Es extraño estar de vuelta por aquí. Supongo que había perdido el hábito de sincerarme frente al papel y hoy siento que lo hago a trompicones, torpemente.
La vida ha seguido girando vertiginosamente este último mes, inalterada por los fieros vaivenes de mi existencia. Este mes, por primera vez, he considerado seriamente quitarme la vida. Tanto era así, que he gastado demasiado dinero, pensando que pronto no me iba a hacer más falta; y he trabajado más intensamente en casa, perseguida por dejarle a Diego un entorno lo más disfrutable posible..., pero cada día que pasaba me decía que quería vivir una jornada más a su lado, un viaje más, un fin de semana más. Ese conjunto de "últimas veces" me han dado un motivo para seguir durante estas semanas, y hoy siento que es mi motor, y mientras esté a su lado tengo razones suficientes para continuar mi viaje en este mundo. Supongo que nunca tendré suficiente de él, que, sin saberlo, me está salvando la vida.
También ha sido un mes de vivir más intensamente el duelo por la muerte de algunos pilares fundacionales de mi vida tal y como los conocía. Es una historia larga, complicada y dolorosa, pero que también me está enseñando mucho acerca de mí misma, mis valores y las creencias más arraigadas de mi corazón. Ahora entiendo que algunas relaciones son más volubles y frágiles de lo que jamás sabremos, y comprendo algunas de las cosas que mi madre me contó sobre ella, su familia y su proceso. Perdona por no haberte dado suficiente crédito, mamá.
Sí. Este otoño, demasiado cálido y extraño, estoy aprendiendo que absolutamente nada es inalterable.
Todo se me antoja ajeno.
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