domingo, 27 de febrero de 2022

Just like the others...

     Oddly enough, words are just not enough this time. Something is hurting inside and I can't even reach out and grasp it because it burns so badly I'm scared I'm gonna turn into ashes. I'm scared. I thought I knwe jealousy but this extremes are unbearable - I don't seem to be able to deal with any of this in a more ore less rational way. My head hurts, I've got heartburn. I think my response was sort of appropriate once I got myself under control, but now... now I'm incredibly sad and I can't get it out, it's stuck!

Start by easy statements, my therapist said. Well then.

I guess I'm sad I disappointed him. I'm just like the others, I judged and distrusted and there's no turning back from that. I've hurt him and I won't forget nor forgive myself for it.

I guess I also hate the fact that I'm seeing it coming. She is seeking harm and I debate between letting things just happen - as he must learn his own lessons in life - or stepping in and protecting him.

I don't really know why I'm jealous tho. Is there any explanation for that sorta feelings? She's not pretty nor intelligent and she could just do without any of these atributes, but she happens to also be deceitful and twisted. He's clearly stated that she humilliated him. I'm furious about that. I try to compose myself but I know he can tell. He ain't no fool. Why is it that I find so hard to believe the fact that he miraculously loves me?

I... I just...

I guess I'm crying a lot these days. Grass wasn't definitely greener on the other side, I'll admit, but we'll keep watering it no matter what. We'll get through.

I'm so sorry I put you through this. I'm so sorry. I'm sorry.

jueves, 24 de febrero de 2022

Quietud y chatarra

     Es más duro levantarme de su lado cuando no duermo pues, abandonándome al sueño, pierdo brevemente la noción del espacio y de la situación que me rodea. También es cierto que es difícil no relajarme y alcanzar ese estado dorado de inconsciencia a su lado; pero anoche fue una excepción. En un nido enmarañado de brazos y piernas, acunada por el fuelle constante de sus pulmones y el hálito escapando de entre sus labios, para liego volver a entrar, me dediqué a estudiar los polígonos amarillentos que las farolas de la calle arrojaban sobre las paredes de la habitación. De vez en cuando, un estrépito de chatarra y faros halógenos alteraba los sólidos patrones en el gotelé.

Saboreé cada uno de los puntos de mi piel que estuvo en contacto con la suya, el rastro de su olor impregnado en el algodón de la ropa de cama, la blanda firmeza de la carne apretada en derredor. Deseé estar desnuda en su jaula de cariño y calor.

Me levanté escasos segundos antes de que sonara el despertador. No quería que un nuevo estrépito de chatarra y luz azul irrumpiera en la quietud de su sueño abandonado, fácil, profundo y casi infantil. A pesar de ello acusó mi presencia y quiso retenerme a su lado y sentí fugazmente el dolor agudo que debe acuchillar a las madres cuando se separan de sus vástagos a contra voluntad. Le arropé concienzudamente, como queriendo enmendar el calor ausente de mis pieles flácidas, y me marché con la culpa del amante que se desliza de puntillas en la noche, vestido con mentiras, dejando mi pensamiento y mi corazón con él, acaso le hicieran compañía y velaran su descanso como un ángel de la guarda, incorpóreo, alimentado únicamente por la Fe.

lunes, 14 de febrero de 2022

Todo bien, poquito a poco.

     En San Valentín me enamoré más de él, si es que cabe.

El calor que llevo dentro por él y que me mueve como brasas de carbón humeante creció en intensidad a lo largo del día y se convirtió en un volcán virulento. Para cuando vino a recogerme de la universidad, yo era un terremoto de lava hirviente, una adolescente que se enamora por primera vez, una novia el día de su boda.

Quise ponerme guapa para él, pero no con uno de esos atuendos que uno se moriría por arrancar con los dientes, sino con elegante discreción. Medias transparentes, un vestido sencillo y bonito, botas muy altas de tacón, regalo suyo, la melena exuberante, un marco purpurinoso de pesadas pestañas negras en torno al ojo. Me sentí enrojecer hasta la raíz del cabello cuando me dijo que estaba muy bonita, pero no fue hasta que no se arrodilló para sacarme las medias lentamente, regando el camino con besos, cuando los ríos de magma me atravesaron y desbordaron entera. Exploté varias veces a su alrededor y debajo de él, víctima de sus ritmos cambiantes, ahora rápido y brusco, ahora dulce y lento. En una de sus acometidas le pedí que nunca dejara de mirarme y él, henchido de ternura, me susurró:

- Ay, pequeña..., no hago otra cosa.

Y yo me derretí nuevamente.

Sobre la cama me aguardaba un hermoso ramo de lirios con Baby's breath en dos tonos. El arreglo es, como siempre, exquisito. Todo apunta a que los lirios serán también de dos colores diferentes, rosas y blancos, cuando se abran.

Las primeras flores que entran en nuestro hogar.

Pero todos los sitios son hogar si está Él en ellos.

Volví a enamorarme como una niña más tarde, mientras conducía, suspirándome entera por dentro de guapo que estaba. Tan despeinado, con el rostro relajado, brillante. Parecía más joven y menos cansado mientras me cantaba una canción de Gente de Zona con los mismos aires de niño malo que se gastaba en nuestros primeros meses de relación. En la cama, ataviada con un chándal desigual y comiendo pizza, yo también me sentí momentáneamente más joven.

Esta noche, viéndole descansar, con los labios hinchados de besos, mi volcán se ha sumido en un sueño ligero. La lava, que sigue fluyendo en lo más profundo de mí, cambia los cimientos de mi mundo a su paso, igual que él. Poquito a poco, pero todo bien. 

Me vuelves loca, moreno.

miércoles, 9 de febrero de 2022

Sales.

     Y qué manera de mirarme.

Dos pozos negros que parecían succionarme, absorberme y atraparme. Obsidiana, azabache, hematita, con un brillo casi metálico, con una calidez infinita, con media sonrisa colmada de toda la dulzura de este mundo. Las cejas bajas, los párpados lánguidos, la red entretejida de pestañas proyectando una sombra tenue sobre los pómulos.

Allí tumbada, en su pecho, quedaban atrás los pretendidos coqueteos eróticos que habíamos sostenido durante el día. La pulsión sexual, dominada, silenciada por sus tiernas caricias a través del agua caliente, teñida de azul de sales. Sabía que tendríamos tiempo de amarnos en un lenguaje de intimidad, sexo y placer más tarde. 

Trajimos a la luz nuestros recuerdos favoritos del último año, que ha hilvanado sus días en derredor casi sin que nos enterásemos. El primer beso, las primeras flores, el primer viaje, los primeros contactos entre nuestros cuerpos, la primera lluvia de estrellas, en la playa, las primeras navidades, los primeros regalos. Pensamos el uno en el otro teniéndonos delante, y yo casi podía saborear la ternura que impregna sus sentimientos por mí, sentir el peso del equilibrio entre el amor, la pasión, el respeto, la admiración, el cariño y el afán sobreprotector.

Vaho, calor, piel, sales. Caricias y ojos de hematita. Sin velas, ¿para qué? si él resplandece como un millón de luces.

martes, 8 de febrero de 2022

Reeducando

     Nos han acostumbrado a pensar en el amor y en su magia como en una utopía tan fantástica como deseable... e imposible. Nos enseñan lo que son los cuentos de hadas, y luego por qué nunca serán nuestra realidad.

He tardado toda una vida en comprender que el secreto está en dar con quien haga magia con las cosas cotidianas, quien te haga sentir que vives en una película romántica, con poemas y violines como banda sonora, con burbujas en el vientre y nervios corriendo por la sangre, con risa permanente, en una libertad temeraria. Dar con la persona que convierta un viaje en coche en una experiencia excitante, divertida, dinámica. Alguien que haga resonar todas las campanas de la tierra con un beso, que ponga a temblar la tierra con una caricia de sus manos. La magia está en la persona, no en situaciones novelescas; el amor no existe necesariamente en paseos en vespa, grandes pintadas, paseos en globo y mensajes escritos en las nubes. No está en una estrella comprada, en joyas exclusivas.

El amor de cuento reside en una hornada de galletas de chocolate, dulces y esponjosas, de un lunes por la noche. En hacer el amor por todos los rincones. En un paseo al supermercado. En una ducha compartida. En una notita y un dibujo sobre el escritorio, antes de trabajar. En un desayuno preparado con cariño.

El amor lo escribe, lo compone y lo redefine su forma de mirar, de tocar, de sentir y de transmitir. Realeccionando mis recuerdos, mis sentimientos, mis conceptos. Reeducando el corazón.

Amor es Él.

domingo, 6 de febrero de 2022

Ay, amor...

     No sabría describir la luz que se cuela por entre los barrotes, ventanas y rendijas de este lugar. No es la misma luz clara y límpida que rebosaba por los cuatro costados de nuestro pisito de alquiler, no: es más. Es una luz dorada y acogedora que hace de las estancias desvencijadas lugares más cálidos. Es una luz mágica, el haz que te imaginarías alumbrando un milagro sagrado; el resplandor que pescaditos de oro que debía tener la casa de los Buendía, en Macondo o la amalgama de habitaciones añadidas a la vivienda de los Trueba, en La casa de los espíritus. Tiene algo de historias del pasado, de cuentos contados, del candor de una familia y de sucesos por venir. Henchida de éxitos, lágrimas, fracasos, risas y experimentos. ¿Habrase visto alguna vez un haz de luz con sonido? porque en mis pabellones resuenan las conversaciones de las reuniones familiares, los chillidos de los niños, ladridos e incluso gemidos contenidos de placer.

Es una luz para fotografiar, pintar, para tumbarse ocioso a contemplar el bailoteo de las motas de polvo. Es una luz sobre la que escribiría una canción, un poema o un post en mi blog. Para ponerse melancólico. Para teñir los recuerdos y para añorar cuando esté fuera de casa.

La luz de estas paredes..., no estaba la primera vez que vine a verla. Ni la segunda. Creo que comenzó a rebosar, cremosa y dulce, de los poros de su piel; se infiltró en los muros, porosos, en los suelos, en las maderas y en las cosas. Resbaló hasta los mismos cimientos, impregnó la tierra e hizo brillar el mismo cielo.

Ay, amor. Tú pones color a la vida, luz al sol, estrellas en la noche.

Primera semana de wiglú: la crisis de la mediana edad.

     Me dicen con frecuencia que, de impaciente, soy demasiado rápida para todo, quizá también para las pequeñas crisis de identidad que adornan el proceso de maduración. ¡Sigo quemando etapas a un ritmo de locura! de aquí a la primera cana... 

Ayer se nos hizo bastante tarde. Podía sentir el peso de una semana muy larga en los músculos de la espalda, en los brazos y el cuello doloridos por la tensión del trabajo más físico del día. Podía oler y escuchar, perfectamente tangibles, el hastío y el cansancio de mi marido, que abría una regola en el salón para recoger los cables. Los martillazos de la macheta se sobreponían al sonido de la música y de la pintura pringosa impregnando el rodillo y el techo de la cocina.

Hice una pausa, suspiré y me miré las manos un momento. Mi hermano solía decir que la mejor manera de saber la edad real de una persona es, precisamente, a través de sus manos, pero yo siempre he pensado que depende mucho de lo trabajadas que estén. No rezuman la gracilidad y la bella elegancia de las manos de mi madre - que mis hermanos han tenido la fortuna de heredar - pero siempre he intentado cuidarlas más para compensar. Pensé en las manos de niña que conocieron a mi marido, tan suaves y vistosas con su esmaltado impoluto; nada que ver con la sequedad, las uñas pequeñas, rectangulares y blancas, los callos incipientes y los surcos blanquecinos de la versión que se presenta un año más tarde. Sentí vergüenza ante mi propio descuido, durante un instante pensé que me estaba haciendo mayor..., y no en el mejor sentido.

Sé que eso él ni lo percibe ni lo comparte. Menos mal. Agradezco tener a una persona tan excepcional a mi lado, alguien que silbe mientras está faenando, aunque esté cansado; que así y todo me haga el amor antes de dormir con todo el cariño del mundo. Alguien que no le tenga miedo a trabajar por la mañana y pasarse la tarde limpiando, pintando o reformando el hogar que compartimos, alguien con quien compartir las cargas (las buenas y las no tan buenas, las físicas y las mentales); porque todo esto quizá sería perfectamente posible sin él..., pero no sería ni tan fácil ni tan bonito.

Tú haces de esta casa un hogar para mí. No lo olvides.

jueves, 3 de febrero de 2022

The hunger pit.

     Ahí está otra vez. El desequilibrio, el fracaso. No es lo que era, pero es algo. El alborozo infantil y menos realista de sentirme los anillos bailar en los dedos, la ropa más holgada, los huesos más prominentes. Vuelvo a clavarme las crestas ilíacas en el asiento, vuelvo a acusar el agotamiento, la falta de apetito - y cuando lo tengo, ¡qué bien resisto el hambre! - y la debilidad ante cualquier esfuerzo físico.

Qué atractiva puede ser la miseria. A veces me encuentro contemplando con mal disimulada nostalgia aquellos días en que podía recorrer las costillas con los dedos como si fueran las teclas de un xilófono, imaginando que mi cuerpo tenía por dentro sonido y color. Me encuentro anhelando la hendidura, como de cuenco, de mis clavículas. Qué facilidad tiene el cerebro para omitir lo que no interesa, el dolor del hambre, el estreñimiento, la pena, el frío, la sensación de estar decepcionando al mundo.

Diría que, a veces, no comer es casi instintivo, fácil, natural. Como si mi cuerpo sintiera indiferencia, como si mis propios instintos se hubieran rendido conmigo. "Esta tía es tonta" parecen decir, "paso del tema".

Me consumo poco a poco, ajena a la desgracia que siembro en las vidas ajenas.

De cuando casi se nos resbala el amor.

     Recuerdo que acabamos arrodillados, sudando y jadeando, sobre el parqué de la habitación, a la vera de la cama revuelta. Recuerdo la tormenta de inseguridad, miedo y vergüenza que apenas comenzaba a desatarse dentro de mí como un insistente picor en el alma, y aún siento vivamente el espectro del deseo de salir huyendo de la estancia y volatilizarme, pero, en lugar de eso, me quedé congelada, expectante de su reacción.

Él, recuperado el aliento, intentó que le mirara y le hablara, pero yo no estaba lista para alzar el rostro y dejarle entrever hasta qué punto aquello había sido un desastre para mi ánimo, mis expectativas. Vaga y brevemente pensé en los pétalos de rosa que tenía guardados en una cajita en mi bolsa de viaje, en las velas, en el bonito conjunto de encaje negro. Me aterró pensar que aquello había tenido un significado diferente para cada uno de nosotros, que había pecado de ingenua y romántica; los negros nubarrones de mis pensamientos se cernían sobre mis ojos, anegándolos en lágrimas de la conciencia de que aún me quedaba todo un fin de semana allí para terminar de retar mis expectativas. Temí entonces, sorprendida aún del curso de mi mente díscola, que volviéramos a tener sexo. No estaba lista.

- ¿Qué? ¿Qué te pasa?

No lo sabía, no podía responder a su angustia, que a su vez alimentaba mi pena, mi sensación de fracaso.

Él, sin inmutarse, hizo magia entonces, porque no sabe hacer otra cosa. No sabe hasta qué punto me apaciguó su abrazo sudoroso, derritiendo la rigidez cerosa de mis miembros; agradecí que no siguiera preguntando por el momento, que no juzgara mi desazón. En lugar de la tan esperada dicha, solo había incomodidad y desazón por toda la piel. Él nos puso en pie a mí y a mis dudas, a mi corazón fracturado, y leyó por mi cuerpo y mis expresiones como si tuviera el manual de traducción de mis poros, como si el vello, la dermis y los órganos no significaran nada, y viera mi núcleo claro y certero, vítreo.

Nos llevó a la bañera. En ningún momento me molesté en preguntarme qué sentía él, si tenía miedo, si le atemorizaban los mismos pensamientos que a mí, o quizá si estaba acostumbrado a situaciones del estilo. Ni pensándolo entonces ni escribiéndolo ahora me lo creo, siendo honesta. No me di cuenta de lo frágil que estaba.

El agua caliente llenó de salpicaduras la pequeña mampara, y pronto también las losetas del baño. No me importó, era un hotel; en aquel momento solo me perturbaba mi propia desnudez, que hice el amago de cubrir con los brazos, las manos. No me lo permitió. Con suavidad, retiró mis extremidades y veneró cada centímetro de mi piel con un cuidado exquisito, con delicadeza pero de manera contundente. Me abrazó a su cuerpo con seguridad, olí su desesperación por conectar de nuevo conmigo, por apretar la angustia que me oprimía el pecho y que pareció escurrirse por mis poros, vaciándome de todo mal sentimiento. Después, con una gentileza suave que solo rivaliza con la levedad del vaho, me lavó y desenredó el cabello y me cubrió de jabón con sus manos, desde el cuello, los hombros, los senos, la cintura, el vientre, la espalda, las piernas y la cálida intimidad. En ese momento tan vulnerable sentí que mi sentido de la identidad viraba bruscamente y que ya no era yo, no era cuerpo ni presencia física, era solo puro amor, necesidad y dependencia. Me sentí astillada, pendiente de ser reconstruida o de dispersarme en piezas irreconciliables; como no podría ser de otro modo, sanó con sus cuidados mi esencia quebrada, con besos y caricias que pronto escalaron y nos arrastraron con el deseo del otro.

Entonces, solo entonces, en la bañera resbalosa y entre enroscadas volutas de vapor, pudimos hacer el amor por primera vez.

miércoles, 2 de febrero de 2022

Wisdom

Un día le dije.

«Siento que se me va a ir todo de las manos y lo siento por lo que pueda o no pueda pasar.
Lo último que quiero es hacerte daño.

Ahora mismo las cosas están claras, pero pronto puede que dejen de estarlo. Hay cosas que yo, al menos, no puedo controlar.»

Y no sabía cuánta razón tenía.

martes, 1 de febrero de 2022

Resting is overrated.

    Pude ver que su intención era darme un beso suave y a dormir. Lo sentí en la dureza de sus labios comprimidos, que depositaron un beso breve pero firme en los míos, y una caricia de sus manos amables que quisieron empujar mi rostro contra su pecho en la postura en la que solemos dormir.

Pude ver que lo intentaba con sincera preocupación por mi bienestar y mi descanso, pero mi cuerpo tenía otras ideas y sentí cómo sus dulces intenciones se hacían añicos con un jadeo cuando deslicé la boca húmeda sobre sus labios una vez más; balbuceó una leve protesta, algo que quiso sonar a "pero..., no vas a descansar nada", pero pude silenciar esas leves interjecciones...

... y comprobé, con gran satisfacción, que el volumen de su excitación crecía y se manifestaba a través de jadeos, murmullos y quejidos de placer.