miércoles, 9 de noviembre de 2022

Euphoria

     Cecilia me contó un día que ella había sido muy presumida y le encantaba emperifollarse para salir, pero un poco por etapas. Yo sabía que su delineado negro, grueso y felino y sus labios color frambuesa eran algo así como su sello de identidad, pero no conocía nada de sus fases más alocadas y la revelación me sorprendió. Decía, mientras sorbía delicadamente un té a todas luces demasiado caliente, que una de estas fases de mayor relax estético coincidió con un bache en su relación y su novio le echó en cara que se hubiera dejado llevar con su apariencia. Que echaba de menos a la chica de la que se enamoró.

Ella me habló de una convivencia tranquila y cómoda donde ya no había lugar para los secretos, la euforia, la pasión o las mariposas en el estómago. A ella le gustaba esa serenidad que sentía tan estable y madura, pero echaba de menos la magia.

En aquel momento bajé la mirada, preocupada. Me faltaban apenas siete o diez días para mudarme con mi novio (mientras escribo la palabra no puedo menos que reírme...) y, tras mi ruptura, estaba viviendo una especie de furor tremendo por lo físico. Siempre llevaba maquillajes, adornos, las uñas impecablemente pintadas y el pelo arreglado, cosa no muy habitual en mí; además, mi brusca pérdida de peso me había llevado a asumir más riesgos en mi forma de vestir y ya nunca salía sin tacones. Yo sabía que eventualmente regresaría a mi yo: a la cola de caballo, a la ropa holgada, a las Vans, a mi complexión grande. Me debatía entre el miedo y una tímida seguridad en dos hechos:

a) Él no es tan superficial.

b) En caso de que mi apariencia fuera un factor determinante para la continuidad de la relación, ahí no es.

Por suerte, el tiempo me ha dado la razón

Y aquí estamos, más de año y medio después, instalados en la cómoda y pacífica serenidad de dos personas que se aman con locura, sin tapujos, sin secretos, con una confianza ciega..., y no exenta de mariposas, de nervios, de pasión, de toda la euforia del primer beso.

jueves, 3 de noviembre de 2022

Fav season approaching!

     Cuando me he levantado de la cama -tarde, para no variar - y he sentido la necesidad, al fin, de ponerme una sudadera sobre el camisón de verano que aún uso para dormir, algo me ha vibrado por dentro. El cambio de estación se produce a la manera sevillana, es decir, de golpe y porrazo, y yo no puedo menos que celebrar por fin el fin de la monotonía de sol de justicia y cielos deslavados mientras cambio los vaporosos vestidos de algodón por vaqueros y jerseys, aunque finos aún, no vayamos a fliparnos.

Mientras disfrutaba de mi café (¡caliente!), no he podido menos que pensar en las navidades pasadas. Y no es que piense en las navidades per se, sino en el tono maravilloso de las fechas. Mi esposo me recogía del trabajo a las seis de la tarde y me llevaba a nuestro piso compartido, nuestro primer nido de amor, donde nos pasábamos las tardes comiendo turrón y panettone y viendo películas conmigo acurrucada bajo el edredón, entre sus piernas. Un día húmedo y frío de finales de noviembre fuimos a un bazar y compramos un arbolito pequeño y un montón de adornos, pusimos villancicos flamencos para honrar a la tradición y nos jartamos de hacer fotos y de atiborrar al pequeño arbolillo plastiquero de bolas y guirnaldas.

Luego, la noche de navidad, pusimos los regalos bajo el árbol y dormimos apretados y nerviosos, mirando cada tanto de reojo los bultos en el suelo de nuestra habitación, donde hacía un calor inusitado para esa época del año cuando se llenaba de la luz del sol. Yo pasaba tardes enteras trabajando en los regalos, envolviéndolos con mimo y comprando paleles, tarjetas y lazos bonitos para adornar los paquetes, porque es una de mis tradiciones navideñas preferidas. El contenido siempre es lo de menos.

Lo que él me regaló de verdad las navidades pasadas fue mucha, mucha ilusión. Una vibración nerviosa en el vientre que aún persiste. ¡Ah, cómo me gusta! y ya nace, la siento a medida que los días se acortan y se vuelven más y más frescos. Se viene una época feliz, ya lo presiento..., aunque con él, ¿qué fecha no lo es?