miércoles, 27 de octubre de 2021

Vértigo.

     El mundo duerme.

Es tan abrumador el silencio que el zumbido monocorde que emite el ventilador de mi ordenador me resulta molesto. Con el frío, hasta los grillos parecen haberse refugiado en el silencio.

El tiempo parece haberse detenido. No sabría decir a qué velocidad transcurren los minutos hoy, pero me recorre el cuerpo una sensación familiar y distante..., tal vez sean los recuerdos que trae consigo el frío que se acerca irrevocablemente. El tic-tac de la madrugada trae consigo un cosquilleo y se me reactiva el cuerpo; mis terminaciones nerviosas cobran vida como si fuera a abrir los ojos al gotelé del tejado inclinado de mi antigua habitación, a sus paredes liliáceas, a la montaña de ropa mal agolpada sobre la cama vecina, al revoloteo de los visillos blancos susurrando sobre el parqué y al borboteo nervioso de un sentimiento inefable en mis entrañas. Olores, sonidos, lugares y sentimientos familiares, aunque ya no me pertenezcan a mí, sino a quien una vez fui. 

Aunque sé que no es cierto, porque duermo contra su pecho desnudo y siendo su latido contra mi mejilla, una parte de mí se ha transportado a un otoño casi trescientos sesenta y cinco días atrás para levantarse de un salto, elegir un pijama más bonito, cepillarse el pelo a toda prisa y aplicarse uno de esos maquillajes que intentan disimular que una se ha maquillado. Un mensaje rápido, una llamada, más nervios y el volar de las horas que nos pasan volando. Vértigo. Tan centrada estaba en sanar mi corazón roto que hay muchas cosas del último año que comienzo a asimilar ahora; aunque hay algo que claramente no ha cambiado, y es la sensación de dar un paso cada día, de ser una persona diferente cada vez que abro los ojos.

Comienzo a entender que hay muchas cosas que echaré de menos no solo de aquellos días, sino de toda una vida. Vivir con mi hermano, abrazarme a mi padre para dormir, recorrer al trote mis calles favoritas del pueblo son algunas de ellas, pero siempre las recordaré con la nostalgia feliz de quien ha amado cada centímetro del hogar que ha conocido..., sin perder por ello la ilusión de comenzar uno nuevo

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