martes, 3 de febrero de 2015

A ver, orden.

Han pasado tantas cosas, he pensado tantas cosas que ni siquiera sé por dónde empezar.
Por primera vez en mi vida, el frío se me ha metido en los huesos. Puedo pasar una hora bajo el agua caliente, ahogándome en el vapor, pero mi piel continúa fría y me duelen las manos.
Hoy, especialmente, ha sido un mal día.
He tratado de eludir el pensamiento desde que emergió, apenas un tierno brotecito ligeramente puntiagudo...
Estuve con mis amigos, preparando uno de tantos proyectos en los que estoy metida. Mi capacidad organizativa pasiva como nunca, las ideas atrofiadas.
Todo el día desesperada por escribir, una narración imparable en mi cabeza, y ahora no puedo poner en pie lo que sentí hace cuatro horas. Alguien solía decir que el dolor es el más poderoso aliciente para escribir..., mis textos son hermosos en cuanto son desgarradores. Esa persona lloraba cuando me leía.
Pero ya no está.
Igual que mi arrebato, se ha ido.
Y no sé muy bien cómo expresar el desolador vacío que hay en mi mente. Que he tratado de concentrarme en muchas cosas, todo en vano, por lo que ha sido llamado un hecho banal. Banal, sí, porque soy inteligente. Pero aún así, duele en cierto modo, y por primera vez en mucho tiempo no puedo encontrar razones para que duela, ni tampoco para que deje de doler. Es el fracaso de la mente sobre la materia, como diría Meyer (por mucho que me fastidie citarla).
Así que podría contarlo muy bien, y no os llegaría. No sabríais cómo ardía mi piel, helada por dentro, delante del calentador de la ducha, ni que me ahogaba en el calor que tanto he anhelado estos días, o esas extrañas ganas de llorar con los ojos secos.
Y que nada de eso tiene motivo, tampoco solución.
El tierno brotecito es ahora una áspera y espinosa zarza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario