viernes, 10 de abril de 2015

Mei-chan

Conocer a Mei ha sido como una bocanada de aire fresco. Como me pasa con todas las personas, he necesitado un poco de confianza para darme cuenta de que tenía cerca a una persona especial, distinta a las demás.
Tengo muchas ganas de aprender más cosas de ella. De que salgamos juntas, de hacerle regalos. Y de que me enseñe a dibujar, por supuesto. Casi me siento la protagonista de un shoujo, abriéndole mi corazón lentamente y con timidez. Ella me ha devuelto las ganas de escribir, de dibujar, de volver a las cosas que antes me apasionaban.
Por otro lado, Mei me recuerda a Naya. Quizá demasiado. Tener a alguien en clase con quien conecte tan bien es como volver a los días en que no existían más personas que Naya y que yo en este universo. Y eso no estaba del todo bien, porque me estaba limitando a mí misma, pero creo que esta vez estoy haciendo las cosas bien hechas.
Llamarla Meiko es increíblemente familiar. Como volver a un viejo hábito olvidado. Al principio el nombre rascaba mi garganta con el ardor de los recuerdos, un tinte de nostalgia y de dolor que se esfumó rápidamente. Porque yo no soy de confundir las cosas, y Marina y Andrea son dos personas sumamente distintas. Que compartan un mote es como tener a dos amigas que se llamen igual, no importa los recuerdos que vayan atados a cada una de ellas.

Así que Mei, si lees esto (que espero que así sea si no me acobardo...), quiero decirte muchas cosas. Tengo que agradecerte, en primer lugar, que me hayas devuelto tantas cosas que me eran queridas. Y que me hayas hecho reflexionar. Realmente tengo ganas de conocerte mejor, de convertirte en una verdadera amiga.
Se me partía el corazón cuando me contabas que te sentías sola el año anterior en clase. ¿Cómo puede una persona tan tierna y sincera ser apartada de esa manera? y luego pensé en Harry Potter, y en cómo el alma corrupta de Voldemort ardió de agonía al entrar en contacto con la esencia pura y noble de la mente de Harry, y creo que lo comprendí un poco mejor: lo que quiero expresar con esta torpe analogía es que las personas no pueden estar a tu altura. Te apartan porque eres diferente, y doy gracias por ello. Te has mantenido íntegra, como una buena persona.
Quiero contarte muchas cosas, quiero confiar en ti. ¿Harías lo mismo? ¿sientes la misma ilusión que yo?

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