sábado, 22 de diciembre de 2018

1 de abril de 2017

Baesito,

¿Cuántas veces hemos oído eso de que el amor se acaba? no sé tú, pero yo muchas. Todo el mundo, y hasta la propia "ciencia" dice que, según la pasión se extingue, el propio amor se transforma en un cariño casi familiar... proceso que dura dos años (en teoría). Supongo que, en parte, puedo entenderlo. Yo ya pienso en ti como en alguien que forma parte de mi propia familia, de ese núcleo pequeñito de cinco personas (ahora, seis) que me importan en este mundo. Sin el resto, puedo vivir.
Así que es normal que las relaciones cambien, eso está claro. Los comienzos son excitantes y divertidos, pero también son agotadores. Prefiero mil veces lo cómoda que estoy ahora mismo contigo y con lo que tenemos que ese cosquilleo de nervios que sentía todo el tiempo al principio y que, francamente, aún me asalta de vez en cuando; pero es que creo que podemos establecer que soy una persona muy pasional en ese sentido y no creo que eso desaparezca, de manera que tendré cuarenta años y aún me sentiré sobrecogida por tu sonrisa. Ahora nos ponemos de acuerdo en la dirección que vamos a tomar: acabado el tonteo, llega la hora de trabajar juntos y en serio para construir un futuro juntos (qué ilusión me hace eso, jiji)
Dicho lo cual... yo no quiero que se apague la pasión. Me aterra, de hecho. Para otras personas solamente importan los sentimientos, pero yo no soy así, francamente, yo necesito esa faceta física y sexual de la relación. Yo siento el mismo ansia que el primer día, aunque a veces me apetezca que lo hagamos despacio y pegaditos y otras quiera que me pegues y escucharte gruñir. Me gusta brusco y también suave (me gusta que sea contigo, punto) y sigo esperando esas cosas, pero no siempre me hago ilusiones. Ah, a veces me provoca ansiedad...; ya se han acabado las conversaciones picantes, y no sé qué será lo siguiente. Tal y como yo lo veo, mi personalidad no es suficiente por sí sola, y tampoco lo es mi cuerpo, no sé cómo explicarlo.
No sé si se me pasarán las ganas de comerte los morros cada vez que te vea, pero a veces, cuando me apartas, me siento casi... triste. A veces pienso que si supiera contenerme... o si, al menos, me importase un poco menos..., podría dejar de sentir que me gustas más de lo que yo te gusto a ti.

A lo mejor es una buena idea que me marche lejos. A lo mejor así, cuando vuelva, no podrás quitarme las manos de encima (hmmm)

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