Comienzo a pensar que estoy luchando contra las leyes de la naturaleza al amar la navidad.
No parecía una época festiva cuando la pasaba en salas de esperas de UCIs o en sombrías habitaciones de hospital. O en casa de mi abuela, deseando el único regalo de ir a ver a mamá.
Supongo que el año pasado no fue más que un breve destello en lo que se supone que debería ser la navidad. O lo que podría ser, con tiempo, y dinero, y cariño. Estos días emborronados de pastillas y náuseas y ganas de desaparecer han tenido poco de feliz. En el pueblo no hay luces, pero en casa tampoco.
Estoy sola, me pesa el alma, mi hermano no me habla y siento de todo, menos ilusión.
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