martes, 29 de enero de 2013

Monday and tears.

Cuando abrí los ojos, sabía perfectamente dónde estaba. Sabía por qué quería llorar. Lo primero que pensé es que ya no podía volver a dejarle un comentario de buenos días diciéndole que le amaba. Deseándole un buen día. Me pregunté si lo echaba de menos, me permití volver a mirar su perfil. No había nada especial, nada diferente, nada nuevo.
No pude eludir a las lágrimas y eso me molestó. Me pregunté cómo diablos sería capaz de contenerlas, recordando las ininterrumpidas horas de angustiosa pena de la tarde y noche anteriores. Así que hundí el rostro en la almohada y respiré hondo hasta calmarme. Me cambié en mi dormitorio: no quería mirarme al espejo.
Tampoco eso pude evitarlo eternamente. Me parecía mucho a la "yo" de hace algunos meses, y se me puso la piel de gallina. Tratando de mejorar mi aspecto, me recogí una trenza, pero ni siquiera pensé en maquillaje, no todavía. Estuve dos segundos evaluando mi imagen. Al final sacudí la cabeza, con un sollozo atravesado en la garganta.
Al llegar a clase. Al volver a casa. En los lugares más insólitos y sin venir a cuento. De camino a una papelería.
¿Por qué es tan complicado de aceptar?¿Por qué siento que no estuvo bien confiar en las personas? Y dos partes de mí se pelean, ese << Te lo dije >> y aquella otra parte que piensa que merece la pena creer en los demás.
Yo sabía lo que iba a pasar. Sabía que no iba a ser bueno. Sabía muchas cosas y arriesgué. Darle segundas, terceras, y hasta vigésimo séptimas oportunidades a la humanidad y a la vida está bien para una buena persona.
Hasta que te sientes un poco gilipollas. Y ahora solo tengo UNA razón para quedarme. A los demás los he abandonado, supongo.
Me siento horrible. No quería. O sí. No me importaba. Pero ahora me hace llorar. Los echo de menos.
¿Por qué? ¿Por qué a mí? ¿Por qué tuve que quererte?

No hay comentarios:

Publicar un comentario