jueves, 26 de mayo de 2022

What we were.

     Casi no recuerdo la última vez que escribí sobre lo que fuimos. Curiosamente, quizá ni siquiera se me hubiera ocurrido pensar en pasado si no fuera porque, hace un par de días, decidí abrir un paquete de un descafeinado especial que nos trajeron unos amigos de Cataluña y, casualidades del destino, acabé subiendo una foto de agradecimiento del contenido vertido en una taza de cerámica blanca con un koala.

Esta taza fue una de las últimas cosas que él me regaló y una de las pocas que sigo utilizando en el día a día. Tengo que confesar que me encantan sus formas redondeadas y su diseño simple, no tiene gran cosa, pero aún así me gusta, le tengo cierto cariño ya desprovisto de las connotaciones que solía tener como regalo.

La cuestión es que mi marido me llamó la atención sobre el hecho de que hubiera escogido precisamente aquella taza para subir una foto a una red social pública. ¿Y si él la ve? me preguntó. Bueno, al margen del hecho de que técnicamente no puede - mi cuenta es privada -, supongo que la realidad es que me importa un rábano si la ve o lo que piense. Quiero pensar que recordará una de las últimas peticiones que me hizo y se sentirá contento de que haya honrado sus deseos en cierta medida.

Ahora que estoy utilizando la misma taza para degustar un té caliente (Portuguese Delight, regalo de mi esposo), en el fresco tranquilo de la noche, me tomo un instante para reflexionar sobre el hecho de que hoy habríamos hecho seis años juntos. Lo había olvidado completamente, pero he cogido la agenda un momento para cerciorarme de que hoy es veintisiete de mayo. Una yo de hace mucho tiempo, tanto que ni lo recuerdo, escribió una sencilla pregunta en este día: when will I move on? Y hoy, al fin, me siento en la potestad de responderme a mí misma: Eventually, you did.

Lo cierto es que sí. Los matices se emborronan, lo malo queda como una sombra de regustos amargos y tañidos sorprendentemente lejanos; lo bueno se convierte en un bonito cuento mitificado de un tiempo dulce y amable que ya nunca rescato para releer. Como una película hermosa pero triste que sabes que es mejor que saborees tal y como la recuerdas, que es mejor no verla de nuevo. No esperaba que ocurriera tan rápido, pero lo cierto es que he tenido ayuda.

Hace tiempo que no pienso en lo que fuimos porque ya no tiene sentido. Ya no impacta en mi vida de ninguna manera, ya no existen nostalgia, resentimiento ni dolor, solo difusas lecciones aprendidas.

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