sábado, 31 de agosto de 2013

Kingkiller Chronicle - Review.

No sabía absolutamente nada de Patrick Rothfuss ni de su obra cuando decidí ir a buscar algo que me entretuviese en la Casa del Libro, un día de septiembre del año pasado. Nadie me había hablado jamás de la "Crónica del Asesino de Reyes", ni de su autor, ni del "Nombre del Viento". Nada de nada.
Pero la cuestión es que ahí estaba. Destacaba por encima de los libros más fino y más infantiles de fantasía, y de esos tontos e insulsos romances diseñados solo para entretener a personas de mi edad. Libros como "La caída de los Reinos", que me leí en una tarde, y me dejó un decepcionante vacío  en algún lugar entre mis pulmones.
El verde y el negro combinaban la mar de bien, un grueso y caro tomo de tapa dura del que no había oído hablar jamás. Decidí arriesgarme, gastándome todo lo que había podido guardar con el fin de conseguir algo decente que leer.
La tarde siguiente, me tumbé en la cama, con los codos apoyados en el colchón, y abrí la primera página. Había escogido un muy buen ejemplar, cumplía todos mis criterios en cuanto a tamaño de la letra, encuadernación y tipo de papel. Las rugosidades bajo la yema de mis dedos me recordaron a mis primeros libros. No olía a libro nuevo, sino solo a papel, pude sentir su sabor leñoso al final de la lengua.
Todo desapareció entonces, y en lo que dura un parpadeo, mi padre irrumpió en la habitación en mi busca. Era la hora de cenar.
El libro me absorbió por encima de todo. No podía concentrarme estudiando, pues mi mente no dejaba de cavilar sobre los intrigantes aspectos de la personalidad del protagonista -cuyo nombre aún no sé pronunciar, casi dos mil páginas más tarde-, soñaba con él, con la historia y con las ciudades que Rothfuss describía para mí. Despierta y dormida, sus personajes, su entorno y sus normas me parecían casi tan reales como las mías propias.
Lo devoré con el ansia de un lector novato, totalmente enfrascada en la historia. era un libro ligero, pero condensaba mucha información. Era una obra de arte en papel. Te mantenía atrapado mientras estabas leyendo.
Sin embargo, casi un año ha transcurrido hasta que tuve en mis manos el segundo tomo. Mil doscientas páginas. Cobertura negra y roja. Tapa blanda. Y las mismas características en cuanto a letra y papel.
Lo primero que he pensado teniendo en mis manos este libro, es que no existe otro igual. Sé de las preferencias literarias de Patrick Rothfuss -similares a las mías- y no encuentro ninguna huella de otros autores en su prosa. Es su voz. Las mejores descripciones, las mejores personalidades, y la magia de hacer que un antagonista te sea simpático y un aliado de Kvothe te parezca pedante y amargado. No tengo ninguna prisa en leerlo, aunque para ser sincera, si de mí dependiera no haría otra cosa. Hacía mucho tiempo que no conseguía unas sensaciones tan vívidas de un libro. Hacía mucho que no se me contraía el estómago de miedo pensando en lo que va a pasar, ni me dolían los hombros de la tensión que soportan. Que pase algo bueno en la historia me mantiene de buen humor. Si pasa algo malo, me descubro pensando en qué haría yo. Un libro dentro de una historia, que a su vez está contenida en otro libro. Conozco la historia, las ciudades, las deidades y las leyendas, porque Kvothe y Rothfuss me las están contando. Sueño que vivo en Anker's, cerca de la ciudad de Imre y de la Universidad. O que paseo con Denna por las calles de Bajo Severen. Conozco canciones que jamás he escuchado, poemas de los que solo he leído que otros hablan.
Sí, con razón dicen que es el mejor libro de la década, aunque no he leído tanto como para poder afirmar lo mismo. Sí puedo decir que, tanto El nombre del Viento como El temor de un hombre sabio son dos de los mejores libros que he leído desde hace muchos, muchos, muchos años.

martes, 27 de agosto de 2013

Koizora.

Koizora (en español: Cielo de amor) es probablemente la película más triste que he visto en la historia de mis días. Mika es la protagonista, mantiene una historia de amor con Hiro. En dos devastadoras horas hay sonrisas, pero más lágrimas aún. La ex-novia celosa de él le hace la vida imposible a nuestra joven protagonista: paga a unos matones para que le den una paliza y la violen, divulga por el instituto que ella es una prostituta e incluso hace que pierda el bebé que Mika y Hiro están esperando, justo la víspera de navidad.
Más tarde y sin razón aparente, Hiro termina la relación con la pobre Mika, y ella -cómo no- queda destrozada. Se encierra en su mundo, arrumbada por la misma realidad, hasta que conoce a un joven universitario en una fiesta de Noche Buena.
Yuu, se llama. Ni siquiera recuerdo su apellido. Creo que soy la única persona que, hasta la fecha, se ha planteado alguna vez qué debió sentir Yuu.
Es un chico absolutamente normal. Cursa su segundo año en la universidad, es abierto, amable y sensato. Quiso la casualidad que aquella gélida Noche Buena, a Yuu le diera por fijarse en Mika. Era la única persona que no participaba en los juegos, que no se unía a la conversación. Estaba sentada junto a la ventana, removiendo perezosamente un vaso de Whiskey que no llegó a probar. Él se sentó a su lado y trató de hablarle, pero resultó que Mika era tan fría por fuera como por dentro. Pero eso nuestro inocente Yuu lo encontró intrigante, fascinante y muy triste. Quería protegerla, quería ver su sonrisa.
-Si alguien te declarase su amor, ¿cómo te gustaría que fuese?
Lo cierto es que muy sutil no era el hombre.
-Sosteniendo un gigantesco ramo de Baby's Breath y diciendo "te quiero"-y esa fue la respuesta más larga que le sonsacó a su interlocutora.
Así que Yuu se dio por vencido de momento, y se limitó a observarla cautelosamente. Un cuarto de hora antes de las doce, la chica se levanta, coge su abrigo y sin una palabra, desaparece.
Yuu no lo duda: se pone en pie y la sigue hasta lo que podría ser un parque, o las inmediaciones de un instituto..., de no estar enterrado por la nieve.
Lo que Yuu no sabe, claro, es que es el lugar simbólico donde Mika y Hiro suelen dejar un par de diminutos guantecitos rosas, junto a un muñeco de nieve, en el mismo lugar donde ellos se conocieron.
No, realmente no puede saberlo, así que deambula perdido y preocupado bajo la nieve, con un paraguas en la mano.
Alguien baja las escaleras a toda velocidad.
-¿Hiro?
Yuu nunca habría asociado ese tono ni esa voz a la pequeña Mika, siempre tan fría. Ella había pronunciado ese nombre <<¿Hiro? ¿de Hiroki? ¿quién será...?>> con calidez, con esperanza. Con miedo, suplicante.
Así que cuando ella apareció, aterida y empapada, ante él, se quedó sin palabras. Solo la envolvió en su abrazo, la resguardó de los pedazos de hielo que caían sobre sus cabezas, y la dirigió al coche.
-Vamos, te llevaré a casa.
Dentro del vehículo, ella se apretó la bufanda contra la cara y comenzó a sollozar con desesperación.
A partir de entonces, se diría que todo va "mejor". Yuu se esmeraba en darle clases cara a la universidad. Se  mantiene una buena relación con sus suegros, que se mostraron aliviados de que fuera un chico más "normal". La cuidaba, la protegía, le escuchaba. Un año después, (con ramo de Baby's Breath incluído) son novios. Algo más de tiempo, y Yuu elige un precioso anillo de oro blanco con un discreto diamante para Mika. Y ella, como si no estuviera muy segura de lo que hace, lo acepta. Prometida.
Otra Noche Buena más, Yuu se compromete a esperar en el vehículo mientras ella lleva su par de guantes -rosas y blancos- al mismo lugar que está vedado para él. Mika nunca habla del tema, pero tampoco hace falta. Yuu no va a presionarla, no.
Pero ha pasado ya una hora, y nieva mucho. ¿Y si se ha caído? ¿y si hay alguien...? las desalentadoras perspectivas preocupan a Yuu. Aunque, ¿quién iba a salir en una noche helada como esta? todos deberían estar con sus familias.
Yuu apaga el motor y baja de su coche. Sus pasos producen un crujido muy desagradable, pero él solo puede escuchar el rugido del viento en sus oídos. Pronto, divisa una silueta encogida y temblorosa junto a un difuminado bordillo de ladrillo rojo. Y dos pares de guantes.
-¡Mika!-Yuu alza la voz para que ella pueda oírle. Se agacha a su lado y toca delicadamente sus hombros.
Ella murmura algo, parece fuera de sí.
-...Bebé.
-¿Mika?
-¡Hiro ya no vendrá...más...a ver al bebé! Hiro...¡Hiro se va a morir!
Ella clava sus rasgados ojos negros en él y se pone en pie a una velocidad imposible.
-¡Tengo que ir a buscarle!
Yuu no puede evitarlo, la rodea con los brazos, creando una cárcel a su alrededor.
-¡No! ¡no, Mika! ¡si te vas, no regresarás!
Porque él lo sabe. Yuu no es tonto, sabe que Mika sigue enamorada de alguien que no es él. Sabe que perdieron a su bebé. Y ahora parece que su rival está enfermo.
Yuu y Mika forcejean. Y de pronto, escuchan un tintineo y se separan, como a cámara lenta.
Sobre la nieve, a un metro escaso, hay un anillo. De oro balnco, con un discreto diamante tallado en la parte más delgada del aro.
Ambos se miran, como hipnotizados.
-Lo...siento-murmura ella, agachándose para recuperarlo.
-No lo cojas.
Yuu casi no puede creerse que las palabras estén saliendo de su boca, pero es su voz. Puede sentir las burbujas de aire en la garganta, alzándose para expresar su voluntad.
-Qué clase de persona soy, impidiendo a la chica que amo encontrar la felicidad.
Mika se limita a mirarle. Toda su agitación ha desaparecido.
Entonces, Yuu se pone detrás suya y la empuja, poniendo su propio paraguas en su mano.
-Vete, Mika. Ve a buscarle.
-Gra...cias.
Yuu baja la vista. No quiere recordar su silueta de espaldas, corriendo bajo el cielo negro, sobre el suelo blanco. Se agacha y recoge el anillo del suelo, con delicadeza, con mimo. Pesa. Está frío.
Una ola de calor llena de vacío la mente del joven, que gira sobre sí mismo con un grito desgarrador y lanza la joya tan lejos como le permiten sus musculosos brazos.
Después de eso, no tiene fuerza. Yuu se inclina sobre sí mismo, se abraza las rodillas y comienza a llorar.

No sé qué vendrá a continuación, pues la historia continúa persiguiendo a Mika.
Ella y Hiro se gritan un rato, se sinceran y hacen las paces. Juntos disfrutan de la mutua compañía mientras el cáncer se lleva a Hiro. Solo tienen tres angustiosos meses de dolor, degradación, de despedidas y reconciliaciones. Mika dejó los estudios para cuidarle a tiempo completo. Aprendió a tejer, y pasó los días anudando lana para hacerle un gorro a mano.
Para Hiro hubo amor, y luego un cielo. Así pues, unos meses más tarde murió, condenando a su amada a la soledad y a la melancolía.
En esta historia, no hay final feliz para nadie.
Pero solo es una historia. En el mundo real, Mika iría a la universidad, y espero que unos años después hubiera encontrado la forma de olvidar.
Yuu se casaría con otra joven. Más jovial, más viva, y cuyo corazón le perteneciera por completo.
Los padres de Hiro, su hermana, nunca lo superarían, pero aprenderían a seguir adelante.

Y con el tiempo, nadie se acordaría de nada.

lunes, 26 de agosto de 2013

Crimson Day

Darkness brought, endless rain
Out in the cold I lost my way but storms won't last to clear the air
for something new, the sun came out and brought you brought...
A lifetime full of words to say
I hope that time will slow the passing day

I've wrong time over,
and I've been shamed with no words to find,
but if the sun will rise, bring us tomorrow,
walk with me... crimson day...

Don't speak, no use for words
lye in my arms and sleep secure
I wonder that you're dreaming of
 lands rare and far... a time must fly to reach the stars



domingo, 25 de agosto de 2013

Nadie como tú.

Nadie como tú para hacerme reír
Nadie como tú sabe tanto de mí
Nadie como tú es capaz de compartir mis penas, mis tristezas, mis ganas de reír
Tienes ese don de dar tranquilidad, de saber escuchar, de envolverme en paz.
Tienes la virtud de hacerme olvidar el miedo que me da mirar la oscuridad
Solamente tú lo puedes entender
En silencio y sin cruzar una palabra, solamente la mirada es suficiente para hablar
Nadie como tú para pedir perdón
nadie como tú valora esta canción
Nadie como tú me da su protección, me ayuda a caminar, me aparta del dolor
Tienes ese don de dar tranquilidad, de saber escuchar, de envolverme en paz...

~

Te esperaré.
No importa quién te bese yo te esperaré
No importa que me quieras yo te escucharé
Si tú me has dado tanto, yo te esperaré y te daré mi vida entera
Te esperaré
Te esperaré en las sombras siempre ahí estaré
No importa que tus ojos no me quieran ver
No importa quién te abrace, yo a ti te amaré y te daré mi vida entera
Porque mi amor está por encima de tanta traición
de tanto desprecio,
de toda razón
Porque el dolor que llevo dentro es todo tuyo y mío
¿Dónde estarán los besos que nos quedan por contar...?
Lo sabes tú, y nadie más...
Y al despertar me sentaré en mi lado del sofá, para esperarte una vez más.
Te esperaré.
Mi pena contenida la conoces bien.
También que si me dejas moriré de pie
No lloraré tu ausencia, solo esperaré y te daré mi vida entera.
Porque mi amor está por encima de tanta traición
de tanto desprecio,
 de toda razón
porque el dolor que llevo dentro es todo tuyo y mío
¿Dónde estarán los besos que aún nos quedan por contar?
Lo sabes tú y nadie más
Y al despertar me sentaré en mi lado del sofá,
para esperarte una vez más
¿Dónde estarán los besos que aún nos quedan por contar?
Lo sabes tú y nadie más.
Yo sin tu amor.... soy un montón de cosas menos yo...

Not again.

No. Te. Me. Acerques.

Ana niimura Haider... ¿de qué se supone que debería sonarme ese nombre? ¿por qué me es tan familiar? Ni idea, pero un presentimiento acaba de ponerme el vello de los brazos de punta.
Quizá si viera alguna de sus fotos, si viera su cara... quizá entonces sabría de qué me suena tanto, ¿no?
<<Detente.>> hacía mucho que no oía esa voz en mi cabeza. La voz del instinto y la sensatez. <<Para, o dolerá. Sabes quién es, pero no quieres recordarlo nunca más.>>
Cómo se nota que mi especialidad es desoír las leyes de la lógica. Busco fotos. Encuentro fotos, sí, pero más que eso encuentro palabras. Nada es más revelador para mí que eso. Y esas expresiones, la cadencia, las comas. Todo eso me trajo mil y un recuerdos de mi época más oscura, más triste, desoladora.
¡Cuánto ha llovido! Adoraba a esa chica. La quería de verdad. Ella estaba enamorada de la misma persona que yo. Traté de ayudar. Me quité de en medio. Ella siempre amenazaba con desaparecer, y eso me rompería el corazón.
Deambulaba como una zombie, una muerta en vida, llorando por las esquinas. Sin comer, sin sueño, sin descanso.
¡Con razón no la recordaba! Hice mi mejor esfuerzo por enterrar el pasado, por seguir adelante. Eché a todos aquellos monstruos de mis pesadillas, de mi vida, de mis recuerdos. Hice un buen trabajo. Y ahora...¿qué? desconfianza, retazos de recuerdos que duelen demasiado para ser recordados y sopesados debidamente. ¿A qué has venido? ¿a recordar? ¿a preguntar? ¿a remover la mierda? ¿o es que de nuevo quieres quitarme lo que más quiero?
Si has venido a hacerme daño, vete.
Y luchando con el recuerdo de echarla de menos, trato de ser fría y seca, dudo, dudo...

sábado, 24 de agosto de 2013

Baby's Breath

Por un momento bajé mi vista cansada a la mesa de madera negra. En ella había marcas mates donde habían estado mis dedos y zonas más lustrosas ahí donde habían caído mis lágrimas, redondas, imperfectas y feas.
Maldije un poco a mi mejor amiga por recomendarme los mejores fics. Siempre eran mis favoritos, pero tenían finales desoladoramente tristes y me dejaban lloriqueando durante horas, como si tuviera diez años otra vez y estuviera leyendo Memorias de Idhún.
Me di cuenta de que algunas cosas en ese fanfic me recordaban un poco a nosotras, porque somos hermanas también, aunque no tengamos ningún vínculo sanguíneo. Somos dos hermanas a las que han separado. Dos gemelas, porque nos conocemos mejor que nadie en este mundo. Porque, como dirían Azusa y Tsubaki, somos un alma dividida en dos cuerpos.
¿Es así como me siento yo, como Baekhyun? bueno, las situaciones son diferentes. Yo no corrí detrás de ella vociferando su nombre. Yo me di cuenta con el tiempo de que me sentía sola, muy sola. Fue entonces cuando me acurruqué y lloré, sin pensar apenas. No fue un llanto racional, solo sollozos convulsionados y apenas un puñado de lágrimas ardientes que me dejaron la visión empañada y los ojos rojísimos. No es un llanto como el de ahora, un auténtico e imparable torrente de lágrimas frescas. El llanto que acompaña a los recuerdos y a los pensamientos sensatos y reales
Así que supongo que por eso Baby's Breath nos ha calado tanto a las dos. Aquí dejo la experiencia de hoy, un extracto de un poema sacado del diario de Chanyeol en la historia, y dedicado a su hermano Baekhyun.


En la próxima vida,
si tuvieras que reencarnar en una hermosa persona
me gustaría reencarnar en un ángel.
Aunque sea invisible
y tú ames a alguien más,
me gustaría reencarnar en un ángel
para protegerte.

En la próxima vida,
si tuvieras que reencarnar en un hermoso pájaro
me gustaría reencarnar en un magnífico árbol.
Aunque tenga que esperar por ti en un lugar
me gustaría reencarnar en un árbol
donde tú puedas descansar cuando tus alas estén cansadas.

martes, 20 de agosto de 2013

Esto, y otras formas de sentirse mal.

Después de tantos besos, ese fue probablemente el más bonito de todos. El beso que no quería dar, no debía, no podía. Pero lo hice.
Sí, tenía muchas ganas. Podría sonar egoísta, pero no quería verle sufrir, y no sé si esa fue la mejor manera. Huelga decir que no estaba muy lúcida, una de las combinaciones explosivas de Juan fue a parar a mi torrente sanguíneo, trastornándome la coordinación y el habla, nublando mi vista y mis ideas.
Pero allí estábamos, y besaba muy bien. Era muy dulce, en ese roce, en su forma de estrecharme, sentí todo el amor que llevaba meses diciendo profesarme..., con sus cartas de amor, sus mensajes de buenos días, su paciencia y buen humor.
No lo sentí, creí sentirlo.
¿Y luego? me dije que lo intentaría. Haría el esfuerzo por los dos. Y cometí el error de no decírselo.
Una semana más tarde, no me hablaba al verme conectada. Diez días después, no respondía a mis mensajes.
Tres semanas más tarde, salía con una chica que, como es obvio, no era yo.
¿Por qué me sentí tan herida y decepcionada? El golpe fue un duro mazazo a mi confianza, a mi cariño. Las lágrimas, calientes y feas, amenazaron con derramarse por mi párpado inferior pero yo no las dejé emprender su viaje. No, al fin y al cabo, ¿cómo iba yo a llorar por alguien a quien nunca había amado?
Así que me obligué a pasar página. Me obligué a ser algo más inteligente.
Me obligué a recordarlo siempre, para la próxima vez...

Teenagers.

Es curioso detenerme a ver las similitudes con las personas de alrededor. Es decir, ¿realmente parezco una adolescente? Mira a las personas a mi alrededor. Todos tienen novios y novias, se van de fiesta, se emborrachan, tienen sexo.
Esa es otra cosa, el sexo. ¿Tanto me importa realmente que alguien en quien confío tenga una relación sexual con otra persona? fríamente, solo me parece algo físico. Pero no lo es, y yo tengo sentimientos. Antes quería que fuera especial. Ahora no me importa. Podría ser hoy, mañana, o dentro de diez años. Con el amor de mi vida o con el primero que me cruce en una noche solitaria de depresión de la mediana edad en un bar cutre cuyo suelo apeste a cerveza y serrín. Pero como damisela, espero que las cosas no acaben así. La verdad es que no es algo que me ponga nerviosa. No necesito velitas y sábanas nuevas.
Esto no es Gossip Girl y yo no soy una novata.
Pero lo cierto es que no deja de traerme sin cuidado. No suelo relacionarme tanto, y menos con hombres. Otra cosa en la que no me parezco nada en las personas de mi alrededor. ¡Miradme! en serio parezco un modelo a seguir, y no es algo que me emocione especialmente. Apenas salgo, me levanto temprano por las mañanas, limpio, aprendo cocina, estudio y cumplo con mis responsabilidades en ese sentido. Incluso disfruto aprendiendo cualquier idioma que se me antoje esa semana. Pero mi lado salvaje está bastante cabreado conmigo. No he cumplido los dieciséis y ya siento que lo peor de mi vida ya ha pasado, pero esa vocecilla insidiosa sigue ahí... <<¿Qué ha sido de aquellos días>> me pregunta. Y por las noches, cuando tengo los ojos cerrados y no puedo hacer nada para bloquearla, me lanza imágenes como fogonazos de mí misma haciendo lo que tan bien se me da: portarme mal. Recuerdos de cuando encendía hogueras, saltaba vallas, pasaba alcohol, mentía, apostaba con mis amigas quién se ligaba al sujeto de turno aquella noche. Muchas manos sobre mi cuerpo, sí. Supongo que eso también lo echa de menos, ¿eh? siempre ganaba. Siempre eran míos.
En medio de la calle, en un aparcamiento oscuro, en la cama, en un baño, entre arbustos..., supongo que muchos dan fe.
Quizá esto sí se parezca un poco a Gossip Girl. Y yo soy una especie de Serena Van Der Woodsen (salvo por el atractivo y los millones de dólares) rehabilitada, pero que no tiene muchos reparos en acostarse con el novio de su mejor amiga. Sí, lo cierto es que hasta en eso nos parecemos.
Pero, ¿y el otro lado de mí? el resto se sintió bastante contaminado, mancillado, durante mucho tiempo. Ahora, con la cabeza despejada y el estómago limpio, con algo parecido a un compromiso real y duradero entre manos... ¿no me siento una persona mucho más íntegra? Da gusto no tener razones para sentirme decepcionada de mí misma. Da gusto enorgullecerte de quién eres.
Así que, por el momento (y solo hasta el viernes) lo más salvaje de mi personalidad tendrá que esperar.

sábado, 17 de agosto de 2013

Y si...

Cuántos tipos de felicidad y de pérdida tan diferentes en tan poco tiempo.
Tantos años, y el mejor regalo de navidad de mi vida fue un "te amo" que lucho por olvidar con todas mis fuerzas.
¿Y si solo dejase de ser cobarde? ¿y si solo siguiera adelante? ¿y si solo te buscase de nuevo?
No, no va a funcionar.
Pero no es la primera vez que me quitan un sueño.

Radio.

Música, uno de nuestros temas de conversación más frecuentes.
Eran las cuatro de la mañana de un sábado, delante del portátil de mi padre, en la cocina. Sólo se oía el rápido tecleo de mis manos mientras conversaba con mi chico por el chat de una red social. Las noches son nuestro momento feliz, porque es el momento en que podemos estar horas y horas hablando, y ya está.
Me dijo que se había puesto triste y analicé por dónde iba nuestra conversación. ¿Qué había dicho? Estábamos hablando de cómo lo íbamos a celebrar cuando nos veamos. Fuegos artificiales y una ficticia copita de champagne.
Él me lo explicó a renglón seguido: estaba escuchando un canal de música y pusieron "Vivir sin aire" una canción muy triste de Maná.
Casi quise reírme, pero no. Todo lo que le pone triste es malo, es feo. Aunque sea una canción.
Como no suelo escuchar mucha música en español, solo tengo amplia experiencia con La Oreja de Van Gogh, y agradecí (solo en parte) que él sacase el tema de "Jueves", esa canción que habla del atentado del once de Marzo en el tren.
Tras un largo titubeo, abrí otra pestaña y busqué YouTube entre los marcadores. Cuando se hubo cargado, tecleé el nombre de nuestro álbum. Rápidamente apareció esa imagen que tan bien conocía, la de Amaia Montero tumbada boca abajo en una cama de sábanas blancas.
Pensé que podría emocionarme cuando escuchase aquellas canciones que habían marcado mi infancia, pero no. No sé lo que sentí. Me encontré canturreando esas letras que me son tan familiares como mi propio nombre. ¿Cómo algo que me recuerda tiempos tan felices podría hacerme llorar?
Recuerdos que tanto me importan. Hablan de cosas que solo mi madre y yo podríamos entender. De cocina, infancia, de ajo, de risas, de nosotras. De tiempos mejores, más felices, más fáciles.
Pero para mí también hablan de noches en que mi mamá no estaba a mi lado, y yo no entendía muy bien qué es lo que le pasaba. Solo que la echaba de menos. Y no podía dormir sin mi discman al lado, reproduciendo una y otra vez nuestras canciones. Porque pronto -en una semana, un mes, quizás dos.- mamá iba a volver, y haríamos de comer los fines de semana las dos juntas, con nuestras canciones en la minicadena. Las canciones que hablan de rosas, café con sal, de un mosquito tonto y países ficticios.

Pues hala.

Alguien me dijo una vez que los ojos oscuros nunca pueden ser bonitos, ni siquiera con maquillaje, porque simplemente no resaltan.
Bueno, pues estos son mis ojos. Y son castaños.

Restart: 0.

Son palabras que me suenan grande. Soy una peregrina, lo dice en mi certificado, en latín. Soy peregrina del Camino de Santiago. ¿Por qué será que no termino de creérmelo?
Ha sido una de las mejores experiencias de mi vida, lo cierto es que me ha cambiado de verdad. En fin, tanto tiempo libre sin otra cosa que caminar y pensar tuvo que servir de algo, digo yo. Más que de algo, soy otra persona.
Desde que volví he querido hablar de ello. Y hablar significa escribir, narrar. Ni siquiera sé cómo empezar, todo lo que intentaba llevar a cabo me parecía una pobre cosita desnutrida que a duras penas lograba captar lo maravilloso del viaje. En primer lugar descarté el modo diario, sería demasiado largo y tedioso. ¿Debería hablar de mis impresiones? ¿Hacerlo día a día? Todo sigue tan fresco en mi mente como si estuviéramos a treinta de Abril, en el autobús de camino a casa. Como si fuera posible olvidarlo.
Así, sea como sea, trataré de plasmar de alguna forma todo lo que aprendí de otras personas y de mí misma. Todo lo que comprendí, lo que me sorprendió, lo que sentí. Todo lo que me emocionó, que no fue poco.
Como indico en el título de esta entrada, este es el primer volumen en que intentaré captar de manera comprensible -aunque no del todo, nunca con la suficiente precisión- por qué el viaje mereció la pena.
Supongo que podríamos tomar esto como una pequeña introducción, y explicar la metodología con que mi antiguo instituto, el Colegio Aljarafe, lleva a cabo las excursiones.
Se hace una excursión de variable duración y distinto destino desde que tenemos tres años hasta que cumplimos dieciocho. Normalmente, el destino está programado cada año, es una especie de tradición ir a esos lugares, así que te puedes hacer una idea de qué esperar. Por otros alumnos mayores, porque tú mismo investigues o únicamente por tu imaginación.
Aunque cada cierto tiempo los destinos varían, o cambian de lugar, os puedo contar cómo estuvieron estructuradas las excursiones de mis cuatro años en la secundaria: En primero viajamos a la Sauceda. En segundo visitamos el País Vasco. Hace dos años, en tercero, estuvimos en Marruecos. Y por último, como ya he mencionado, el Camino de Santiago.
Generalmente, muchos de nosotros tenemos claro a qué excursiones iríamos si nos viésemos obligados a elegir por algún motivo. Y yo nunca me planteé eso de pagar más de cuatrocientos euros por caminar unos ciento treinta kilómetros con unos compañeros a los que, antes de este precioso último año, no apreciaba en demasía (más bien al contrario)
Por lo tanto, no tenía ninguna expectativa en mente, porque hasta que no llegó Septiembre y nos mencionaron el viaje en la primera asamblea del curso yo no comencé a plantearme si merecía la pena. Hermanas y hermanos mayores de mis amigos decían haber regresado con otra visión del mundo, decían haber disfrutado más aún que en Marruecos, la excursión más estrella de la E.S.O. Y yo, que en ese momento me sentía absolutamente perdida dentro de mi cuerpo y de mi mente, me pregunté si no era eso lo que podría ayudarme a alejarme de todo cuanto conozco y pensar.
Y tomé mi decisión.
Una hora a la semana, durante las clases de Proyecto Integrado, hablábamos de nuestro destino. Los alumnos de primero de bachillerato nos daban consejos en las tutorías, nos hablaban de sus experiencias personales, nos animaban a realizar el viaje. También realizábamos las etapas online, consultando la duración, el desnivel, el destino, los albergues.
 Lo primero que me enamoró fue el verde. Por todas partes, árboles, arbustos, altos matojos de hierba del color del Jade. El paisaje era húmedo y frondoso, tan distinto de la seca aridez de mi tierra que tan poco me gusta. Y juro que no he vuelto a encontrar un paisaje así, los puentes de tosca piedra, los senderos de tierra en medio del bosque.
Con ayuda de mi familia, fui adquiriendo lentamente todo lo necesario: desde el saco de dormir, una cacerola y unas botas de montaña hasta calcetines, polares y ropa impermeable.
Quedaba una semana para el viaje y yo no estaba nerviosa. No lo había pensado mucho, con todas las festividades que me habían abstraído. Y ahora se acercaba la feria, y sus colores y volantes me absorbieron por completo. Durante todo el curso, había trabajado mucho con mis compañeros de curso. Había salido con ellos. Me había molestado en conocerlos mejor.
Los quería, aunque solo fuera un poco.
Y después de un par de meses de locura, fiestas y ferias, me encontré con que me iba al camino. Con mis amigos. La noche antes, todas las dudas y los nervios en que no había reparado me golpearon como una maza tosca y pesada. A pesar de todos los kilómetros que había caminado, a pesar de toda la preparación, no sabía lo dura que iba a ser, no sabía qué clima nos iba a coger, no sabía nada de nada.
Solo que me moría de ganas de que amaneciese.
[~To be continued...~] 

lunes, 12 de agosto de 2013

Aburrido.

Sí, así es cada momento, cada día, cada tarde. Esperando siempre a que los minutos se deslicen, tic, tac, tic, tac..., sin saber qué más hacer, a qué más jugar, qué más libros leer y releer.

Hopes.

El frío de la habitación nos arropa con su suave manto. Nos permite permanecer enlazados en el confuso nudo de brazos y piernas en que, inconscientemente, nos convertimos los dos. Los haces de luz que se derraman perezosamente por las amplias ventanas del salón dibujan las siluetas del polvo en el aire, tienen el dorado de una puesta de sol.
La película es aburrida. Muy aburrida. Recuerdo vagamente haberla visto antes, es una tonta comedia amorosa. O puede que los argumentos se repitan tanto que todas las películas me resulten iguales. Nunca me ha gustado mucho el cine, y menos aún la televisión.
Noto que él tampoco parece muy entusiasmado.
Sin embargo no me movería por nada del mundo. Con su brazo haciéndome de cojín en el cuello, sus dedos jugueteando con el lóbulo de mi oreja, lanzando escalofríos a lo largo y ancho de toda mi blanca piel. Sus piernas hacen una trampa con las mías, su mano libre me acaricia todo el cuerpo: los brazos, el cuello, el rostro, el vientre, las piernas. Siento la piel caliente y estremecida al mismo tiempo.
De pronto, en la pantalla, entra en escena un bebé. Una bolita pálida, de grandes ojos azules y pelusilla dorada en la cabeza. Por algún motivo sonrío al ver su risa musical, sus mofletes regordetes, su torpe manoteo. Y cuando alzo la cabeza en dirección a mi novio, descubro que me está mirando del mismo modo en que yo contemplo al bebé: con adoración, como si fuera lo más hermoso que ha visto en su vida. Siento que la sangre sube rápidamente a mis mejillas, sofocándome más, como si no me costase bastante concentrarme cuando me toca. Encima, sus ojos verdes tienen que clavarse en mí de ese modo...
Su voz de trae a la realidad.
-¿Te lo imaginas?-susurra. Y para dar más énfasis a sus palabras, me acaricia el abdomen con las yemas de los dedos.
Se me escapa un jadeo entrecortado. Sí, sí me lo imagino. Ahí, en nuestros brazos, cálido y sedoso. Un chico, tan guapo como su papá, con sus ojos verdes, la piel acaramelada, mis rizos castaños. Y el poderoso deseo que acompaña a esa imagen mental me estremece.
Él parece leer en mis ojos, como siempre, y la sonrisa se le congela en el rostro. Antes de que abra la boca para enumerar las ciento una razones por las que -de momento- es imposible, muerdo su labio y tiro de la carnosa superficie hacia mí.
-Ya, lo sé, es solo que tengo mucha imaginación.
-Y eres muy impaciente-corrobora.
No voy a dejarme en ridículo intentando rebatir eso, con un adorable pucherete de los que partirían a mi Eddie en dos, porque aún siento la electricidad allí donde mi piel toca la suya. El corazón me martillea a gran velocidad.
-Somos jóvenes, sin casa, estudios, independencia ni trabajo-cuento rápidamente- ¿me dejo algo?
-Bueno..
Sus manos comienzan a deslizarse lánguidamente bajo mi camiseta, y yo dejo que me tumbe, que roce mis labios con la misma sensualidad, bajando por mi cuello, acariciando mi pecho, deteniéndose algo más abajo del ombligo. 
-...tampoco tenemos práctica-finaliza, con expresión lasciva.
-A eso sí podemos ponerle remedio-acepto.
Y me dejo llevar al fin del mundo bajo sus manos.

viernes, 9 de agosto de 2013

[Rol]

En cuanto publico el estado, veo un primer comentario suyo. Vaya, es la primera vez que coincidimos en diez días casi.
Empiezo a pensar en lo que haré. En esa sensación que me provoca todo esto. La sensación de estar perdida, de sobrar, de tener solo un par de razones para dejarme caer por aquí, medio muerta, una vez cada tropecientos días. La sensación de que este no es mi sitio, y la persona que vino a rol con todas sus ilusiones se perdió cuando "cambié" mi bias por primera vez. ¡Como si ella hubiera dejado de ser yo! Y me doy cuenta de que ya no soy feliz aquí.
Noto que me mareo, que empiezo a angustiarme sin motivo, y me marcho del comedor mascullando un seco <<con permiso>>. Siento todas las miradas en la nuca. Luego cojo un pijama amplio y fresquito y huyo al cuarto de baño.
Mientras me quito la ropa, me voy mirando al espejo. Es inevitable, ya que toda la pared es de cristal y me veo reflejada. Con la ingente cantidad de tiempo libre que he tenido estos días, me he cuidado mucho. Ahora luzco mejor que nunca. Mi piel sigue siendo tan blanca como siempre, pero se adivina una pincelada dorada en los brazos y las piernas, sonrojada en los pómulos. El pelo me ha crecido considerablemente, y el tinte vegetal ya se ha decolorado, dando lugar a una cascada de tirabuzones que rebotan contra mis hombros contínuamente, variando entre mi solo castaño natural y el dorado-rojizo que me confieren el sol y los tintes. De todas formas, me alegro de que las raíces asomen más de dos centímetros, de no ser por las fotos habría olvidado de qué color es mi pelo.
Entro en la ducha, de la que sale vapor en grandes volutas que dejan empañados los cristales, donde las gotitas parecen hacer carreras por ver quién llega antes al final.
A pesar del calor, una ducha caliente es lo que más me relaja. Dejo que el agua que cae del techo relaje los nudos de mis contracturados hombros, que convierta mi pelo en un río negro y acaricie mi suave piel.
Pero nada puede parar a mi mente, que se pasea entre los mejores momentos que he tenido con él, entre los motes más cariñosos, los <<Fresita>> <<Sirenita>> <<Gatita>>. Y evoco aquella única y dolorosa vez en que me dijo que me amaba, aunque fuera mentira, aunque fuera solo una noche. Cierro los ojos, y noto más agua en la cara, pero no sé si estoy llorando o no. ¿Por qué debería? Lo he tenido muy claro siempre, que ninguna de sus dos personalidades me va a querer nunca, que por más distancia que ponga entre nosotros siempre vuelvo..., porque realmente no quiero que se separe de mí. Imagino que sigue siendo esa ilusión que me hace seguir adelante, imagino que sigue siendo el porqué vuelvo.
Esto es muy parecido a llorar mientras sonríes. Cierro el grifo y me envuelvo en una toalla. Y la siguiente vez que me miro en el inmaculado cristal ya no veo a una chica más alta y más flaca, más mayor, ya no veo bucles castaño-dorados, ni siquiera un atisbo de bronceado bonito en mi blanquísima piel. Solo veo a una niña pequeña, anodina y gordita, con el pelo y los ojos oscuros, devolviéndose la mirada con gesto impasible.
Me apresuro a secarme, pendiente en todo momento del icono de las notificaciones de Tuenti, esperándole de nuevo. Parece que sólo sé hacer eso, esperar y echar de menos. Aparecer y desaparecer.
Luego me peino con los dedos y me acurruco bajo la colcha aferrándome al móvil. Sé que hace calor, pero no me apetece poner el aire. Mi piel está ligeramente húmeda de sudor, pero por dentro tengo frío.
Va a ser una noche muy larga.

domingo, 4 de agosto de 2013

Because I miss you.

El cielo es exactamente el mismo y los días parecen ser iguales,
lo único que ha cambiado es que tú ya no estás aquí.
Solo quería volver a sonreír, olvidarme de todo
como si nada de esto hubiese pasado
sonriendo al pasar de los días.

Te anhelo, te anhelo tanto...siempre te anhelo tanto...
Todos los días en soledad te llamo, te llamo tantas veces...
Te extraño, te extraño tanto...siempre te extraño tanto...
Supongo que ya se me ha hecho costumbre el decir tu nombre,
hasta hoy.

Sabía que debía dejarte ir, sin arrepentimientos.
Pero no puedo, no puedo, todavía no puedo dejarte ir...

Día a día siento que estoy muriendo. Dime, ¿qué puedo hacer yo?
Te quiero, te quiero, realmente te quiero.
Ni siquiera te lo dije una última vez, solo dejé que te marcharas.
Lo siento, lo siento, ¿puedes oírme?
Te quiero...

[Because I miss you - CNBLUE (Jung Yongwha)]

Always missin'.

¿Sabes cuando, en un momento determinado, echa la vista atrás y analizas la generalidad? Una impresión general, o algo así. A veces lo comparo con desenfocar la vista para darte cuenta de cuál es el objeto más brillante o más vistoso de un habitación. Lo que más llama la atención, pero que no ves a primera vista. Porque soy un poco tonta, supongo.
Y por eso mismo sé cuál es el sentimiento predominante de mi vida. Podría ser la ilusión, esa fugar alegría anticipatoria. O la angustia, porque soy muy propensa a agobiarme cuando no controlo hasta el último detalle de aquello que pretendo llevar a cabo.
Pero no, lo que más a menudo parece que siento, es el echar de menos a alguien. En momentos banales o en momentos más cruciales, siempre echo de menos a alguien.
No soy la típica persona que a menudo te encuentras por Twitter, esas chicas Tumblr que publican una foto así muy artística, difuminada y estrellada, llena de colores que se funden en una cromatografía como las que hacíamos en la Semana de la Ciencia en el colegio. Y en el centro de esa foto, con letras blancas y bastante impersonales, pondrá algo así como: <<A menudo quisiera volver al pasado. No para corregir o cambiar nada, sino para vivir de nuevo esa etapa en que era feliz y no lo sabía>>.
Pero yo nunca he sentido nada parecido. A veces me he acordado con nostalgia de los momentos felices, pero eso no quita que ahora siga experimentando alegría o felicidad con relativa frecuencia, por no decir prácticamente en todo momento..., y siempre que no piense demasiado en las circunstancias que me rodean. Soy feliz escuchando música, leyendo, viendo doramas y haciendo pasteles. Soy feliz cuando alguien sonríe por mi causa, y si me duelen los mofletes de sonreír. Sí, parece que me paso la vida sonriendo, ¿no?
Pero el dolor o la tristeza de echar de menos a alguien que forma parte de la vida es mucho más sutil. Solo aparece cuando hay algo -una mención, un objeto, un momento o una canción- que vienen a tu mente sin previo aviso, ¿no? entonces no solo desearías vivirlo de nuevo, sino que quisieras poder sentirlo de otra manera. Apreciarlo más. Porque entonces no sabías que se iba a acabar alguna vez, y sin embargo, ¿no sería angustioso vivir cada momento de tu vida como si fuera a ser el último?
Pero los momentos son especiales por las personas.
Por eso me da la sensación de que en este melancólico verano de encerrona doméstica -¡yuju!- me paso los días echando de menos a las personas que hicieron del verano pasado, por ejemplo, un tiempo mucho más feliz. Personas que ya no están, bien por circunstancias de la vida, bien porque ni ellas ni yo queremos vernos las caras.
Antes, echaba de menos a mi padre cuando se pasaba el día trabajando y no podía estar con él todo el tiempo que quisiera. Extrañaba a mi madre cada vez que no estaba a mi lado, pero era un sentimiento particularmente frenético, porque entonces ella solía estar muy malita y yo no podía hacer absolutamente nada. ¿Impotencia, frustración? ¿Cuál es la palabra exacta? Creo que no la hay, dado que cada persona vive sus sentimientos de una manera específica, y yo soy demasiado pasional. Como dice mi padre, pienso más con el corazón que con la cabeza.
También lo pasaba muy mal cuando mis hermanos se iban de viaje, y aunque me entrasen las lloreras malas típicas en mí, al menos tenía la certeza de que estaban despejando sus mentes. Al menos sabía que estaban donde querían y que iban a volver más felices y más relajados.
Extrañaba mucho al hombre al que amaba, cada uno de los cientos de días que no supe nada de él. Ahora echo de menos los brazos fuertes y morenos de mi peque en mi cintura, echo de menos sus besos ardientes, echo de menos su voz y su guitarra. Porque él fue mis estrellas cuando la luna se marchó, dejando una vasta extensión de infinito cielo negro.
Y ahora echo de menos a la persona que me enseñó lo que más feliz me hace, lo que comenzó como un tonto hobbie, pasó a obsesión y ahora se va a convertir en mi estilo de vida. No es nada parecido a cambiar mi personalidad por la suya, ni mucho menos, pero todo eso sentó muchas de mis bases con respecto a la amistad, el amor, y cosas tan absurdas como los cánones de belleza que ahora rigen muchos de mis gustos. Me enseñó cine, música, moda, fotografía, y más que eso. Me enseñó a tomarme las cosas con calma, a brillar solo sonriendo, a ser feliz con pocas cosas. Mi mejor amiga me enseñó paciencia y a decir que no a las cosas. Y ahora echo de menos alguien con quien olvidarme de todo, alguien que me haga reír, que me comprenda en esas cosas que absolutamente nadie sabe que existen siquiera. Alguien que haga de hermana pequeña conmigo, para obligarme a hacer de hermana mayor. Para aconsejarla, mimarla, reñirla y -con frecuencia- ser tan niña chica como ella.
La echo de menos, sí. Y rezo por volver a achucharla, a hacerle trenzas, por volver a cogerla de las manos y saltar y chillar cuando nos emocionamos solas. Tenga que esperar un año o veinte.
Aquí y en Pekín -nunca mejor dicho- siempre será mi mejor hermana, unnie, dongsaeng, onee, novia, esposa, gemela, HerHyo, xié, sistah, Beasr, amiga... Siempre seremos únicas, ¿verdad?
Saranghae, yeobong (sniff, sniff)

jueves, 1 de agosto de 2013

Ai qing chuan jin men.

La luz del sol brillando a través de mi ventana dice <<buenos días>>.
Hoy voy a ser más valiente de lo que fui ayer.
Tropezar y caer...
¿Cuándo voy a ser capaz de dejar de fingir?

A la izquierda o a la derecha, siempre haciendo lo contrario.
Sin embargo, en mi corazón todavía importa mucho lo que piensas.

Simplemente, me gusta perder el tiempo contigo.
Me gusta nuestra tácita armonía
Cuando el amor vino y puso los latidos de mi corazón en un frenesí.
Cuando estoy triste, aún te tengo a ti para convencerme, engañarme, burlarte de mí...
Entonces me doy cuenta de que tenerte es lo que hace que mi vida deje de ser monótona

A mí me gusta la sensación de que te preocupes por mí.
¡Es imposible predecir cuándo llega el amor...!
Solo después de que hemos llegado por el otro lado nos damos cuenta
de que el destino ha estado persiguiéndonos muy de cerca.
Y todo lo que puedo darte es una mano que agarre muy fuerte la tuya.

[Ai qing chuan ji men (When love walked in) - BY2]