jueves, 25 de julio de 2019

A life together.

Han pasado más de tres años y sigo intoxicada de él, pensándole, soñándole, anhelándole, añorándole, necesitándole cada minuto de mi vida y, sobre todo, enamorada hasta los huesos. Ya he asumido que he perdido el juicio, el sentido y la cabeza y sé que haría cualquier cosa que él me pidiera. Le vendería mi alma al diablo por pasar más tiempo a su lado. No me importaría morir mañana, si al menos pudiera pasar mi último día junto a él, sin compartir, solo mío, solo nuestros.
Mierda, es tan agradable ceder el control..., y no hablo solo de mis bragas mojadas solo de pensar en que me mueve en la cama como si fuera una muñeca y me tira del pelo para besarme la garganta mientras me folla desde atrás. Es agradable romper las barreras y llorar, perder la vergüenza poco a poco y babear la almohada cuando duermo, tener hambre o cansarme y ser humana. Es genial abrir mis emociones a alguien sin sentirme ridícula o (muy) culpable, aunque a veces sienta cosas que no comprendo muy bien y no sepa cómo explicarle. Dios, me encanta sentirme comprendida, y arropada, y que me cuide sin imponerme nada más que un abrazo y una lluvia de besos.

Nunca pensé que pudiera sentir esto por nadie, ni siquiera cuando le conocí, ni siquiera cuando empezamos. No sé cuándo dejó de gustarme y estalló esta sensación en mis entrañas al ver su sonrisa, no sé siquiera si se extendió lentamente en mí como mantequilla fundida, calentándome el alma con una emoción inefable que me da ganas de reír y llorar a la vez. No puedo ubicar ese momento en que dejé de preguntarme a dónde íbamos y tuve la total y absoluta certeza, como quien sabe su propio nombre y poco más en la vida, de que moriría aferrándome con mis manos arrugadas, manchadas y osteoartríticas a las suyas, pensando en una maravillosa vida juntos.

sábado, 13 de julio de 2019

Like a virg... wait.

Bae en la piscina, quitándose la camiseta, está tan precioso que me hace bizquear en un intento por mirar a todas partes. Casi tengo que recordarme cómo cerrar la boca y seguir haciendo lo que estoy haciendo: doblar mi mono y meterlo en la mochila, desabrocharme las sandalias y coger mis chanclas. Ay..., no, no puedo. No puedo con sus rizos rubios, la barbita recortada y los ojos color ámbar majo el sol. Juro que me siento el corazón por todas partes, a flor de piel, latiendo descontrolado por él. No puedo pensar en otra cosa que en que por favor me toque ya, donde sea, escucho vagamente que nos llaman desde el agua pero no puedo prestar atención ahora porque estoy en combustión espontánea. Por Dios, qué hombre, ¿qué me pasa? no puedo aguantar más ni quitármelo de la cabeza, es como si me doliera algo, no sé qué, y solo él tuviera el alivio, solo su piel pegada a la mía. ¿Sería muy escandaloso que le diera un par de mordisquitos? me muero de ganas de pasar la lengua por su pecho, entre los pequeños y escasos pelillos. Él se coloca a mi lado, ignorante de mi sufrimiento interno, y de pronto su olor se me pega al paladar, lo saboreo, ahogo un gemido. Soy una mujer en los huesos y él es la comida más deliciosa que jamás haya visto o probado...; estoy tentada a pedirle que vayamos al coche, a buscar algo que se nos haya olvidado por accidente, pero se va a reír de mí.
Qué tarde tan larga me espera, pienso. Y de pronto yo también quiero reírme de mí. Vuelvo a tener 16 años.

15 cosas que me dan miedo (y antes no lo hacían)


  1. Engordar.
  2. Pesarme
  3. No pesarme
  4. Comer en público
  5. Comer alimentos hipercalóricos. Eso en mi mente se traduce en casi todo lo que no sea fruta o verdura.
  6. Comer dulces.
  7. Comer comida basura.
  8. Ir a un buffet libre
  9. Desnudarme delante de un espejo.
  10. Llevar ropa corta o ceñida.
  11. Ir a la playa o a la piscina.
  12. Tener sexo de día o con la luz encendida
  13. Ir a comprarme ropa... y tener que pedir una talla más.
  14. Que me busquen cosquillas
  15. Hacerme fotos de cuerpo entero