Hola.
Sé que nunca leerás estas palabras, no solo porque te he bloqueado y así te vas a quedar, sino porque este blog es lo último privado y mío que tengo; este es mi modo de obtener cierre después de todo lo que hemos vivido, después de que cobardemente cortaras todo de raíz sin darme opción a réplica.
No voy a decirte lo que pienso de ti porque la vida te pagará lo que has hecho con infinita amargura, de eso no me cabe duda. Espero que encuentres felicidad en tu hija, porque en eso que tu llamas matrimonio y que murió hace mucho no está. Espero que, siendo tan obsesivo como eres, no olvides nunca lo que te ofrecí, la promesa de lo que pude darte y que ya nunca será, no dudes de que pasaré página y sabré ser feliz sin ti mientras tú te esfuerzas en recrear el tacto de mi rostro o la suavidad de mi pelo o mi olor. Así, al menos, habría habido algo de cierto en las cosas que me decías.
Qué coño; ojalá que ella tenga un poco de amor propio y te deje. Merece algo mejor que tú.
Supongo que hoy he comprendido que jamás podría haber funcionado. Me he destrozado la vida por nada, pero volveré a ser, volveré a sentir. Sé que te dije que merecía la pena aunque fuera para acabar mal, solo por los recuerdos que pensé que atesoraría, pero me equivoqué. Como tú mismo dijiste, no has estado a la altura, pero rara vez lo estás.
Me imagino que un día serás menos rata cobarde y asomarás la cabeza. Espero que cuando llegue ese día yo ya sea otra y pueda sostenerte la mirada con el orgullo de saber que siempre merecí mucho más de lo que tú podrías aspirar a dar.
Ahora ya sí. Adiós.
Lo harás, porque si de algo presumo cada vez que hablo de ti, es de la fuerza que desbocas, no dudes que, esto son experiencias y yo siempre estaré ahí para ser, cómo dices tú, tuyo
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