miércoles, 9 de enero de 2013

Vrai.

En serio, no sé por qué hace mucho que quiero escribir esto. El cielo parecía estar rompiéndose en mil pedazos, y las llamas se desvanecían en el horizonte cuando conseguí dar forma a las ideas que siempre están ahí. Tal vez fuera a causa del último libro que me he leído. Me ha dado mucho que pensar. Lo que al principio me parecía una ingenua comedia sobre los cambios de un chico adolescente se han transformado en una reflexión acerca de mí misma. Quizá por mi edad me vi identificada con él. Tal vez por mi experiencia. Puede que porque soy una inmadura.
Pero este chico es inteligente. Mucho. Sus frases, sencillas en estructura y carentes de complicación en lo referente al vocabulario, son de una sencillez que choca por su veracidad. Está escrito en forma de diario, y es muy sincero. Es impactante. No me había dado cuenta de lo falsa que soy a veces. O quizá sí, pero no quiero admitirlo, porque todos somos muy moralistas cuando nos apetece. Me he percatado de lo buena mentirosa que soy. Tanto que puedo engañarme a mí misma.
Sacudí la cabeza y un dolor lacerante nació de mis sienes hasta la coronilla. Pero eso solo hizo que me entrara más pereza por levantarme de la cama, y la luz murió mientras yo le daba vueltas a Charlie.
¿Qué habría hecho Charlie en mi lugar?
Me imaginé siendo irritantemente sensible, perspicaz, ausente del mundo y de mí misma. Imaginé los mismos cambios en mí misma. Y que había allí una Sam que pudiera orientarme para actuar como realmente quiero.
Decidí "implicarme", como dice Stephen Chbosky en el libro. Decidí sincerarme con el mundo.
Así que cogí mi cazadora de los pies de la cama y salí de casa. Estaba entumecida, pero no tenía frío.
Y al instante siguiente había un edificio delante de mí. No me sentía con ánimo de hablar con otra persona que no fuera él. Y como no quería, no lo hice. Solo saqué el móvil y le indiqué que saliera.
Allí estaba él a los pocos minutos. Y fuimos a dar un paseo, como hacemos siempre. Sentí que él necesitaba hablar, así que esperé. Sabía que tenía algo que decirme. Entrelacé los dedos con los suyos en nuestro apretón, como hacen las parejas, porque así lo deseaba. Y cuando él estrechó suavemente mis dedos, me pregunté cuántas cosas me había perdido por timidez o por miedo a molestarle o incomodarle o..., o.., yo qué sé.
Pasamos juntos todo el final de la tarde, como llevamos muchos meses haciendo. Tardes y noches. A veces hablamos desde el instituto. Y a mí me agrada. Porque..., no sé por qué. Supongo que porque estoy enamorada de él. Supongo.
Estaba cariñoso. Mucho. Supongo que él necesitaba cariño, y a mí me gusta darle todo lo que quiere. Porque yo necesito que él sea feliz. Y con este pensamiento tan natural, me di cuenta de lo confundida que estoy, me di cuenta de que siempre intento expresar las cosas difíciles con palabras igualmente grandes y extrañas. Y que todo es tan sencillo como escribirlo tal y como lo siento. Tal y como hace Charlie.
Pero por algún motivo, me sentí como si me aprovechase un poco, aunque eso fue después.
Me dejé llevar porque eso era lo que yo quería. Me dejé llevar cuando rodeó mi cintura con los brazos.
Y cometí el mismo error, a medias. Yo quería besarle. Quizá me lo hubiera devuelto. Quizá me hubiera apartado. No puedo saberlo, no es precisamente locuaz. ¿Por qué a medias, digo yo? Porque ni lo hice ni me lo callé. Se lo pregunté. ¿Qué me harás si cruzo la línea? Supe que lo había comprendido ¿Qué me harás si te beso?.
Él me explicó que no podía permitirlo. Me dijo que tenía miedo de estropear lo que teníamos -y tenemos- ahora. Quise decirle que no soy tonta. Quise que supiera que no lo hago al azar. Pero no lo hice, en parte porque no quería, en parte porque él no es como yo. Le daría vueltas infinitamente, lo sé, lo pensaría hasta desgastar el cerebro. También me dijo que debería haberme arriesgado antes.
Y me maldije, por no hacer lo que quería. Me maldije de nuevo por lo que me había perdido.
No sé si me arrepiento, porque ahora mismo me parece que está bien. La conversación estuvo bien. Y saber el porqué de todo me hizo mucho bien, o eso creo, aunque me siento un poco idiota por no haber intentado perseguir mis sueños antes. He luchado, pero no en la manera que él quería o pretendiera. Y me he hecho más cercana a él, sí, pero como una amiga. Él cree que yo estoy triste por el hecho de que no estemos juntos. Pero me he dado cuenta de que soy muy feliz siendo su amiga, porque me dice cosas muy bonitas, tiene detalles hacia mí, y me encanta la relación que tenemos. Me gusta pasar tantas horas hablando con él. Me gusta volver a sentirme como antes de todo lo que me ocurrió, y estar inspirada y que no se me atasquen las palabras. Me gusta volver a tener ilusión y a sentirme un poco yo. Tengo razones para ser mejor persona, porque quiero luchar por lo que él me hace sentir. Y me da la sensación de que ha sido un poco gracias a Charlie. Otro ejemplo de esos libros que parecen un poco tontos, que a algunas personas no les dicen gran cosa, pero a mí me ha llegado.
La cuestión es que quiero volver a ser la de antes, como siempre. Y quiero ser sincera, como Charlie. Sencilla, porque no hay que decir muchas palabras bonitas para ser alguien inteligente, como piensan algunos. Quiero aprender a ser lista, también. Y quiero hacerle llegar todo lo que he aprendido gracias a él, y estas cosas tan bonitas que siento, aunque me parece que va a ser muy difícil si es que alguna vez lo siente por mí.
Porque, Ed, me he dado cuenta. Es verdad, es precioso, es único, y es nuestro. Y si tú sientes que se puede estropear, yo no voy a tocar nada. Porque prefiero ser tu amiga, y conservar lo que tenemos, que ser tu pareja y perderlo. Aunque no lo creo.
Aún así, yo no me rindo, porque soy muy tenaz. Y el tiempo está de mi parte. Y cuando estemos cara a cara de verdad, yo quiero que sepas que te amo.
Creo que no eres consciente de todo lo que has hecho, de todo lo que me has dado.
¿Lo leerás alguna vez? Creo que es mucho pedirle a mi suerte.
Gracias, gracias, gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario