lunes, 16 de mayo de 2022

Hearts and rainbow, and a little penguin tattoo.

     Sentada sobre una sábana de papel, en una camilla. Una sensación como un arañazo lento y caliente en el tobillo, y él de pie junto a mí con su mano entre la mía. Le contó a la tatuadora cómo empezamos y vi sus ojos brillar como el primer día que me arrojé a sus brazos, como el día que firmamos el contrato de alquiler, como el día que clavó la rodilla en el suelo para pedirme que me casara con él o cuando atravesamos el umbral de nuestra "nueva" (nueva para nosotros) casa.

Con él todo es ilusión, todo es alegría. Mi hermano me señaló el otro día que me quiere "como ha visto a pocas personas querer". Como papá y mamá se quieren, con adoración de la que te hace vomitar corazones y arcoiris. Es lo que yo siempre quise tener con alguien, y es real, y es nuestro, y es perfecto.

Y sin embargo, a veces dudo. Tengo una insidiosa vocecilla en la cabeza, una muy muy cabrona, que hace su aparición estelar cuando estoy atravesando un mal momento, como ahora. Esa voz dice que soy un último recurso, un accesorio para conseguir las cosas que le han enseñado a querer con otra persona. Soy un parche, algo temporal, y cualquiera le habría servido. 

No es real, evidentemente. La evidencia de que haría cualquier cosa por mí... cualquier cosa que yo quisiera... es abrumadora. Esto es solo una manifestación como otra cualquiera de mi escasa autoestima. No es real, pero me da miedo, porque a veces hasta lo irreal puede ser doloroso.

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