lunes, 7 de julio de 2014

Kvothe.

« Quizá la mayor facultad que posee nuestra mente sea la de sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos enseña las cuatro puertas de la mente, por las que uno pasa según sus necesidades.
La primera puerta es la puerta del sueño. El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su doloe. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herids, suele perder el conocimiento, y si alguien recibe una noticia traumática suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente se protege del dolor, pasando por la primera puerta.
La segunda es la puerta del olvido. Algunas heridas son demasiadobpeofundas para curarse, o para curarse deprisa. Muchos recuerdos son dolorosos, aunque el tiempo cura la mayoría de las heridas; el resto están escondidas bajo esa puerta.
La tercera puerta es la puerta de la locura. A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia, y aunque pueda parecer que eso no es beneficioso, lo es. A veces, la realidad es solo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.
La última es la puerta de la muerte. El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos han enseñado. »
Eso me ha enseñado Kvothe a través de Rothfuss. A pesar de esto, de varios días durmiendo intermitentemente, de detalles borrosos como nebulosas en mi memoria..., a pesar de todo esto, a veces es muy difícil seguir adelante. Pero he llegado a la conclusión de que cada uno tiene su propia forma de evadirse de aquello que nos duele. Unos, lo valientes, afrontan los hechos y aprenden a vivir con ello. Otros lloran de noche apretando el rostro contra la almohada. Algunas personas pasan días y noches enteras entre las brumas del alcohol. He visto a quienes se encierran en sí mismos, sin otro consuelo que un par de auriculares y un reproductor de música.
Yo, cuando no quiero pensar, o dormir, o sencillamente seguir viviendo, leo. Otra realidad, otra forma de locura.
Pero todo acaba. Y, quizá algún día, los recuerdos dejen de saberme amargos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario