Acabo de presentar mi solicitud de empadronamiento en la sede electrónica del ayuntamiento de Umbrete (bendita tecnología). Hay algo de mágico en esta sensación tan gratificante de satisfacción..., como si una hipoteca y un contrato de compraventa firmado ante notario no fueran lo bastante oficial y vinculante, acabo de pedirle a un organismo oficial que reconozca que he abandonado el domicilio de mis padres y he comenzado mi propia familia aquí y hace casi medio año.
Cuanto más tiempo paso aquí, más me gusta esta casa. Cada día la siento más mía, más hogar, más refugio. He encontrado mis espacios seguros en ese salón que verá los momentos más felices de nuestras vidas, nuestras sobremesas, siestas, mañanas de navidad, primeros pasos, tardes de mantita y peli; y también en ese patio trasero, tan íntimo, recogido, fresco y tranquilo. No dejo de pensar con cierta melancolía que mis hermanos tenían razón: tan pronto como me instalara desearía ser madre. Siento el impulso, la ilusión que vibra dentro de mí..., pero lo aparto un poco, aún no, espera, déjame ser mujer primero, esposa, trabajadora y estudiante, y joven un ratito más. Deja que mi prioridad sea encontrarme, construir un hogar, preocuparme solo de hacerle la comida a mi marido y jugar a la ama de casa descocada.
Pasan las semanas por mí y también me voy enamorando del pueblo, de sus áreas circundantes de polvo y olivares, de las tiendas pequeñitas, los ricos productos locales, los paseos frescos y las calles amplias para correr en las noches frescas de verano. Umbrete, el calor te favorece con sus cielos abiertos y soleados. Me gustan las personas que te saludan aquí y allá con su aire de gente sencilla y amable que al principio me chocaba, como si hubiera retrocedido una década en el tiempo.
Este sitio y las vidas que me acompañan encienden las cadencias de ritmos felices y dulces dentro de mí. Aunque aún esté aprendiendo mucho de la vida, y cambiando cada día, y madurando poco a poco, estoy muy feliz con mi decisión. A veces paso delante de casas grandes y modernas y admiro su estructura, su tamaño o su belleza, y Diego se disculpa y dice que ya vendrá, que no me preocupe, pero lo cierto es que no quiero marcharme de este sitio. Soñamos breve pero intensamente con esta casa y ahora es nuestra, es nido, fortaleza... y Wiglú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario