jueves, 5 de febrero de 2015

Germán.

Germán no necesita introducción. Al fin y al cabo, este es mi lugar y soy yo quien lo conoce, ¿no?
Germán, al igual que Esse, es una de esas personas que me llaman la atención lo suficiente como para escribir sobre ellas sin saber realmente qué decir. Y no porque me quede sin palabras, sino todo lo contrario: hay demasiado que quiero plasmar; y yo no querría que esto resultase una mera descripción, un batiburrillo sin sentido de cualidades y anécdotas. Germán, al igual que Esse, merece una dedicación que cree un bonito retrato, con sentimientos incluidos.
Probablemente él odiaría esto, y mientras lo pienso sonrío.
Escribo sobre él por varios motivos. En primer lugar, porque le admiro; admiro su inteligencia, su forma de transmitir pasión sobre todas las cosas. Su labia, su capacidad de pensar y analizarlo todo y llegar a conclusiones más allá de mi alcance. Su empatía. Admiro sus opiniones, y esa forma tan razonable y elocuente de transmitirlas: probablemente me convencería de cualquier cosa en el acto si no estuviera segura de mí misma..., no, ni siquiera entonces.
Pero si ahí acabase todo, Germán solo sería una de esas personas de las que quiero aprenderlo todo. Sin embargo, siempre hay más. Me siento agradecida hacia él: le debo muchas cosas. A ese profesor despistado y brillante le debo una parte de mi criterio. Le debo buenas ideas. Gracias a él, soy un poco mejor escritora cada día. También es por él que tengo proyectos y grandes oportunidades en mis manos haciendo lo que más amo. Sea como fuere, la cosa no acaba en estructuras, gramática y latinajos, porque si eso fuera todo, le debería poco más que un conocimiento efímero y las bases de mi futuro profesional.
Ha sido por sus clases que he disfrutado, incluso en aquellos días en que me hubiera escondido del mundo bajo el edredón, inútilmente, por supuesto. Podría agradecerle un mejor conocimiento de mi propio idioma y de otros, una cierta capacidad crítica, nuevas opiniones y muchas horas de reflexión. También que se haya salido de su papel de profesor de cuándo en cuándo para defenderme y para orientarme.
Debería saber que el motivo por que no quiero que acabe este año es, en gran medida, por sus clases; y también que atesoro ciertos momentos y muchos consejos en mi cabeza. A pesar de que me pique más a menudo de lo que me atrevería a reconocer, no pasa nada: esa mezcla de exasperación y admiración tuvo sentido cuando me di cuenta de que se parecía a mi hermana, es decir, cuando deduje que era Acuario.
También odiaría que aludiera tan confiadamente a esa tonta pseudociencia.
Por encima de todo eso, que no es poco, Germán debería saber que es gracias a él que estoy un poquito más cerca de la persona que siempre he querido ser. Y que quiero que esté orgulloso de mí en la medida en que lo merezca, porque Germán siempre sabe dónde está el equilibrio de las cosas.
Ojalá existiera una palabra mayor que 'gracias', pero como no es el caso, citaré a Virgilio:
"Mientras el río corra, los montes hagan sombra y en el cielo haya estrellas, debe durar la memoria del beneficio recibido en la mente del hombre agradecido"

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