Hay mucho que contar y espero poder hacerlo poco a poco, según se asienten los recuerdos y brillen, como Perseidas, destacando fugazmente contra el lienzo negro de la memoria.
Mi profesor de latín decía que recordar es hacer pasar las memorias por el corazón (cor, cordis). Me pareció una etimología particularmente bonita en su momento, y quizá sea por eso por lo que me gusta deleitarme en los eventos más bonitos que puedo traer a la mente. Pienso en los recuerdos como en delicadas piezas lentamente talladas, protegidas por paños de la luz y el polvo; suaves objetos que puedes desenvolver de vez en cuando para observarlos con el mayor de los aprecios. Sin embargo, alguien me contó que el acto de recordar altera la memoria en sí, que nada es fiable en tanto que la química de las emociones distorsiona y afecta a la estructura del evento en nuestras mentes. Esa idea me resultó enormemente perturbadora al principio, pero a estas alturas he comprendido que son los sentimientos lo que permanece y lo que importa. Y por eso me pasaré los próximos días así, recordando, con la mente saturada de la magia que desprenden sus caricias.
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