inocente. Soy la heavy chunga, la mala, la emo.
Y estoy harta de fingir que no le echo de menos. Que le he olvidado. De dudar si le amaba. Cuando siento que he perdido todo lo que amaba, todo lo que merecía la pena, cuando no hay un solo día que no le recuerde, busque los textos que le dedicaba y eche de menos quién era antes.
Las cosas no van mejor que hace unos meses. Le recuerdo al despertar, me trago las lágrimas que aparecen sin previo aviso, en medio de una clase de historia o de matemáticas. Sueño con él casi todos los días. Echo de menos recordar su nombre o nuestras conversaciones y sonreír.
Entonces, en días como hoy, en que la máscara se me desmorona y tengo que ajustármela, en días en que me escondo detrás de las puertas a llorar..., siempre cuento con ayuda
Con la inestimable sonrisa de cuatro personitas increíbles, que escuchan mis paridas, y también las pocas cosas coherentes que digo.
Y, por supuesto, mi familia. El único punto fijo de mi vida.
En útimo lugar, y no por ello el menos importante, Ed. Aunque no siempre esté de humor, él y su otra personalidad me alborotan el estómago, me sacan los colores y una enorme sonrisa.
¿Nunca he contado por qué estoy obsesionada con KyuHyun? Adelanto que es por este baboncio mío, por mi Eddie, mi oppa, pero no diré por qué.
Y cada vez que escucho su voz, lloro y sonrío, y muero y me derrito, porque me tiene un poquito muy enamorá...