martes, 27 de diciembre de 2022

yo nunca dije eso

 Un silbido bitonal y el trote pesado y ágil de mi perra dejando surcos en la arena húmeda. El sol se inclina desde el cénit, buscando el horizonte hacia un mar en calma que lo imprega todo con su olor húmedo y salado. Creo que lo huelo en sueños, en las baldosas del pasillo oscuro, en las cortinas del apartamento.
Qué momento tan efímero y tan dulce. Como las células que se dividen rápidamente en el útero de mi hermana, mi pequeña sobrina Ana, tan delicada y fuerte al mismo tiempo. Tan hermoso como su risa escandalosa lanzando un eco que rebota en la playa vacía. Tan único como el latido febril e hipertrofiado del corazón obstinado de mi madre.

Anoche soñé que me lanzaba desde el balcón y los huesos se me astillaban por fuera de la piel en un dolor indescriptiblemente cruel, el de quien ansía descanso y solo encuentra más sufrimiento, inesperado y agudo. Al despertar, sentí que el funcionamiento mecánico y coordinado de la sangre que fluye y reparte vida y oxígeno y nutrientes por nuestros delicados tejidos era un milagro. Su respiración tenue en mi nuca se me antojó tan leve que podría apagarse en cualquier instante y sentí miedo de ver morir a las personas a las que amo, miedo de quedarme sin él; tan solo quise verle replegar los párpados y sonreírme, lleno de la vitalidad que le caracteriza. A veces pienso que han pasado tres décadas por él y me asusta perderle, siento el bombeo rápido de su corazón y quiero retroceder y regalarle más latidos.

Se me vino a la mente la imagen de un cerebro sonrosado y blando. Parecía un chicle gomoso y húmedo, me inspiró grima. ¿Cómo es posible que un órgano constituido casi solo de agua encierre tantas cosas hermosas y únicas? Un chispazo eléctrico entre neuronas, sus ojos oscuros viendo el mundo. Sus expresiones. Te va a mover de aquí un guarda. Pavaritos. Peteña. ¡A la cárse! Su amor. Wiglú, grumetillo. Todo lo que sabe, todo lo que recuerda, todo lo que es. Sus despistes, su sueño ligero, sus aspiraciones. Su forma de acariciarme, de sostenerme. Su sabor a hogar. Lo hábil que es moviéndose por terrenos difícil y sus antojos frecuentemente absurdos.

El amor me llenó el pecho. Denso, inexplicable, único. Si quisiera definirlo, no podría, pero sería capaz de reconocerlo en cualquier sitio. Podría cerrar los ojos, pensar en él y saborearlo vivamente cuando quisiera.

En ese momento la imagen se hizo añicos, se desvaneció abruptamente en la trampa cálida de sus brazos, y el sueño me arrastró consigo a un nuevo día...

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