domingo, 4 de agosto de 2013

Always missin'.

¿Sabes cuando, en un momento determinado, echa la vista atrás y analizas la generalidad? Una impresión general, o algo así. A veces lo comparo con desenfocar la vista para darte cuenta de cuál es el objeto más brillante o más vistoso de un habitación. Lo que más llama la atención, pero que no ves a primera vista. Porque soy un poco tonta, supongo.
Y por eso mismo sé cuál es el sentimiento predominante de mi vida. Podría ser la ilusión, esa fugar alegría anticipatoria. O la angustia, porque soy muy propensa a agobiarme cuando no controlo hasta el último detalle de aquello que pretendo llevar a cabo.
Pero no, lo que más a menudo parece que siento, es el echar de menos a alguien. En momentos banales o en momentos más cruciales, siempre echo de menos a alguien.
No soy la típica persona que a menudo te encuentras por Twitter, esas chicas Tumblr que publican una foto así muy artística, difuminada y estrellada, llena de colores que se funden en una cromatografía como las que hacíamos en la Semana de la Ciencia en el colegio. Y en el centro de esa foto, con letras blancas y bastante impersonales, pondrá algo así como: <<A menudo quisiera volver al pasado. No para corregir o cambiar nada, sino para vivir de nuevo esa etapa en que era feliz y no lo sabía>>.
Pero yo nunca he sentido nada parecido. A veces me he acordado con nostalgia de los momentos felices, pero eso no quita que ahora siga experimentando alegría o felicidad con relativa frecuencia, por no decir prácticamente en todo momento..., y siempre que no piense demasiado en las circunstancias que me rodean. Soy feliz escuchando música, leyendo, viendo doramas y haciendo pasteles. Soy feliz cuando alguien sonríe por mi causa, y si me duelen los mofletes de sonreír. Sí, parece que me paso la vida sonriendo, ¿no?
Pero el dolor o la tristeza de echar de menos a alguien que forma parte de la vida es mucho más sutil. Solo aparece cuando hay algo -una mención, un objeto, un momento o una canción- que vienen a tu mente sin previo aviso, ¿no? entonces no solo desearías vivirlo de nuevo, sino que quisieras poder sentirlo de otra manera. Apreciarlo más. Porque entonces no sabías que se iba a acabar alguna vez, y sin embargo, ¿no sería angustioso vivir cada momento de tu vida como si fuera a ser el último?
Pero los momentos son especiales por las personas.
Por eso me da la sensación de que en este melancólico verano de encerrona doméstica -¡yuju!- me paso los días echando de menos a las personas que hicieron del verano pasado, por ejemplo, un tiempo mucho más feliz. Personas que ya no están, bien por circunstancias de la vida, bien porque ni ellas ni yo queremos vernos las caras.
Antes, echaba de menos a mi padre cuando se pasaba el día trabajando y no podía estar con él todo el tiempo que quisiera. Extrañaba a mi madre cada vez que no estaba a mi lado, pero era un sentimiento particularmente frenético, porque entonces ella solía estar muy malita y yo no podía hacer absolutamente nada. ¿Impotencia, frustración? ¿Cuál es la palabra exacta? Creo que no la hay, dado que cada persona vive sus sentimientos de una manera específica, y yo soy demasiado pasional. Como dice mi padre, pienso más con el corazón que con la cabeza.
También lo pasaba muy mal cuando mis hermanos se iban de viaje, y aunque me entrasen las lloreras malas típicas en mí, al menos tenía la certeza de que estaban despejando sus mentes. Al menos sabía que estaban donde querían y que iban a volver más felices y más relajados.
Extrañaba mucho al hombre al que amaba, cada uno de los cientos de días que no supe nada de él. Ahora echo de menos los brazos fuertes y morenos de mi peque en mi cintura, echo de menos sus besos ardientes, echo de menos su voz y su guitarra. Porque él fue mis estrellas cuando la luna se marchó, dejando una vasta extensión de infinito cielo negro.
Y ahora echo de menos a la persona que me enseñó lo que más feliz me hace, lo que comenzó como un tonto hobbie, pasó a obsesión y ahora se va a convertir en mi estilo de vida. No es nada parecido a cambiar mi personalidad por la suya, ni mucho menos, pero todo eso sentó muchas de mis bases con respecto a la amistad, el amor, y cosas tan absurdas como los cánones de belleza que ahora rigen muchos de mis gustos. Me enseñó cine, música, moda, fotografía, y más que eso. Me enseñó a tomarme las cosas con calma, a brillar solo sonriendo, a ser feliz con pocas cosas. Mi mejor amiga me enseñó paciencia y a decir que no a las cosas. Y ahora echo de menos alguien con quien olvidarme de todo, alguien que me haga reír, que me comprenda en esas cosas que absolutamente nadie sabe que existen siquiera. Alguien que haga de hermana pequeña conmigo, para obligarme a hacer de hermana mayor. Para aconsejarla, mimarla, reñirla y -con frecuencia- ser tan niña chica como ella.
La echo de menos, sí. Y rezo por volver a achucharla, a hacerle trenzas, por volver a cogerla de las manos y saltar y chillar cuando nos emocionamos solas. Tenga que esperar un año o veinte.
Aquí y en Pekín -nunca mejor dicho- siempre será mi mejor hermana, unnie, dongsaeng, onee, novia, esposa, gemela, HerHyo, xié, sistah, Beasr, amiga... Siempre seremos únicas, ¿verdad?
Saranghae, yeobong (sniff, sniff)

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