miércoles, 20 de octubre de 2021

Désordre.

     Sus besos tienen la virtud de ponerme en marcha, como combustible. Me burbujea la piel, me aletea el corazón en el pecho, mi cuerpo cobra vida con un ardor desconocido a la par que familiar.

Sus besos tienen algo de adictivo y mucho de dulces y tiernos. Boca suave, mullida y jugosa, como un bizcocho recién hecho y bien almibarado. Dulce y picante a la vez. Si fuera un sabor, podría ser la combinación de chocolate negro con un cítrico, o con jengibre. Interesante, estimulante, delicioso. Un despertar para los sentidos, como la piel que sus manos llaman al desorden de un escalofrío con el roce ágil y suave de una caricia, o el agarre férreo del amante consumido que lleva mi pelvis a sus labios con ahínco.

El desorden que el amor impone a los sentidos.

Uno no elige a quien ama, simplemente ocurre. Como una explosión de lava que se eleva desde el mar, caótico, natural, perfecto y vivo. Único. Forjado a fuego, cambiando los cimientos de todo lo que se conoce.

Y yo me vuelvo a enamorar cada día que pasa, mis sentimientos saliendo a borbotones desde donde quiera que se alojen en su desordenada locura química. A veces me pregunto si las bocas ardientes brotarán algún día fuera de mí, incapaces de ser contenidos por esta piel que solo anhela su tacto balsámico, su panacea, la perfección inexplicable de quien altera y calma mis sentidos a partes perfectamente iguales. Quizá algún día suceda y me funda con la tierra; quizá todos caminemos sobre los restos humeantes de quien amaron tanto que terminaron por consumirse, arrasando la piel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario