Disocio. Mucho y muy fuerte, y la mayoría del tiempo, sin querer.
Disocio cuando no puedo escuchar las señales de mi cuerpo, cuando no siento nada. Ni dolor, ni hambre, ni sueño, ni frío. Disocio también al tratar de mirar las cosas desde fuera y obtener perspectiva, ya no estoy segura de si lo que he vivido es o no real, de si me lo he imaginado, quizá solo lo haya soñado, es posible que él ni siquiera exista. Y no tengo pruebas de su existencia, así es, tan solo un garabato en un libro que miro casi obsesivamente y una bolsa de tela que bien podría haberme comprado yo. Ni una foto, ni un mensaje, ni un contacto. Ha desaparecido y no puedo verle y creo que me estoy volviendo loca y la angustia me devora porque quizá ni está ni estuvo nunca ni sé si acaso estoy sufriendo por una vaga ensoñación de mi mente drogada ni recuerdo ya cómo me llamaba o el tacto de su piel o cómo sabía la risa en mis labios porque ya solo queda la sal de las lágrimas
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