sábado, 31 de agosto de 2013

Kingkiller Chronicle - Review.

No sabía absolutamente nada de Patrick Rothfuss ni de su obra cuando decidí ir a buscar algo que me entretuviese en la Casa del Libro, un día de septiembre del año pasado. Nadie me había hablado jamás de la "Crónica del Asesino de Reyes", ni de su autor, ni del "Nombre del Viento". Nada de nada.
Pero la cuestión es que ahí estaba. Destacaba por encima de los libros más fino y más infantiles de fantasía, y de esos tontos e insulsos romances diseñados solo para entretener a personas de mi edad. Libros como "La caída de los Reinos", que me leí en una tarde, y me dejó un decepcionante vacío  en algún lugar entre mis pulmones.
El verde y el negro combinaban la mar de bien, un grueso y caro tomo de tapa dura del que no había oído hablar jamás. Decidí arriesgarme, gastándome todo lo que había podido guardar con el fin de conseguir algo decente que leer.
La tarde siguiente, me tumbé en la cama, con los codos apoyados en el colchón, y abrí la primera página. Había escogido un muy buen ejemplar, cumplía todos mis criterios en cuanto a tamaño de la letra, encuadernación y tipo de papel. Las rugosidades bajo la yema de mis dedos me recordaron a mis primeros libros. No olía a libro nuevo, sino solo a papel, pude sentir su sabor leñoso al final de la lengua.
Todo desapareció entonces, y en lo que dura un parpadeo, mi padre irrumpió en la habitación en mi busca. Era la hora de cenar.
El libro me absorbió por encima de todo. No podía concentrarme estudiando, pues mi mente no dejaba de cavilar sobre los intrigantes aspectos de la personalidad del protagonista -cuyo nombre aún no sé pronunciar, casi dos mil páginas más tarde-, soñaba con él, con la historia y con las ciudades que Rothfuss describía para mí. Despierta y dormida, sus personajes, su entorno y sus normas me parecían casi tan reales como las mías propias.
Lo devoré con el ansia de un lector novato, totalmente enfrascada en la historia. era un libro ligero, pero condensaba mucha información. Era una obra de arte en papel. Te mantenía atrapado mientras estabas leyendo.
Sin embargo, casi un año ha transcurrido hasta que tuve en mis manos el segundo tomo. Mil doscientas páginas. Cobertura negra y roja. Tapa blanda. Y las mismas características en cuanto a letra y papel.
Lo primero que he pensado teniendo en mis manos este libro, es que no existe otro igual. Sé de las preferencias literarias de Patrick Rothfuss -similares a las mías- y no encuentro ninguna huella de otros autores en su prosa. Es su voz. Las mejores descripciones, las mejores personalidades, y la magia de hacer que un antagonista te sea simpático y un aliado de Kvothe te parezca pedante y amargado. No tengo ninguna prisa en leerlo, aunque para ser sincera, si de mí dependiera no haría otra cosa. Hacía mucho tiempo que no conseguía unas sensaciones tan vívidas de un libro. Hacía mucho que no se me contraía el estómago de miedo pensando en lo que va a pasar, ni me dolían los hombros de la tensión que soportan. Que pase algo bueno en la historia me mantiene de buen humor. Si pasa algo malo, me descubro pensando en qué haría yo. Un libro dentro de una historia, que a su vez está contenida en otro libro. Conozco la historia, las ciudades, las deidades y las leyendas, porque Kvothe y Rothfuss me las están contando. Sueño que vivo en Anker's, cerca de la ciudad de Imre y de la Universidad. O que paseo con Denna por las calles de Bajo Severen. Conozco canciones que jamás he escuchado, poemas de los que solo he leído que otros hablan.
Sí, con razón dicen que es el mejor libro de la década, aunque no he leído tanto como para poder afirmar lo mismo. Sí puedo decir que, tanto El nombre del Viento como El temor de un hombre sabio son dos de los mejores libros que he leído desde hace muchos, muchos, muchos años.

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