jueves, 30 de junio de 2022

what's the appeal?

     En la situación más bizarra de la historia de las situaciones bizarras, me vi tomando cerveza con un montón de gente a la que solo había visto sudando sobre bicicletas estáticas y cuyos nombres, en el mejor de los casos, mezclaba entre sí. 

Mi vecino se había pasado bebiendo, o eso aducía él, y me contaba escabrosas batallitas sexuales desde el asiento a mi derecha porque "todos tenemos ojos e imaginación". Yo le di la razón calladamente porque sabía que no llegaríamos a un acuerdo, pero lo cierto es que no lo comprendía. Cómo alguien puede decirse locamente enamorado de una persona y admitir que se masturbaría pensando en correrse en la boca de otra a la que encuentre atractiva. 

Quizá sea que estoy mal, rota, que no tengo el deseo sexual bien o no siento las cosas como debiera sentirlas..., pero lo cierto es que estoy intentando imaginármelo y no consigo crear una imagen agradable. He escogido a personas que me parecen atractivas, he intentado recrear una imagen romántica o sensual en mi cabeza y lo único que ocurre es que acabo viendo a mi marido en todas mis "fantasías". Si no, si me esfuerzo en centrarme en un rostro o en un cuerpo ajeno, tengo que reconocer que la idea no me pone nada. En el peor de los casos, me resulta desagradable, grotesca. Me conozco, me sentiría tan insegura y triste que al primer beso sentiría ganas de llorar y de salir corriendo; a lo máximo que llego sin sentirme incómoda es a imaginarme abrazando a alguien en el "después", a alguien a quien me guste abrazar de normal y con quien no me sintiera tan rana.

Y eso es así. Me gusta mi atrofia mental, al menos ahora. Pienso en las manos de Diego, en su olor o en sus besos lentos y mi cuerpo responde al instante con manifestaciones físicas de deseo..., así que tengo que contenerme, porque son las tres de la mañana y mi niño necesita dormir. Tengo toda la vida para soñar y él para hacer realidad mis sueños.

miércoles, 29 de junio de 2022

Como sal.

     Hoy te encuentro un poco como el mar, ese ente natural y abstracto del que la humanidad se enamoró tan pronto como puso los ojos en él. Tan retratado, descrito, cantado, fotografiado y admirado, el mar. Pero no solo él, sino la vida que tiene lugar en sus orillas, las vacaciones familiares, los paseos a solas o las tardes de pesca. El mar en sus amaneceres, en sus atardeceres, en las tormentas de verano, el mar bajo una lluvia de estrellas fugares o alumbrado por los rayos cegadores de un sol de mediodía en verano. 

El encanto del mar es inefable, como tú. Indescriptible como el sabor de la sal, que lo potencia todo a su paso. No es tu apariencia ni tu personalidad, no son tus caricias sino un conjunto de todo; y yo, que siempre que me pierdo busco el horizonte brumoso y el olor a salitre, me agarro al océano que me acompañó en mi infancia y me sueño en los recuerdos que albergan tus orillas, mi amor...

martes, 28 de junio de 2022

Forgiveness.

    En ese momento, todas las emociones del mundo parecieron pesar como losas de toneladas de grosor. Las que había sabido expresar en terapia y las que no, las que llevaban 25 años cociéndose a fuego lento entre los abanicos y las capas de mi alma y las que eran tan nuevas como las tiernas hojitas blanquecinas del poto de la cocina; pero, especialmente, las emociones vulgares y oscuras teñidas de la frustración de las palabras mal dichas, de mas ideas mal expresadas y de las intenciones dañinas.

Él me abrazó y yo me quedé rígida, intentando soportar tanto peso sobre los huesos, pero rompiéndome. Conste en acta que todo lo que yo quería era devolverle ese abrazo y sentirme en casa, pero opté por los "no lo sé", por los silencios incómodos y por clavarme las uñas en las palmas de las manos. ¿No supe, o no quise hacerlo de otra manera? quizá el mundo de los sentimientos sigue muy verde para esta lengua mía que es muy torpe, muy joven, muy desagradable, muy intrépida, muy inmadura. Quizá estoy mejor calladita. Quizá él sigue teniendo razón después de todo y no puedo evitar ese impulso innato mío de hacer sentir mal a los demás, que es lo que mejor se me da.

Fingí estar mejor cuando una noche apabullantemente estrellada aplastó el calor húmedo que había coronado el resto de la jornada, pero lo cierto es que he decidido estar sola esta noche. Ni marido, ni gata, ni sueño, ni abrazo, ni amor. Sola para saborear toda esta amargura que sé que me merezco. Sola para asumir la ristra de certezas de sentirme tan como Ella, tan mezquina, tan egoísta, tan cínica, tan cruel, tan hiriente, tan malvada. Es agotador dejar de luchar y dar por cierto todo lo que alguien asumió de ti en el fracaso de los sueños rotos. Es agotador rendirse. No libera, no alivia. Es momento de aceptar que el mal también forma parte de mí.

Al final, en algún momento de la noche, me perdoné y me concedí un abrazo, uno solo y me marcharía. Su piel olía a hogar, su calor bastó para que esa persona parezca ajena, lejana como un sueño, como una vieja conocida. Puede curar cualquier cosa cuando me intuye cerca y me busca, como perdonándome él también sin saberlo.

domingo, 26 de junio de 2022

Never stop listening to our songs, will you?

     Conduciendo hacia Ayamonte y escuchando una lista de reproducción de popurrí de cosas semi olvidadas, empieza a sonar aquella canción con la que hace un par de años lloré tantísimo el final de una relación que, aunque no duró tanto como parecía entonces, se sintió doler toda una vida. Llevaba desde entonces cuidadosamente enterrada entre música más fácil de escuchar.

El corazón se me pone alerta, listo para doler en cualquier momento, pero la canción llega al segundo estribillo y, aunque tengo un nudito agridulce en la garganta, todo está bien. Yo estoy bien. Y me relajo.

Entonces me acuerdo de cómo una noche bajo una cúpula purpúrea donde las estrellas pasaban como fogonazos sin rozarnos, hablamos precisamente sobre lo que se sentía cuando volvías a escuchar una canción que te había acompañado en tu dolor. Yo, que ya me olía lo que se nos venía encima y lloraba sin saber por qué, pensé en ese momento que yo no quería que él me doliera en ninguna canción.

Pero de vuelta a mi coche recalentado, a mi equipaje desordenado y a mi escaso sentido del ritmo y la musicalidad, aquella tarde no pude evitar sonreír un poquito por dentro pensando en la de vueltas que ha dado la vida. La canción termina con mi pensamiento, dulce y fugaz, y sin haber dolido ni un poquito.

miércoles, 22 de junio de 2022

Más suya que mía.

     Había un poco de nostalgia, de anhelo. Creo que pensaba en nuestros comienzos cuando, el otro día, le supliqué con voz rota que me quisiera. No es que no me quiera o no lo demuestre, es que no era agresividad lo que me pedía el cuerpo en aquella ocasión mientras hacíamos el amor: creo que solo quería queme abrazara, cuanto más fuerte y más cerca mejor, y ralentizara el ritmo un poco. No quería manos en el cuello, palabras subidas de tono o epítetos guarros, era intimidad lo que necesitaba.

Hoy lo ratifico. No es insatisfacción ni aburrimiento, como yo me temía. No es cuestión de las rutinas, ni echo tanto de menos los juegos de manos y miradas y velas y encaje fino. Yo pensé que quería sexo, pero cuando nos desnudamos y nos abrazamos, ambos nos sentimos tan cómodos y seguros que terminamos por quedarnos dormidos en un nudo apretado y cálido. He comprendido pues que eso que me falta es tiempo para disfrutar de él y de nuestra intimidad, y por eso fantaseo tanto con hacerlo lentito y con mimo.

¿He comentado ya alguna vez cuánto me gusta su piel? Quizá sea que yo siento la mía más viva y despierta a su lado, como si encendiera mis terminaciones nerviosas. Él es mucha piel, una particularmente cálida. Me detengo a enamorarme de cada una de las mil pecas que le adornan los hombros como un chal de melanina. Me gusta que su olor sea fuerte y lo impregne todo con facilidad, porque solo así puedo reconocerle fácilmente en cada esquina de la cama, en la ropa y en mi propio cuerpo cuando me abraza. Su piel tiene la virtud de calmarme y de alojar un refugio para cada parte de mi ser: desde el rostro en el arco de su cuello, los brazos a su espalda, su mano en mi cintura, mi pierna entre las suyas. Un sándwich humano muy bien enredado, como los cables de los auriculares de antaño. Jamás pensé que podría llegar a sentirme cómoda con una persona tan cerca, tan tocándome, tan oliéndome, tan abrazándome y sintiéndome. Recreándose, incluso, en mí.

Mi piel nació para albergar su tacto, para delinearla con nuestro tatuaje, para recibir sus besos y para recordarle cuando no ande cerca. Mi amor.

Un poco más wiglú

     Acabo de presentar mi solicitud de empadronamiento en la sede electrónica del ayuntamiento de Umbrete (bendita tecnología). Hay algo de mágico en esta sensación tan gratificante de satisfacción..., como si una hipoteca y un contrato de compraventa firmado ante notario no fueran lo bastante oficial y vinculante, acabo de pedirle a un organismo oficial que reconozca que he abandonado el domicilio de mis padres y he comenzado mi propia familia aquí y hace casi medio año.

Cuanto más tiempo paso aquí, más me gusta esta casa. Cada día la siento más mía, más hogar, más refugio. He encontrado mis espacios seguros en ese salón que verá los momentos más felices de nuestras vidas, nuestras sobremesas, siestas, mañanas de navidad, primeros pasos, tardes de mantita y peli; y también en ese patio trasero, tan íntimo, recogido, fresco y tranquilo. No dejo de pensar con cierta melancolía que mis hermanos tenían razón: tan pronto como me instalara desearía ser madre. Siento el impulso, la ilusión que vibra dentro de mí..., pero lo aparto un poco, aún no, espera, déjame ser mujer primero, esposa, trabajadora y estudiante, y joven un ratito más. Deja que mi prioridad sea encontrarme, construir un hogar, preocuparme solo de hacerle la comida a mi marido y jugar a la ama de casa descocada.

Pasan las semanas por mí y también me voy enamorando del pueblo, de sus áreas circundantes de polvo y olivares, de las tiendas pequeñitas, los ricos productos locales, los paseos frescos y las calles amplias para correr en las noches frescas de verano. Umbrete, el calor te favorece con sus cielos abiertos y soleados. Me gustan las personas que te saludan aquí y allá con su aire de gente sencilla y amable que al principio me chocaba, como si hubiera retrocedido una década en el tiempo.

Este sitio y las vidas que me acompañan encienden las cadencias de ritmos felices y dulces dentro de mí. Aunque aún esté aprendiendo mucho de la vida, y cambiando cada día, y madurando poco a poco, estoy muy feliz con mi decisión. A veces paso delante de casas grandes y modernas y admiro su estructura, su tamaño o su belleza, y Diego se disculpa y dice que ya vendrá, que no me preocupe, pero lo cierto es que no quiero marcharme de este sitio. Soñamos breve pero intensamente con esta casa y ahora es nuestra, es nido, fortaleza... y Wiglú.

Desconexión.

     Perdóname, blog. Necesitaba desconectar de todo, también de ti. Necesitaba comprender por qué acudo a este refugio, por qué aquí me puedo expresar, aunque no seas humano, aunque acuda libremente a las personas de mi entorno. Necesitaba valorar por qué canalizar las emociones contigo es tan natural, incluso aquellas que no son de fácil evolución, como la rabia.

He comprendido que tengo que recurrir a ti con menos frecuencia, aunque le haya dado forma a mil entradas en mi cabeza estos últimos días. Por mucho que te necesite, por mucho que te eche de menos, quizá esta no es la forma más saludable del mundo de poner palabras a mi realidad. No tenerte a mi disposición me ha ayudado a identificar los problemas un poco más rápido, y a sentir la urgencia de transmitírselos a las personas a mi alrededor un poco antes, también.

Pero hoy te abrazo porque reconozco la paz en mi mente y me concedo este momento de serenidad y de reflexión para plasmar un poco de todo: de las vacaciones, de los problemas, de la calma, del aquí y del ahora.

Gracias.

miércoles, 8 de junio de 2022

Here's the truth, hear me out.

     Aquí está la embarazosa verdad a la que no sabía cómo darle forma, que no podía decir en voz alta y que ni siquiera se aplica a mí misma. Te pido que no me juzgues, ya es bastante complicado para mí esgrimir estas palabras tal y como son.

De manera lógica sé que el amor, en tanto compendio de deseo sexual, vivencias compartidas y reacciones químicas, es un fenómeno absurdo y maravilloso que puede suceder más de una vez en la vida con personas diferentes. Sé que ningún amor es más válido, auténtico o fuerte que otro y que no deberían valorarse en base a esos criterios; lo sé con todo mi cerebro, pero no con todo mi corazón. Por muy lógico y equilibrado que suene todo, yo siempre he sido una persona muy pasional...

Lo que quiero decir con esto es que tengo un modelo mental muy Disney - lo sé, blame the media - de amor único y verdadero. He leído sobre él, lo he visto, lo he descrito y lo he fantaseado. Yo misma pienso a menudo en esos términos: el amor de mi vida, el único, el verdadero y el definitivo. No quiero restar importancia a lo que hubo antes, pero de alguna manera mis certezas son así de descontroladas y siento que estoy viviendo una hermosa historia que solo acabará cuando deje de respirar.

Pero tan apasionadamente fantasiosa como soy, también me abruma la inseguridad de no ser tu Ella, así, en mayúsculas, porque no hay nada más doloroso en la conceptualización del amor imposible que, además de no recíproco, sea el definitivo. Y supongo que, de manera inconsciente (o no), desdeño las equilibradas explicaciones y narrativas de dos personas que han pasado media vida juntas y ya no son compatibles; es mucho más romántico pensar que esa mujer era tu Ella, pero tú no eras su Él.

Por tanto y como consecuencia casi reglada en las secuencias del amor único, tú la amarás toda tu vida y siempre llorarás su pérdida. Todo lo demás serán su marca blanca, planos sustitutivos del plato fuerte, como una barrita de Bicentury. Y ahora, el amor de tu vida se casa con alguien que no eres tú, reciclando vuestros planes de boda con un anillo idéntico al mío. Sería lógico que te doliera, tendría sentido que no pudieras pasar página. La has llorado durante años, la has añorado y has sufrido sus desdenes, sus conexiones con terceros, temiendo que encontrara a su Él..., y ahora ese momento ha llegado.

Así que ya lo ves, tremendo peliculón me he montado en mi cabeza. ¿A que mola? No tiene ningún sentido, considerando todo lo que te esfuerzas, te implicas y me quieres, pero nunca se me ha dado bien buscarle el sentido a las cosas, y por eso, amor de mi vida, a mí me afecta más que a ti. Esto es lo que te ha tocao.