lunes, 7 de junio de 2021

Latigazos a una libido muerta

 He querido imbuirme en el recuerdo reciente de los ríos de sal seca que el sol dejó en mi piel, algo enrojecida tras su paso; pero no me cabía en el pecho más que angustia, rechazo y pena. Pasados unos minutos, en la acogedora y fresca soledad del estudio, que comienza a convertirse en un muy atractivo refugio, un té con leche y miel me entibiaba el alma. Qué torpe, qué vacía, que rota, qué cansada me siento. ¿Qué me pasa? no lo sé. No me puedo concentrar. El hambre guerrea contra una desgana aplastante y siento que "no estoy haciendo nada útil con mi tristeza". ¿No fue eso lo que ella dijo?

¿Qué haces con lo que duele?

Ahora mismo duelen las palabras, las dichas y las sobreentendidas. Ahora mismo me están achicharrando la piel, la garganta y las cuencas de los ojos desde atrás. ¿Qué hago con ellas? ¿las trago, las pronuncio, las escribo, las memorizo?

Como el mazazo de una bola de demolición, sentí que mi cuerpo se situaba en consonancia con mi mente: bloqueado. Y la culpa me comió por dentro cuando la perspectiva de tener sexo me inspiró el más absoluto rechazo. De alguna manera, quise proteger mi espacio a toda costa: mi integridad, mi intimidad, mi desnudo. Algo pedía dentro de mí que no mires, no toques aunque me moría por un abrazo suyo.

Estar a la altura. Saboreo las palabras en mi mente. ¿A la altura... de qué? ¿de quién? bueno, los dos lo sabemos. Todo es culpa de mi pena, de la libido que arrastro muerta en este momento porque me comen viva muchas cosas que desearía no haber sentido jamás. ¿Cómo metabolizo yo eso? Culpa, miedo, desarraigo, responsabilidad. Vaya latigazo en el alma de cosas morbosas y sucias. Así yo no quiero que sea. Así no quiero sentirlo nunca.

Pero él, ¿cómo debe haberse sentido? ¿poco deseado? ¿responsable de mi escaso apetito sexual? ¿asustado de que pueda haber consecuencias?

Esto es lo que hago yo con lo que duele. Pensar, hablar, construir.

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