lunes, 20 de septiembre de 2021

The most controversial of fears.

     Y, hablando con mi madre, me di cuenta. Rebusqué en mi corazón y no pude hallar resentimiento alguno contra la muchacha, al fin y al cabo, ¿qué mal ha hecho ella? pero mi madre supo analizar, desglosar y desmigajar mi desazón en pequeñas burbujas con su aliento tembloroso y sus labios quebradizos. ¿Quién iba a decir que, de entre todos, sería mi madre con la que más empatizaría en este asunto?

Sé que es extraño, pero le conozco mejor que nadie en este mundo. Sé que nadie, jamás, le cuidará como yo, sé que él me lee por debajo de la piel. Y es que, le duela a quien le duela, la vida deja a veces cicatrices muy profundas y muchas de las nuestras van a juego; noches de abrazarnos y llorar hasta quedarnos dormidos no desaparecen de un plumazo. Unen.

Es mío. En sus bromas, en su música, en sus aficiones, en sus risas, en sus abrazos, en sus llantos, en sus meses.

Y está brillando, sin mí. Pensé que siempre podría dárselo todo y no necesitaría a nadie más, pero es evidente que tiene demasiado que ofrecer como para no volar, amar y ser amado. Celos a parte (que existen, es evidente), me aterra que se apague el fulgor abierto y sincero que emana de él. Podría decir que desconfío de los vaivenes de una niña, pero sería demasiado hipócrita por mi parte; cualquiera es susceptible de dudar y rendirse. Abusar de él, aprovecharse y comerse el brillo de sus ojos.

Es mío como nunca será de nadie más.

Y si ella defrauda las expectativas, la mataré.

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