martes, 20 de agosto de 2013

Teenagers.

Es curioso detenerme a ver las similitudes con las personas de alrededor. Es decir, ¿realmente parezco una adolescente? Mira a las personas a mi alrededor. Todos tienen novios y novias, se van de fiesta, se emborrachan, tienen sexo.
Esa es otra cosa, el sexo. ¿Tanto me importa realmente que alguien en quien confío tenga una relación sexual con otra persona? fríamente, solo me parece algo físico. Pero no lo es, y yo tengo sentimientos. Antes quería que fuera especial. Ahora no me importa. Podría ser hoy, mañana, o dentro de diez años. Con el amor de mi vida o con el primero que me cruce en una noche solitaria de depresión de la mediana edad en un bar cutre cuyo suelo apeste a cerveza y serrín. Pero como damisela, espero que las cosas no acaben así. La verdad es que no es algo que me ponga nerviosa. No necesito velitas y sábanas nuevas.
Esto no es Gossip Girl y yo no soy una novata.
Pero lo cierto es que no deja de traerme sin cuidado. No suelo relacionarme tanto, y menos con hombres. Otra cosa en la que no me parezco nada en las personas de mi alrededor. ¡Miradme! en serio parezco un modelo a seguir, y no es algo que me emocione especialmente. Apenas salgo, me levanto temprano por las mañanas, limpio, aprendo cocina, estudio y cumplo con mis responsabilidades en ese sentido. Incluso disfruto aprendiendo cualquier idioma que se me antoje esa semana. Pero mi lado salvaje está bastante cabreado conmigo. No he cumplido los dieciséis y ya siento que lo peor de mi vida ya ha pasado, pero esa vocecilla insidiosa sigue ahí... <<¿Qué ha sido de aquellos días>> me pregunta. Y por las noches, cuando tengo los ojos cerrados y no puedo hacer nada para bloquearla, me lanza imágenes como fogonazos de mí misma haciendo lo que tan bien se me da: portarme mal. Recuerdos de cuando encendía hogueras, saltaba vallas, pasaba alcohol, mentía, apostaba con mis amigas quién se ligaba al sujeto de turno aquella noche. Muchas manos sobre mi cuerpo, sí. Supongo que eso también lo echa de menos, ¿eh? siempre ganaba. Siempre eran míos.
En medio de la calle, en un aparcamiento oscuro, en la cama, en un baño, entre arbustos..., supongo que muchos dan fe.
Quizá esto sí se parezca un poco a Gossip Girl. Y yo soy una especie de Serena Van Der Woodsen (salvo por el atractivo y los millones de dólares) rehabilitada, pero que no tiene muchos reparos en acostarse con el novio de su mejor amiga. Sí, lo cierto es que hasta en eso nos parecemos.
Pero, ¿y el otro lado de mí? el resto se sintió bastante contaminado, mancillado, durante mucho tiempo. Ahora, con la cabeza despejada y el estómago limpio, con algo parecido a un compromiso real y duradero entre manos... ¿no me siento una persona mucho más íntegra? Da gusto no tener razones para sentirme decepcionada de mí misma. Da gusto enorgullecerte de quién eres.
Así que, por el momento (y solo hasta el viernes) lo más salvaje de mi personalidad tendrá que esperar.

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