domingo, 26 de abril de 2015

Fever and non-senses.

Me inclino sobre el respaldo del sofá para besar la frente de mi madre. Demasiado caliente. Una luz pálida y dañina entra a raudales por la ventana a mi espalda y hace resplandecer el sudor que perla esa piel cetrina. Tiene el cabello negro pegado al cráneo.
Miro a mi padre por encima de ella, tumbado a lo largo del otro sofá del salón sobre el costado. La cabeza sobre la mano, el cabello revuelto. Su actitud me molesta sobremanera, mirando el televisor con un amago de sonrisa danzando por las comisuras de los labios, embobado. No aparta los ojos de la pantalla en ningún momento, ni siquiera cuando se inclina hacia la mesita de café, tanteando en busca de la cajetilla de tabaco.

"Tu padre sabe lo que se hace." ¿Cuántas veces habré oído eso? la última vez fue hace tan solo un par de días. Si tan bien lo supiera, no estaría siendo tan irresponsable. Puedo entender que esté cansado de tantos ingresos, tan largos, tan seguidos, ¡pero cuando algo es necesario hay que hacerlo!
Mis dientes crujen y trato de relajar la mandíbula, entumecida.

Tanta fiebre...
Un ojo se pierde bajo un párpado, el otro intenta enfocarme.
Los labios se mueven pero no logran decir nada. Están tan cortados que los susurros se pierden en los pliegues de piel seca y ensangrentada.

¿De verdad sabe algo? Demasiado tiempo así. También era así en el hospital, el invierno pasado, el verano anterior, y la primavera, y tantos tantos meses antes de eso, lo sé. ¿Por qué me siento más segura allí? Mi respuesta lógica es que allí se puede identificar la bacteria o el virus, se puede aplicar el antibiótico apropiado, se puede detectar la aparición de una nueva infección.
Y sin embargo hay una parte de mi cerebro que me rebate. Llegaremos para encontrar que la infección viene del portal y se lo extraerán. La fiebre mejorará. Pondrán un nuevo portal, y a casa.
En una semana volverá a tener fiebre.
¿Tiene sentido algo de eso? Todo ese dolor, el quirófano, las venas, las enormes agujas atravesando el pecho. No es más que un "mientras tanto", pero el problema es que no hay alternativa para después, sino repetir una y otra vez la misma historia.

Nadie sabe lo que se hace con esto, no existen más certezas que el miedo abrasador. Ni siquiera mi padre escapa a esa realidad, así que no tiene sentido que esté tan enfadada porque no escuche mi petición de hacer un simple hemocultivo chiquitín de nada.
Nada tiene sentido.

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