viernes, 30 de diciembre de 2011

Yume


Llevaba ya varias horas deambulando. Estaba calada hasta los huesos, pero una férrea determinación guiaba mis actos, me impulsaba hacia adelante, en una ciudad que no era la mía. Ni siquiera tenía una dirección, algo a qué atenerme, sólo un puñado de fotos antiguas, una quimera. Y aunque tenía claro que era una locura, seguí caminando bajo la luna, guiada por las estrellas, todas iguales, titilantes...
Pasé junto a un banco. Un grupo de muchachos pululaban a su alrededor, algunos sentados, bebiendo o fumando, riendo escandalosamente. Crucé la carretera como si nada, la amplia avenida estaba desierta, y sólo se oían sus risas y mis pasos, enérgicos, sobre el desvaído empedrado rojizo. Pronto, noté que me seguían, y una idea no muy brillante fue procesada lentamente por lo que quedaba de mis neuronas. Me rezagué, para preguntarles por él. Al fin y al cabo, en un pueblo tan pequeño, podrían conocerse. Debían tener la misma edad, aproximadamente.
Ellos formaron un círculo a mi alrededor, y no titubeé al darles el nombre. Pero su reacción me desconcertó. Rompieron a reír.
-No lo sé...Quizás le conocemos.¿A ti te suena, Bob?
El que respondía a ese nombre, un chico bajito y rechoncho, con el pelo cuidadosamente peinado de punta, rompió a reír. Se pasó las manos ociosamente por el chándal Nike.
Entonces, un atrofiado instinto de la supervivencia me alertó del peligro. Me exigió que echara a correr, cuando antes.
Pero estaba paralizada en el sitio. El chico delgaducho y moreno que había hablado primero se adelantó un par de pasos.
-Pero qué chica más bonita. ¿Cuántos años tienes, bonita?
Me agazapé ligeramente, dando a entender que no iba a quedarme de brazos cruzados si me tocaba, y guardé silencio.
-Aaah, ya entiendo-exclamó, con una sonrisa socarrona que me heló la sangre-Preadolescente.
Los demás también se rieron.
-Bueno, yo me voy-declaré con firmeza
Los ojos del moreno relucieron peligrosamente
-No, tú no te vas-musitó.
Trató de cogerme la muñeca, y yo me desasí como si me hubieran aplicado una descarga eléctrica. Su mano se alzó de nuevo, y yo entrecerré los ojos, asustada, sintiendo que la adrenalina recorría mis venas, sustituyendo la sangre.
De pronto, una sombra se interpuso entre mi atacante y yo. Su espalda era muy ancha, y llevaba una cazadora de cuero oscura. No podía verle el rostro. Era mucho más alto que yo.
-No la toques.-gruñó, de forma amenazadora
Había algo en su timbre grave y profundo que me resultó terriblemente familiar, revolvió hasta la más íntima fibra de mi ser.
-¡El último que nos faltaba!-rió el otro, sin hacer caso de su tono.
-He dicho que no te acerques a ella, Miles.-repitió mi perpetuo salvador, perdiendo la paciencia
-¿Pero qué te pasa? ¿Te has vuelto un blando?-se burló Miles-Es apenas un par de años más chica que la última. Una mocosa. No te hará daño.
Sentí cómo temblaba. Se lanzó hacia adelante y le empujó, violentamente.
Luego, se volvió hacia mí. Tuve mucho cuidado de no mirarle a los ojos, sabía que en cuanto lo hiciera, no podría volver a moverme jamás. Me cogió de la mano, y los dos salimos corriendo. Él era más rápido, pero yo tenía mucha fuerza, y nos lanzamos a través de la noche, oyendo los gritos de mis atacantes, que nos persiguieron durante unos minutos. No tardaron en cansarse.
Nos detuvimos. Nuestra respiración era trabajosa. Se había acompasado mientras corríamos. Los dos rompimos a jadear pesadamente cuando nos detuvimos junto a un banco. Nos miramos unos instantes. Sentí que me derretía.
Cuando nos abrazamos, con todas nuestras fuerzas, soñé que nos fusionábamos. Así nadie podría volver a separarme de él, de su sonrisa y sus ojos verdes.
Pero por supuesto, sólo era un sueño, y antes de lo que ninguno hubiera querido, me soltó, contemplándome con esa media sonrisa que yo tanto amaba.

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