martes, 3 de enero de 2012

El final.


Me esfuerzo en mover los pies más deprisa, a pesar de que casi no puedo respirar el aire húmedo y frío que parece arañarme la garganta al pasar. Extiendo las manos delante de mí, a pesar de que no tengo miedo de tropezar, no tengo miedo a nada ya, sólo necesito algo sólido a lo que aferrarme, algo que indique que todo esto es real, o acabaré por volverme loca.
No sé dónde estoy. Todo está oscuro, ni siquiera forzando la vista, o acostumbrándome al silencio y la gélida oscuridad, podría ver nada. Sólo sé que el suelo es completamente llano, y muy suave, emana una tenue frialdad...como todo, en este extraño mundo.
Pero, tiene que haber un final, ¿no? No puedo asimilar el concepto "infinito" y sospecho que mi mente nunca lo hará, por lo tanto, si hay cosas materiales...de alguna parte surgieron, y tienen que acabarse, ¿o no? Me estoy mareando, y es que me contradigo. Porque lo único material, tangible a mi alrededor, es esa figura que se mueve como una centella a mi derecha. Ambos nos apresuramos por lo desconocido hacia el final.
Siempre he temido a la muerte. Me he preguntado qué hay detrás, si estaría asustada. Pero lo cierto es que no lo estoy, porque he vivido mucho y muy bien, y pronto sabré qué es lo que me espera. Además, afortunada de mí, seré la última en verle, en oírle...
Puedo oír a ese algo que nos persigue. Su respiración, pesada y glacial como el invierno, desprende una fragancia tan desagradable como fuerte, y mi ropa y cabello quedan impregnados de ella. Como basura en descomposición. Sé que aprieta el paso tras nosotros, no parece cansarse, y me pregunto desesperada cuánto queda para el final.
Oigo un chapoteo, justo antes de sentir como me hundo en agua. Bueno, no es agua exactamente, porque desprende un olor extraño, es densa como el lodo, y está fría, como todo lo demás. Los pantalones se pegan a mí, y yo me esfuerzo por mantener el ritmo, dado que si no lo hago, él morirá.
Los dos moriremos, de todos modos.
En algún momento, su mano se encuentra con la mía. Tiro de él para que me siga, siento el vacío a pesar de no ver, está justo en frente mía. El final.
Siento cómo los dos caemos. el aire se desliza a mi alrededor, con fuerza. ¡No! no he podido despedirme de él, siquiera. Ya no oigo a la criatura, cuando me aferro instintivamente y con desesperación de quien preserva una vida, a un saliente de aquél extraño precipicio. Su peso duele, quema, me taladra el brazo, y por un momento creo que se va a salir de su sitio. Gimo, sé que no tengo tiempo. La roca puede desprenderse en cualquier momento.
-¡NO!-grazna él, cuando se percata de que suelto mis dedos.-¡No lo hagas!
-¿Qué?-Suelto, estupefacta-No voy a dejar que esa cosa nos mate
Él oye la contrariedad en mi voz. Tampoco quiere morir, o eso creo.
-Déjame caer y sal corriendo-me insta-puedes hacerlo, huye, eres bastante rápida.
Oigo una sonrisa en su voz, y repentinamente, un quejido. Mi brazo, argh...
-Prefiero...morir contigo...a vivir sin ti-replico, con esfuerzo
De dedico mi más brillante sonrisa, porque de algún modo, hemos vencido, y dejo floja esa mano que nos ata a ambos a la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario