sábado, 17 de agosto de 2013

Radio.

Música, uno de nuestros temas de conversación más frecuentes.
Eran las cuatro de la mañana de un sábado, delante del portátil de mi padre, en la cocina. Sólo se oía el rápido tecleo de mis manos mientras conversaba con mi chico por el chat de una red social. Las noches son nuestro momento feliz, porque es el momento en que podemos estar horas y horas hablando, y ya está.
Me dijo que se había puesto triste y analicé por dónde iba nuestra conversación. ¿Qué había dicho? Estábamos hablando de cómo lo íbamos a celebrar cuando nos veamos. Fuegos artificiales y una ficticia copita de champagne.
Él me lo explicó a renglón seguido: estaba escuchando un canal de música y pusieron "Vivir sin aire" una canción muy triste de Maná.
Casi quise reírme, pero no. Todo lo que le pone triste es malo, es feo. Aunque sea una canción.
Como no suelo escuchar mucha música en español, solo tengo amplia experiencia con La Oreja de Van Gogh, y agradecí (solo en parte) que él sacase el tema de "Jueves", esa canción que habla del atentado del once de Marzo en el tren.
Tras un largo titubeo, abrí otra pestaña y busqué YouTube entre los marcadores. Cuando se hubo cargado, tecleé el nombre de nuestro álbum. Rápidamente apareció esa imagen que tan bien conocía, la de Amaia Montero tumbada boca abajo en una cama de sábanas blancas.
Pensé que podría emocionarme cuando escuchase aquellas canciones que habían marcado mi infancia, pero no. No sé lo que sentí. Me encontré canturreando esas letras que me son tan familiares como mi propio nombre. ¿Cómo algo que me recuerda tiempos tan felices podría hacerme llorar?
Recuerdos que tanto me importan. Hablan de cosas que solo mi madre y yo podríamos entender. De cocina, infancia, de ajo, de risas, de nosotras. De tiempos mejores, más felices, más fáciles.
Pero para mí también hablan de noches en que mi mamá no estaba a mi lado, y yo no entendía muy bien qué es lo que le pasaba. Solo que la echaba de menos. Y no podía dormir sin mi discman al lado, reproduciendo una y otra vez nuestras canciones. Porque pronto -en una semana, un mes, quizás dos.- mamá iba a volver, y haríamos de comer los fines de semana las dos juntas, con nuestras canciones en la minicadena. Las canciones que hablan de rosas, café con sal, de un mosquito tonto y países ficticios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario