- Te estoy matando -. aseveró en un murmullo estrangulado.
Y yo le dije que no, que con lo que he vivido, a mí el amor (o el desamor) no me mataría. Durante estos últimos 20 días he pensado que me había marcado un farol enorme, pero ahora mismo, mirándome con detenimiento, me doy cuenta con orgullo de que no; aún con mi labio partido por las calenturas, con la ropa demasiado holgada, con mis uñas rotas, con mi mala cara..., con eso y con todo soy indestructible. Aún llorando y despertándome por las noches, mi determinación es mayor que cualquier cosa.
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