Me dicen con frecuencia que, de impaciente, soy demasiado rápida para todo, quizá también para las pequeñas crisis de identidad que adornan el proceso de maduración. ¡Sigo quemando etapas a un ritmo de locura! de aquí a la primera cana...
Ayer se nos hizo bastante tarde. Podía sentir el peso de una semana muy larga en los músculos de la espalda, en los brazos y el cuello doloridos por la tensión del trabajo más físico del día. Podía oler y escuchar, perfectamente tangibles, el hastío y el cansancio de mi marido, que abría una regola en el salón para recoger los cables. Los martillazos de la macheta se sobreponían al sonido de la música y de la pintura pringosa impregnando el rodillo y el techo de la cocina.
Hice una pausa, suspiré y me miré las manos un momento. Mi hermano solía decir que la mejor manera de saber la edad real de una persona es, precisamente, a través de sus manos, pero yo siempre he pensado que depende mucho de lo trabajadas que estén. No rezuman la gracilidad y la bella elegancia de las manos de mi madre - que mis hermanos han tenido la fortuna de heredar - pero siempre he intentado cuidarlas más para compensar. Pensé en las manos de niña que conocieron a mi marido, tan suaves y vistosas con su esmaltado impoluto; nada que ver con la sequedad, las uñas pequeñas, rectangulares y blancas, los callos incipientes y los surcos blanquecinos de la versión que se presenta un año más tarde. Sentí vergüenza ante mi propio descuido, durante un instante pensé que me estaba haciendo mayor..., y no en el mejor sentido.
Sé que eso él ni lo percibe ni lo comparte. Menos mal. Agradezco tener a una persona tan excepcional a mi lado, alguien que silbe mientras está faenando, aunque esté cansado; que así y todo me haga el amor antes de dormir con todo el cariño del mundo. Alguien que no le tenga miedo a trabajar por la mañana y pasarse la tarde limpiando, pintando o reformando el hogar que compartimos, alguien con quien compartir las cargas (las buenas y las no tan buenas, las físicas y las mentales); porque todo esto quizá sería perfectamente posible sin él..., pero no sería ni tan fácil ni tan bonito.
Tú haces de esta casa un hogar para mí. No lo olvides.
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