En San Valentín me enamoré más de él, si es que cabe.
El calor que llevo dentro por él y que me mueve como brasas de carbón humeante creció en intensidad a lo largo del día y se convirtió en un volcán virulento. Para cuando vino a recogerme de la universidad, yo era un terremoto de lava hirviente, una adolescente que se enamora por primera vez, una novia el día de su boda.
Quise ponerme guapa para él, pero no con uno de esos atuendos que uno se moriría por arrancar con los dientes, sino con elegante discreción. Medias transparentes, un vestido sencillo y bonito, botas muy altas de tacón, regalo suyo, la melena exuberante, un marco purpurinoso de pesadas pestañas negras en torno al ojo. Me sentí enrojecer hasta la raíz del cabello cuando me dijo que estaba muy bonita, pero no fue hasta que no se arrodilló para sacarme las medias lentamente, regando el camino con besos, cuando los ríos de magma me atravesaron y desbordaron entera. Exploté varias veces a su alrededor y debajo de él, víctima de sus ritmos cambiantes, ahora rápido y brusco, ahora dulce y lento. En una de sus acometidas le pedí que nunca dejara de mirarme y él, henchido de ternura, me susurró:
- Ay, pequeña..., no hago otra cosa.
Y yo me derretí nuevamente.
Sobre la cama me aguardaba un hermoso ramo de lirios con Baby's breath en dos tonos. El arreglo es, como siempre, exquisito. Todo apunta a que los lirios serán también de dos colores diferentes, rosas y blancos, cuando se abran.
Las primeras flores que entran en nuestro hogar.
Pero todos los sitios son hogar si está Él en ellos.
Volví a enamorarme como una niña más tarde, mientras conducía, suspirándome entera por dentro de guapo que estaba. Tan despeinado, con el rostro relajado, brillante. Parecía más joven y menos cansado mientras me cantaba una canción de Gente de Zona con los mismos aires de niño malo que se gastaba en nuestros primeros meses de relación. En la cama, ataviada con un chándal desigual y comiendo pizza, yo también me sentí momentáneamente más joven.
Esta noche, viéndole descansar, con los labios hinchados de besos, mi volcán se ha sumido en un sueño ligero. La lava, que sigue fluyendo en lo más profundo de mí, cambia los cimientos de mi mundo a su paso, igual que él. Poquito a poco, pero todo bien.
Me vuelves loca, moreno.
No sería de otro, ni tengo palabras para describir y decirte, lo mucho que te amo y que deseo que seas la mujer más feliz del universo
ResponderEliminarSólo el verte sonreír es un regalo para mí todos los días
Te amo pingüinita ❤️❤️❤️❤️