Ay, qué no daría yo por verte perdido en mi cuerpo toda la vida, y recrearte una y otra vez mientras besas y veneras mi piel, y te hundes en mi carne y gimes que me necesitas, que te duele no tenerme, que cada suspiro exhale un «te echo de menos» que pesa más que el retumbar bradicárdico de mi corazón en el pecho, tum, tum, y todo borroso, pero contigo en el centro, y todo caliente, pero la piel de gallina, me falta el aire y tú me llenas.
Toda la vida.
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