Si eres una persona celosa y tienes un mínimo de sentido crítico puedes aprender a reconocer, detectar y controlar ese sentimiento. No digo atajar porque eso sería deliciosamente utópico, pero aspiras a una coexistencia pacífica y eso está bien.
La inexperiencia, sin embargo, puede jugar malas pasadas.
Como diría Edward Cullen, es muy distinto leer y aprender sobre los celos a experimentarlos de verdad. Nunca había tenido motivos para sentirme así, pero conocer a mi prometido abrió muchas puertas para mí en el terreno emocional: no solo tenía pasado, sino que había todo un presente de mujeres que, por capricho o por placer, habrían estado encantadas de borrarme del mapa (Y créeme, el sentimiento es mutuo); con toda seguridad, se avecina un futuro variopinto de rasgos similares.
Entonces comprendí que había una cara diferente en la dicotomía fundamental entre sexo y amor: mientras que el primero traía consigo una punzada instintiva y animal de rabia, el segundo..., bueno, digamos que aún no tengo palabras para describir lo que se siente al afrontar el hecho de que tu pareja amó antes de ti. ¿Qué te digo? es muy satisfactorio ser la primera y que la competencia sea solamente abstracta. Pero piensa que hubo alguien con quien quiso que funcionara, alguien a quien le dedicó las palabras y los sentimientos más bonitos del mundo. Otra persona con la que quiso futuro, cuyo cuerpo adoró y por quien habría hecho lo que fuera necesario. No es imprecisa, sino real como la vida misma a pesar del tiempo: sus fotos siguen ahí, sigue viva en las palabras de despecho que él le dedicó. Y tú, que conoces su forma de querer, sabes que no hay nada igual de intenso y sincero y te envenenas buscándola, aprendiendo sobre ella, envidiándola y a la vez rechazando todo cuanto podáis tener en común porque duele de una manera visceral, loca, impredecible e implacable. Aunque ahora todo eso sea para ti.
Creo que, sin querer, acabo de dar con la tecla, la definición perfecta: veneno. Un agente químico, corrosivo y externo que daña todo cuanto toca, que se extiende e infecta como un puñetero tumor de malos sentimientos. En su metástasis, es capaz de transformarte en lo que no eres, en hacerte sospechar, en inculcarte el hábito malsano de dañarte a través de la necesidad compulsiva de seguir registrando, escudriñando, indagando. Intuyes que volverá a aparecer, que fue media vida del amor más grande jamás escrito. Husmeas, tanteas e indagas a la espera de una pista, una certeza... de que ella está tan pendiente como tú.
Y al final ha caído en la trampa.
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