En la situación más bizarra de la historia de las situaciones bizarras, me vi tomando cerveza con un montón de gente a la que solo había visto sudando sobre bicicletas estáticas y cuyos nombres, en el mejor de los casos, mezclaba entre sí.
Mi vecino se había pasado bebiendo, o eso aducía él, y me contaba escabrosas batallitas sexuales desde el asiento a mi derecha porque "todos tenemos ojos e imaginación". Yo le di la razón calladamente porque sabía que no llegaríamos a un acuerdo, pero lo cierto es que no lo comprendía. Cómo alguien puede decirse locamente enamorado de una persona y admitir que se masturbaría pensando en correrse en la boca de otra a la que encuentre atractiva.
Quizá sea que estoy mal, rota, que no tengo el deseo sexual bien o no siento las cosas como debiera sentirlas..., pero lo cierto es que estoy intentando imaginármelo y no consigo crear una imagen agradable. He escogido a personas que me parecen atractivas, he intentado recrear una imagen romántica o sensual en mi cabeza y lo único que ocurre es que acabo viendo a mi marido en todas mis "fantasías". Si no, si me esfuerzo en centrarme en un rostro o en un cuerpo ajeno, tengo que reconocer que la idea no me pone nada. En el peor de los casos, me resulta desagradable, grotesca. Me conozco, me sentiría tan insegura y triste que al primer beso sentiría ganas de llorar y de salir corriendo; a lo máximo que llego sin sentirme incómoda es a imaginarme abrazando a alguien en el "después", a alguien a quien me guste abrazar de normal y con quien no me sintiera tan rana.
Y eso es así. Me gusta mi atrofia mental, al menos ahora. Pienso en las manos de Diego, en su olor o en sus besos lentos y mi cuerpo responde al instante con manifestaciones físicas de deseo..., así que tengo que contenerme, porque son las tres de la mañana y mi niño necesita dormir. Tengo toda la vida para soñar y él para hacer realidad mis sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario