Y en algún momento, la situación mejoró. No digo que fuera fácil, cómodo o que no requiriera esfuerzo, pero poco a poco las aguas se calmaron. Llegó un día en que pude afrontar la vida sin una sola lágrima, y me sentí un poco más fuerte. No lo fui menos cuando sí necesité llorar, ojo, pero fui capaz de observar las cosas desde una perspectiva diferente al dolor y al enfado, y eso me trajo nuevas emociones. Poco a poco, mis emociones dejaron de escapar a mi control, dejaron de ocultarse y de salir disparadas en todas direcciones sin permiso, sin tiempo, sin modales.
Y aquí estoy, avanzando sin saber muy bien cómo. Haciendo cosas diferentes, a ver si obtengo resultados distintos. Enfrentándome a cosas que nunca había contemplado. Hoy las emociones me asaltan casi por sorpresa, pero yo me alegro porque son comedidas y me muestran patrones de colores diversos. Rojo, verde, amarillo, azul. La ira, la alegría, el estrés, la calma. Soy capaz de sentir diferente, sin acolchados, sin mirar el mundo como muy por debajo del agua.
Puede que mañana las cosas cambien y vuelva a sentir que la vida no tiene sentido ni razón de ser, puede que decida que todo esto es una pérdida de tiempo y vuelva a las andadas. La recuperación no es lineal, espero poder perdonarme muchas de las cosas que tengo pendientes antes de la siguiente recaída. Por ahora quiero seguir luchando para descubrir qué nuevos sentimientos me trae el mañana.
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