miércoles, 30 de junio de 2021

Distant

     La sombra del miedo, la duda, el cambio y la culpa lo coronan todo. El final del mes más complicado en mucho tiempo.

Lo evalúo con la sensación general de entumecimiento, de cansancio, tristeza. Inútil, imposible de comunicar lo que siento. Torpe, distante, fría, con secretos..., o, más bien, verdades a medias. Llena de ganas de absolutamente nada, vacía de cosas constructivas que ofrecer. 

Haciéndole sufrir. Insuficiente, a pesar de todos mis esfuerzos por no serlo.



domingo, 27 de junio de 2021

Visto y no visto.

 La verdad es que no lo he sentido venir. Después de un agradable fin de semana fuera que culmina con un soberano atasco que me lleva a llegar a casa tres horas después de lo previsto, yo solo quería abrazar a mi marido y perderme en los valles y curvas de su piel suave y cálida. Le había echado mucho de menos.

No puedo ponerlo todo en pie..., solo sé que yo estaba disfrutando. Con las piernas aún temblorosas tras el primer orgasmo y la pituitaria saturada de su perfume, hundía el rostro en su cuello, aferrada con brazos y piernas a su tronco, soldada firmemente a su contorno. El placer me sacudía en lentas oleadas cada vez que una embestida certera se deslizaba por mi carne, entrando y saliendo. Aceleró el ritmo de las acometidas y yo me sentí temblar desde las entrañas.

La verdad es que todo iba bien, pero de pronto ya no. Me recorrió un escalofrío helado y hubo sensación de pérdida, oscuridad, nebulosa. No le veía, ya solo sentía pánico frenético inundándome y un grito que comenzaba a llenar mi garganta. No sé cómo alcancé a bloquear los músculos para no revolverme, arremeter contra su dulce toque a empellones y golpes con toda la fuerza de mi desesperación.

- Para, para, para, ¡para! -. Jadeé.

Sentí como si ese gemido sin aire me arañase las cuerdas vocales, rasgándolas como un grito a un millón de decibelios. Le sentí salir de mí, aún sin verle, recordando la lánguida pereza que recorría las copas de los árboles aquella noche, el suelo, gélido y húmedo, mordiéndome la piel. Dolor y miedo por partes iguales. Quise llorar y eso hice, porque aún no podía verle, lo había estropeado todo nuevamente; temblaba y lloraba de vergüenza y de anhelo por regresar al amor y a la suavidad que siempre coronan mis noches.

viernes, 25 de junio de 2021

"Elena"

 A mi "yo vulnerable":

    Hola. Sé que es muy egoísta por mi parte querer dirigirme a ti después de haberte maltratado durante tanto tiempo, pero necesito disculparme. Te he ignorado, te he insultado, te he alienado y aún así mírate, fuerte y entera, aún formando parte de mí.

Durante mucho tiempo te convertí en mi alter ego, como si así pudiera separarte claramente de mí. De todo lo que no me gustaba. Te di los atributos que no me gustaban, convertí tu necesidad de descanso en acusaciones de pereza, la expresión de las emociones en debilidad. Quería que "Cristina" fuera significado de actividad, efectividad, seguridad, inamovilidad, y convertí lo humano y lo femenino en peyorativo, lo personifiqué en torno a mi segundo nombre y traté de excluirlo de todas las facetas de mi vida. Así, cada vez que alguien me preguntaba si podía llamarme "Elena", yo respondía que probablemente no me iba a dar por aludida. "Esa no soy yo" pensaba. Elena es suave, redondeada, blanda, llorona, quejica, floja, débil, cutre, servicial, ociosa, romántica, cursi, boba, emocional, irracional, dependiente.

¡Ah, si yo hubiera sabido...! Que los sentimientos no me hacen blanda, sino que complementan mis ideales de inteligencia y madurez. Que descansar es necesario para sanar y regenerar. Que en el equilibrio está la clave del éxito..., si lo hubiera sabido, seguramente habría valorado más algunos de los aspectos que me hacen única, que me hacen quien soy; incluso aquellos en los que debería trabajar, como la impulsividad o el genio.

Perdóname. No tenía derecho a tratarte como lo hice; al fin he comprendido la importancia que tienes para mí.

Necesitar compañía no te hace dependiente.

Apoyarte en los demás no te hace incapaz.

Llorar no te hace débil.

Descansar no te hace vaga.

Socializar y dedicar tiempo al ocio no te hacen perezosa.

Ahora quiero intentar hacer las cosas de otra manera, si quieres y me dejas. Me gustaría abrazar todo lo que me ofreces y aprender de ello. Me gustaría reconectar con las personas que me importan y dejar de hacer daño a los demás con la hosquedad de mis silencios, no exentos de significado. Me gustaría ser más sincera, porque habitualmente omito las cosas que no me interesa expresar. Me saber cómo desenredarme las emociones del alma, cortarles las espinas para que no pinchen e hilarlas con sentido, transmitirlas, saborear el alivio y compartir con las personas a las que quiero.

Quiero aprender a reconocer qué es lo que necesitas y cómo darte paz, porque en mi empeño de cuidarme el cuerpo para lograr una perfección física he olvidado que la mente también es salud. No te di el crédito que merecías y ahora admiro y deseo tu resiliencia, para curarme.

lunes, 21 de junio de 2021

26.12.20

     A tenor de mi entrada anterior, siento el impulso de escribir sobre ciertas cosas que rememoro con frecuencia, pero que no me atreví a redactar en su momento por las implicaciones en mi anterior relación, y la mancha de sentimientos culpables en el alma.

Sin embargo, he aprendido una importante lección en terapia: todos somos humanos. No puedo pretender ser la persona inocente en todas las situaciones. Así que intento apartar los condicionantes circunstanciales negativos y descontextualizar el recuerdo, para realzar toda la magia que supuso para mí. Parece un pecado no haber recogido ciertos momentos preciosos.

La primera vez que nos (re)encontramos fue el sábado 26/12/2020, casi dos semanas después de lo inicialmente planteado, pero el COVID se interpuso en nuestras vidas de todas las formas posibles; aquel día, yo había quedado para comer con Almudena y estaba nerviosa por partida doble. Recuerdo haber pensado solamente en él cuando escogí ropa oscura, falda y tacones, y me alisé el cabello tratando de hacerlo parecer más largo.

Curiosamente, ni siquiera estaba segura de que fuera a suceder. Todo fue muy ambiguo: yo tenía planes con otra persona, pero él acaba de recibir el visto bueno médico para revertir el ostracismo vírico. Finalmente, Almudena me ayudó a dar el paso, invitando a otras personas a nuestra reunión, y fue solo por eso por lo que me atreví a anunciarle con boquita pequeña que "Diego me había dicho que quería pasarse a verme"

Me pedí un café. Fue una decisión pésima, en primer lugar, porque ya estaba lo bastante nerviosa y, en segundo, porque deja un regusto y un aliento terrible pasados unos momentos. Temblaba, y no era de frío. Les hablé a los pobres muchachos de ese hombre con el que trabajaba y del que me estaba enamorando, les contaba que me volvía incoherente y que, con él, perdía el sentido, la cabeza y el norte.

Me llamó, pero no vi la llamada en mi viejo teléfono moribundo. Sin embargo, sentí su mirada sobre mí aunque estaba de espaldas, mi piel le vio antes que mis ojos y se me erizaron todos los pelos del cuerpo. En ese momento, mi boca se movía con voluntad propia, diciendo "no carburo" a los invitados a la reunión.

Cruzó la plaza hacia mí, seguro y serio, aunque sus ojos hablaban de triunfo y parecía irradiar una luz como no he visto nunca antes. Me levanté a trompicones y lo siguiente que supe es que nuestros cuerpos colisionaban y me echaba a temblar con todas las emociones que me había esforzado en bloquear y contener durante un mes y medio. Él me sostenía (y menos mal, porque dudo que hubiera podido mantenerme sola en pie) y ambos nos miramos intensamente a los ojos durante lo que él estima como tres cuartos de hora y a mí se me antojaron unos pocos segundos; ahora, en la dispersión de la memoria, no recuerdo si quise acariciarle el rostro o de verdad recorrí frenéticamente sus facciones con mis manos.

No sé quién besó a quién, o si fue la gravedad la que nos atrajo. Al principio, acostumbrada a otros labios, su boca carnosa se me antojó suave, grande y blanda; deliciosa. Su olor me envolvía, sentí su piel suave, su cuerpo, firme contra el mío, sus manos, siempre amables, infundiendo seguridad. Probablemente sí que estuvimos unos 45 minutos besándonos, hasta que absorbimos todo el aire de los pulmones del otro y creamos una atmósfera irrespirable para los observantes de la mesa.

Supe que él tenía razón: ese beso lo cambiaba todo. Lo sabría, y lo supe, en cuanto nos vimos: era mío y yo suya. No era un capricho, no era mera atracción sexual, no solo me gustaba un poquito. Ya no cupieron dudas y supe que quería estar a su lado durante el tiempo que nos quedara. Ese beso fue el empujón, la mecha, el desencadenante.

Hoy, seis meses después, sigo perdiendo la cabeza por esa boca.

16.01.21

     Hoy hemos abierto la caja de Pandora de lo que nuestra primera vez juntos significó para nosotros. Creo que es la primera vez que lo expreso tan abiertamente; incluso ahora, puedo sentir cómo mis pensamientos se deslizan a través de mis dedos con pies de plomo. Al principio, avergonzada de mis propias emociones, solo podía permitirme enunciar mis dudas en inglés o con frases ambiguas del estilo "una inseguridad aplastante curada con un abrazo cálido".

Estamos de acuerdo en que hay muchos aspectos a resaltar de aquel fin de semana. El Chardonnay, la sensación de conocernos desde siempre, nuestro primer abrazo para dormir, toneladas de amor que  hablaron de la relación que nos unía...

Pero eso no nos quita el mal sabor de boca. A él, dice, de hacerme sentir mal. Para mí quedan algunas ironías y un puñado de rosas y velas olvidadas; el sentimiento culpable de querer salir huyendo, mi reacción inmediata ante la dificultad. Me pregunto si, de haber podido, de haber estado más cerca de casa, lo hubiera hecho...; pero la sola idea de abandonarle, desnudo y expuesto en cuerpo y alma, me ciega de dolor.

No, no lo habría hecho. Hay un condicionante especial, algo que no hubo ninguna de las veces anteriores: amor. Por amor fui y por amor me quedé. El amor fue, al final, más fuerte que el miedo, la vergüenza, la inseguridad...


Y por amor estamos aquí.

viernes, 18 de junio de 2021

Matrimonio estilo gashapon de los 90.

     La psique masculina no deja de ser un auténtico misterio para mí. Lo ha sido desde los "si te pega es que le gustas" hasta hoy, rodeada de hombres que se quejan de formar parte de grupos de Whatsapp en los que solo circulan bromas de fútbol y vídeos sexuales y/o de mujeres desnudas; si bien no dejo de cuestionarme cómo es que estos grupos existen si todos los aborrecen de tal forma.

No es que me extrañe la rancia misoginia del macho ibérico español de pura raza, no, me extraña la figura del hombre quejicoso que o bien llora porque no tiene pareja (y no folla) o bien llora porque lleva mucho tiempo casado (y folla menos todavía). Ni el primero se entera de que sus ambiciones conllevan esfuerzo, responsabilidad e inteligencia emocional ni el segundo llega a comprender que el tiempo pasa y, de estar soltero, nadie lo tocaría ni con un palo. Todo esto me hace pensar que ellos en realidad solo quieren sexo sin compromiso y sin esfuerzo por encontrarlo..., ¿por qué no se compran una muñeca hinchable, en tal caso?

Pertenezco a una generación en que la tónica general, si no la moda, es la de cuidar y adorar a las parejas. Una generación no exenta de hipocresía y maltrato, porque nada es perfecto; pero quizá sea por eso por lo que me cuesta tanto comprender que alguien pueda no amar y desear a su acompañante. Incluso habiendo estado en la situación, la infidelidad se me hace ajena (incluso la propia), puede que porque no se trataba de una pulsión exclusivamente sexual..., no, esa es mucho más fácil de ignorar. Fue diferente, fue el corazón llamando a su compañero.

Quizá no lo comprendo, quizá no lo asumo. La posibilidad de que se aburra de mí. Aún me domina la pulsión de la carne, de la piel que anhela el constante contacto con la suya. Las ganas de reírme y la sensación de que puede leer mi mente. ¿Tal vez porque es reciente? ¿tal vez porque es sano?

Supongo que todos ellos lo pensaron alguna vez. Cuando se enamoraron, cuando se casaron. Supongo que no somos una excepción, aunque nos sintamos así. Pienso que ambos estamos decididos a trabajar con esmero para cuidar esto que nos une...; ¿Será que es diferente, en tanto es único, especial y nuestro? ¿será que encajamos como no hemos encajado con nadie?

Qué bonito es sentirse comprendido, amado, seguro.

Qué bonita hace él mi vida.

domingo, 13 de junio de 2021

Instincts.

     Hay emociones que se cuecen a fuego lento. Que son tan intensas que no sé dónde o cuándo comienzan o terminan, si las siento como son, si otros las viven de formas diferentes.

La primera vez que me enamoré, recuerdo haber dudado de mis propios sentimientos en múltiples ocasiones, pero tampoco tengo claro cuándo dejé de preguntármelo y simplemente lo supe. Supongo que no fue un solo momento, sino una colección de ellos.

Ahora, sin embargo, lo llevo escrito en la piel. Es una certeza casi biológica, más real que datos y números absurdos como mi fecha de nacimiento o mi grupo sanguíneo. Como respirar, instintivo, natural, incontrolable, necesario: está ahí, no sé desde cuándo, no sé por qué, pero existe y me mueve. Como algo que sé hacer sin que me lo hayan enseñado, como si mi cuerpo hubiera nacido programado para el presente..., para saber amar(te).

Algo (mucho) de bueno.

     Hay cierta paz en la forma en que el sol arrastra pinceladas de rubí por el cielo en su camino a esconderse tras el puente que anuncia la presencia de Portugal, al otro lado del río. 

Hay algo de poético en la risa de tres hermanos que se quieren y se cogen de las manos después de comer, para sentir la sangre que los une bajo la piel.

Hay nostalgia en el silbido crujiente con que asciende y desciende el pecho dormido de mi padre, oloroso a seguridad, amor, tabaco y Hugo Boss.

Hay mucho de bueno en abrazarnos a pesar del sudor, después de devorarnos con ansia, añoranza, pasión y respeto; En alguien que se esfuerza por elegir la combinación aleatoria de cosas que más me gustan para cenar; En soñar despiertos con despertarnos juntos en la misma medida que soñamos con darnos el sí quiero.

martes, 8 de junio de 2021

Masticando cristales.

     Dicen que hay ciertas cosas que, aunque te rompan, se superan. Quizá sea cierto, aunque algunos obstáculos parezcan insalvables. Siento que he mejorado mucho gestionando algunos recuerdos, impulsos e impresiones. Ha sido un proceso lento y angustioso; pero el hecho de que alguien a quien apenas conocía decidiera aprovecharse de mí no es del todo irreconciliable en mi mente. Sucedió, fue mala suerte, y punto.

Sin embargo..., que alguien que te quiere lo haga, es diferente. Mi primer amor. Que sea sistemático, es peor todavía. Muchos recuerdos bloqueados que son como masticar cristales.

Mamá,

     ¿Sabes cuáles son las complicaciones de escribirte? que no puedo concentrarme en un solo tema. Debería hablar de las presuntas carencias de mi infancia, de aquello que habría necesitado y, motivos irrelevantes, no tuve.

Solo que los motivos  son relevantes. Por eso es por lo que las palabras se entretejen de forma precisa, hiriente y aguda con otras emociones mucho más conflictivas que no vienen al caso. Con culpa, con miedo, con lástima, envidia y hasta hastío; mientras finjo que he superado y controlado emocionalmente una realidad totalmente impredecible que ha dibujado muchas de las cicatrices y heridas abiertas de mi corazón, de mi mente, o de donde quiera que se alojen los sentimientos.

Es curioso que la misma canción que reproduje en bucle para escribirle a papá sea la que suena ahora, y qué diferentes las imágenes que me vienen a la mente. Pienso en mi Nana improvisándome disfraces y autorizaciones para el colegio, recogiéndome, de camino al médico, haciéndome la comida. No eres tú, y ojalá lo fueras. Sé que te frustra no haberlo sido, sé que te hiere que ella ocupe ese lugar tan especial que tiene en mi vida, pero madre no hay más que una y tú eres la mía; lo que no entiendes, en tu dolor y autocompasión, es que eso (que ellos sí tuvieron) me provoca envidia.

Impensable, dentro de nuestra familia, ¿verdad? somos una maquinaria perfectamente engrasada y funcional, seis pilares inamovibles. Pero mis hermanos, mis protectores, salvadores, consejeros y paraguas, tuvieron algo de ti que yo no conocí y que poco tiene que ver con tus toneladas de amor incondicional, mamá. Ellos conocen a La Mujer que hay en ti, una criatura sobrenatural de la que todos hablan con la admiración de quien vislumbra un milagro en el que no creía; ellos hablan de una mujer fuerte, férrea, sólida, líder, independiente, creativa, trabajadora e inteligente. Ale me decía hace algunas noches, cenando, que eras capaz de hacer realidad cualquier cosa que pareciera imposible, que te multiplicabas y fusionabas al gusto, que funcionabas con una energía mágica porque la comida y el sueño eran mundanos para ti.

¿Cómo te digo yo qué es lo que hubiera necesitado de ti, si no tienes ni lo que necesitas para ti misma? la culpa devora mis entrañas cuando pienso en todo lo que quise y no tuve, en lo que pude haber tenido. Me siento avariciosa y cruel por esperar más de alguien que ni siquiera puede tenerlo para sí misma. Cómo explico que yo quería un paseo por el parte, una excursión de compras, una visita al cine o un último baño en la playa. Cómo te cuento que me recrimino la sensación imperiosa y perenne de no disfrutar de mi tiempo contigo al 100%, mamá. Sé que no podrías haberme dado lo que quería, pero, por cínico que suene, a veces solo he querido un empujoncito por superar las cosas que te dan miedo y disfrutar de experiencias escasas, únicas. Me encantaría que hubieras sido un poquito más serena con tus palabras, más sensible en tus emociones, porque tus dentelladas de animal herido aciertan invariablemente en llagas abiertas y supurantes. A ti te han robado la vida, a mí me han robado oportunidades.

Habría necesitado despertarme y tenerte, y no el vacío de ese enorme caserón deshabitado porque estabas en el hospital. Habría necesitado la información necesaria para comprender qué te pasaba, y no esconderme para escuchar conversaciones y entender algo. Habría necesitado crecer sin miedo, sin pesadillas, sin verte vomitarlo todo, sin cubrirme de tu sangre, sin vendarte huesos rotos, sin salas de espera de urgencias y UCI. Pero sé que eso no lo puedo controlar, ¿para qué pedir que fuera al contrario?

Mi yo de 8 años y mi yo de 23 necesitamos, al final del día, lo mismo: dejar que nos consuele tu menudita delicadeza, tu Aire de Loewe, el crepitar de tu respiración trémula en el pecho, bajo la oreja. Solo anhelamos tiempo para seguir grabándonos tu recuerdo a fuego en la mente.

lunes, 7 de junio de 2021

Papá,

    Pensé que la tuya sería más fácil, pero me equivocaba. Hay muchas emociones a flor de piel. Admiración, amor y lástima en un cóctel mortal, acuciado por las maravillosas disonancias del Jazz en el oído mientras tecleo. El artista es Matthew Halsall, no lo conoces, pero te interesaría. Te hablaría de él, si escucharas.

Que no te culpo, ojo. Me ha llevado mucho tiempo dejar de juzgarte, creo, pero ahora entiendo que has hecho lo que buenamente has podido con las cartas de mierda que te ha dado la vida, y encima apaleao en todas tus decisiones. Ahora lo lamento por ser una losa más en tu espalda, por todas las horas que has pasado con el espinazo doblado para que yo pudiera ser quien quería llegar a ser.

Una vez le decías a alguien que lo que más habías añorado en la vida, lo que más anhelabas eran los pequeños detalles de la cotidianidad. Y cito, porque la imagen mental fue vívida y hermosa: sentarme con mi mujer en un parque a comer pipas y ver a mis hijos correr y jugar, y ponerse hasta el culo de mierda, y volver a casa contentos a darnos un baño y a la cama. Había días, papá, en que otras palabras parecidas me amargaban la existencia, me culpaba de las experiencias que pudiera haberme perdido, me daba rabia no tener ciertas cosas que otras personas daban por hecho en sus familias, así que te entiendo; pero no del todo. Para mí, la belleza de los días también está en ir al supermercado contigo, como siempre hemos hecho, en hacer un bizcocho de limón, en verte crear pequeñas maravillas, delicadas y diestras, de entre esas manos tan grandes y dulces que tienes.

De ti necesitaba que asumieras un papel que nunca te ha gustado, pero que has llevado a cabo con sensatez y pies de plomo. Has sido sólido, cálido, seguro y firme. Has sido referente. Sabes, papá, que a menudo he pensado de ti que eres demasiada buena persona como para que haya alguien en el mundo que te merezca. Y, sin embargo, supongamos que siempre hay algo..., algo debe haber, ¿no?

¿Añoranza, quizá? creo que es el nombre más acertado que he encontrado para este sentimiento que suele embargarme con frecuencia. De mi niñez recuerdo echarte mucho de menos, sentada en los escalones del porche, esperando a que regresaras de tus eternos turnos en el hospital. De días un poco más lúcidos, resiento la frustración de querer hacer planes contigo, y que a todo dijeras que no. Pero sé que estás cansado, no pasa nada. Es solo que quiero ayudar pero me pareces muy inaccesible para tus propias cosas; y, a la vez, siento totalmente injusta la presión y la carga que has puesto sobre los hombros de tu hija Ana. Siento que la hemos roto entre todos, pero el problema comenzó porque, siendo muy niña, asumió un papel que no le correspondía como madre de dos y ama de casa de cinco.

Eso, y que a veces estás un poco ciego. Pero quizá nos habríamos vuelto un poco locos y habríamos ahorrado tela de tiempo, ¿no? como Arthur Dent en la Guía del Autoestopista Galáctico.

Infinito agradecimiento, papá. Por tu sabiduría, tus consejos, por tu paciencia, por tu amor. Por las caricias en el sofá después de la cena. Por mantener viva a mamá, aunque nunca compartieras ese peso con nosotros. Respira: todos nos equivocamos, porque somos humanos, pero tú eres el ejemplo más bonito que se me ocurre de lo que significa serlo.

Healing.

 En una rara y maravillosa casualidad de la vida, he encontrado música para entibiar el alma y calmar el corazón.




Latigazos a una libido muerta

 He querido imbuirme en el recuerdo reciente de los ríos de sal seca que el sol dejó en mi piel, algo enrojecida tras su paso; pero no me cabía en el pecho más que angustia, rechazo y pena. Pasados unos minutos, en la acogedora y fresca soledad del estudio, que comienza a convertirse en un muy atractivo refugio, un té con leche y miel me entibiaba el alma. Qué torpe, qué vacía, que rota, qué cansada me siento. ¿Qué me pasa? no lo sé. No me puedo concentrar. El hambre guerrea contra una desgana aplastante y siento que "no estoy haciendo nada útil con mi tristeza". ¿No fue eso lo que ella dijo?

¿Qué haces con lo que duele?

Ahora mismo duelen las palabras, las dichas y las sobreentendidas. Ahora mismo me están achicharrando la piel, la garganta y las cuencas de los ojos desde atrás. ¿Qué hago con ellas? ¿las trago, las pronuncio, las escribo, las memorizo?

Como el mazazo de una bola de demolición, sentí que mi cuerpo se situaba en consonancia con mi mente: bloqueado. Y la culpa me comió por dentro cuando la perspectiva de tener sexo me inspiró el más absoluto rechazo. De alguna manera, quise proteger mi espacio a toda costa: mi integridad, mi intimidad, mi desnudo. Algo pedía dentro de mí que no mires, no toques aunque me moría por un abrazo suyo.

Estar a la altura. Saboreo las palabras en mi mente. ¿A la altura... de qué? ¿de quién? bueno, los dos lo sabemos. Todo es culpa de mi pena, de la libido que arrastro muerta en este momento porque me comen viva muchas cosas que desearía no haber sentido jamás. ¿Cómo metabolizo yo eso? Culpa, miedo, desarraigo, responsabilidad. Vaya latigazo en el alma de cosas morbosas y sucias. Así yo no quiero que sea. Así no quiero sentirlo nunca.

Pero él, ¿cómo debe haberse sentido? ¿poco deseado? ¿responsable de mi escaso apetito sexual? ¿asustado de que pueda haber consecuencias?

Esto es lo que hago yo con lo que duele. Pensar, hablar, construir.

jueves, 3 de junio de 2021

Distortion.

 Palabras bonitas acumuladas en momentos únicos. Días especiales y gestos de amor, porque no todo fue malo, por mucho que nos empeñemos, por mucho que parezca más fácil de esa manera.

La negación es una fase del duelo y algunos vivimos mucho tiempo en ella, aunque tengamos pruebas de lo contrario. Entradas, conversaciones, un disco duro lleno de fotos que atestiguan que entretejimos magia en forma de caricias en piel ajena, que un día nos derretimos ante unos ojos o nos volvieron locos un par de piernas. A veces vale la pena honrar esas emociones y dedicar una plegaria a la muerte de lo más puro y hermoso que hemos construido.

Aunque siempre venga más. Es momento de crecer.

When life revolves too fast around us.

    Los días se suceden deprisa, casi tanto como los planes. Hay que limpiar el baño. No hemos colgado las cortinas. La compra, el gimnasio, el trabajo..., y entre unas y otras, escasea el tiempo para las necesidades básicas, así que ni hablamos de disfrute personal.

Aunque..., un día, un momento, un ratito solo, el mundo para y se calla. En una carrerita nocturna, sin coches, sin voces, con los grillos haciéndome los coros. Qué maravilla tan simple, el aroma del húmedo relente nocturno en verano, la profundidad del azul del cielo allá donde las farolas no iluminan tanto y alguna estrella distante, tan brillante que hasta mis ojos miopes pueden distinguir su titilar. Qué dulce puede ser el verano, cuando uno puede detenerse en el aroma fresco de las semillas del melón, en el susurro suave que produce el desgajar de los higos cuando separas la carne con las uñas, en las risas de los niños que juegan en la piscina.

Y qué acogedores pueden ser un par de ojos castaños, cuando uno supera la fascinación de lo escaso, lo novedoso. Qué cálido puede ser un abrazo y qué intenso el sabor a hogar de una sonrisa. Qué brillo más bonito que el suyo. Qué sentimiento tan único, tan inefable.

¡Qué bonita puede ser la vida!

Sexual validation

    Un día, hace ya mucho tiempo, en un intento desesperado por sentirme atractiva y deseada, traté de vestirme para provocar a mi (ex) novio. No recuerdo exactamente qué llevaba puesto, salvo por una falda corta de algodón, negra, con mucho vuelo, y la ausencia de ropa interior. Hice alarde de este último dato en el metro, en el camino de vuelva de la facultad, frotando las caderas contra las suyas para intentar obtener algún tipo de reacción.

¿Y qué obtuve? una mezcla de indiferencia y... ¿vergüenza?

Por motivos totalmente opuestos y en una situación mucho más racional, aunque con sentimientos de similar índole, me encuentro ahora mismo. Si bien es mi salud la que no permite que la práctica llegue más allá de un amago, mis intentos de encontrar interés sexual en mi pareja mueren en un abrazo y un besito en la frente para que me duerma. Todo tranquilo al sur de la cintura.

Ay, Señor..., ¿cuándo dejaré de buscar validación en la atracción sexual de mis parejas?