Creo que nunca me cansaré de escribir y soñar, despierta o dormida, con cómo me tocas. Perdóname si me repito cuando te pido que te pido que entres conmigo en la ducha todos los días que quieras del resto de nuestras vidas, que me acunes contra tu pecho para dormir, que me sorprendas con los abrazos más cálidos del mundo, los besos más dulces y las mejores caricias de las manos más amables que he conocido y que conoceré.
El otro día decías que te gustaba la delicadeza con la que toco las cosas, y yo pensé (y no lo dije, craso error) que a mí me gusta la delicadeza con la que me tocas a mí.
Hazlo siempre, por favor. Hazme tuya siempre un poco más de lo que ya soy.
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